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VISTO / OÍDO
Columna
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¡Mamá, teta!

La lucha entre el seno y el censor es antigua. Ridícula. En Estados Unidos lanzan un sistema de "falso directo" para cortar lo que ocurrió en el espectáculo paralelo a una retransmisión deportiva -la Super Bowl- donde Janet Jackson dejó ver un seno con un brillante en el pezón, y es un escándalo mundial. El "bucle" es un rizo de película que retrasa el directo en los segundos que se quiera, o minutos, para dejar que actúe el censor: se va a aplicar en los Oscar y en los Grammy. En los desfiles de moda hay una soltura de senos bastante notable -Barcelona, París, Milán- y no todas las televisiones los dan; ni los periódicos y revistas. Vi senos libres y sueltos, como gustan, en los Goya, y dentro de un par de meses estarán en las playas. Vi una belleza de escote de Ana García Siñeriz durante la primera parte de uno de sus programas diarios en el digital, con Fernando Schwartz; en la segunda le pusieron un gran lazo rojo. Quizá hubo llamadas. No me importa que las haya: lo que me importa es que se obedezcan y que ella acepte. Recordé la fundación de Televisión Española, cuando aún era un canal único (por alguna razón no se permitían otras: por evitar libertades), cuando el propio Gabriel Arias Salgado, ministro de Información, ministro de la estupidez, colocó un chal sobre una señorita invitada que mostraba demasiado pecho y espalda. Luego fueron sus sicarios los que lo hacían cada día. He contado que ese ministro, hablando de la bondad de la censura, me dijo -¡a mí, a mí!-: "¡Si supieras la cantidad de almas que hemos salvado!". "¿Cómo?". "Gracias a nosotros ha disminuido el número de masturbaciones en España". ¿Por qué se ha de querer que disminuya el número de masturbaciones, ni una siquiera? Ya se sabe que no son dañinas, ni para ellas ni para nosotros; se sabe que cuando se ablanda el cerebro, como decían, es por la falta de salida sexual, por la contención.

Como el de aquel o aquellos ministros. La burla, la comicidad de esa censura la hizo ya Molière en su Tartufo, el santurrón hipócrita, que decía: "¡Señora, ocultad el seno que yo no podría ver!". Llovet y Marsillach hicieron un Tartufo donde el hipócrita representaba al Opus. Que sigue igual en ese aspecto: aunque vaya perdiendo. (En francés: "Madame, chachez ce sein que ne saurais voir!"). (Me cuentan que durante una proyección de Lucía y el sexo, cuyo DVD agotó el domingo este periódico, que lo regalaba, un bebe entusiasmado gritó: "¡Mamá, teta!").

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