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Reportaje:

El 'negrito zumbón' se va al sur

El churrero de Zaragoza que tuvo que cerrar por ataques racistas se muda a Andalucía

Los carteles tapan el letrero de la churrería El negrito zumbón en el zaragozano barrio de Las Fuentes. La reja cierra la puerta de acceso de un establecimiento que se ha convertido en símbolo de la dignidad en Zaragoza. Máximo Valmorín, nacido en la isla de Guadalupe y con nacionalidad francesa, delineante de profesión y casado con una gaditana, se va a la tierra de su mujer, Filo. A Máximo las pintadas, los insultos y los anónimos le llovieron desde hace tres años cuando una banda de racistas se cebó en su negocio hasta hartarle. Ésa es la parte triste de una historia que, pese a todo, tiene su lado luminoso.

Máximo ya dijo en junio que se iría y puso en traspaso su negocio. "No es por miedo, es que tengo una nueva oportunidad. Sí, fueron hechos duros, pero la gente es estupenda en el barrio y en Zaragoza. Mis hijos se quedan aquí, tienen su trabajo y volveremos a verles".

"Eran chavales, fue un juego peligroso, pero es el aviso de que hay un problema"

Cerró hace 11 días y viajó al sur, ha vuelto a Zaragoza para ultimar los detalles de un traspaso que ha podido realizar con calma. Su pronóstico se cumple. Nadie ha resultado detenido por amenazarle o ensuciar sus divertidos carteles de la fachada de la churrería. "Cogen a alguien y ¿qué le hacen? No han matado, han echado botes de pintura, han enviado anónimos pero la ley es la ley y tal vez simbólicamente le ponen un día en prisión y ya está".

En una mañana de niebla densa, a tres días de marcharse, Máximo celebraba ayer cómo los vecinos le reconocen y le alientan por la calle. "Lo sentimos", "qué pena", le dicen mientras le paran. Esta mañana irá a visitar a un amigo de 70 años , que vive en otro barrio y acaba de saber que se marcha. Si algo ha sido Máximo es famoso. "Los medios..." , sonríe, "les debo mucho pero también es cierto que estaba todo el día en ellos. ¿Qué cuando te vas?, ¿qué cuando cierras?, ¿a donde iras?".

Máximo tiene claro que si él se hartó, más harta está Filo, su mujer. Sabe que es un símbolo y no lo lleva con comodidad. "Es cierto que si yo hubiese puesto la churrería en un callejón escondido, o en una zona de inmigrantes, pero la tenía en la esquina de la calle principal del barrio. Y eran una banda de chavales que jugaban, fue un juego, peligroso, pero son el aviso de que hay un problema ahí que no se soluciona", dice en referencia al racismo.

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Ahora Máximo está más tranquilo, hace bromas en una cafetería del barrio y rechaza los churros con el café. "Ya he tomado muchos en cuatro años", ríe. "Tengo una nueva oportunidad me voy a trabajar en la cocina, una cocina más grande que ésta, es lo que me gusta". Luego añade: "Aquí hay gente muy buena, esta mañana he ido a dar de baja el agua en el Ayuntamiento y me reconocían y me decían que era una pena, que son una banda de energúmenos pero...".

El lunes se marchan, no quieren decir adónde, en busca del anonimato y la tranquilidad. El churrero más famoso de España recuerda las llamadas de la familia, de Cádiz, de Extremadura, de Perpiñán, donde están sus padres a los que acaba de visitar. No se queja del trabajo de la policía. "Estaban de paisano, vigilaban... pero bueno, yo estoy tranquilo , algo se ha dramatizado, ... no tengo miedo. Luego pienso que mi historia ha sido necesaria para que, algunas personas, se den cuenta de que la vida no es de color de rosa. Y yo sé que hay problemas de racismo más graves que el mío, pero éste ha hecho mucho ruido mediático".

Luego agradece los apoyos y añade que "el problema está por venir, esto todavía no ha llegado a España". "En Francia ya se sabe que es normal que haya gente de todas partes.. en España, ahora que prospera, llegarán más inmigrantes".

Máximo nunca imaginó cuando pintó aquel negrito zumbón en la fachada de su churrería su historia iba a ser ésta. Ahora ya es recuerdo. Pero ser un símbolo es una carga muy dura. Él cree que ya ha cumplido.

Máximo Valmorín, propietario de la churrería atacada, junto a su esposa, Filo, ayer, en Zaragoza.
Máximo Valmorín, propietario de la churrería atacada, junto a su esposa, Filo, ayer, en Zaragoza.JULIO FOSTER

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