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Columna
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En contra de los maniqueos

Miguel Ángel Fernández Ordoñez

Mucha gente es incapaz de entender que una economía pueda ir bien y mal a la vez, a pesar de que esta aparente contradicción no es infrecuente. Alemania puede estar pasando por problemas, pero está invirtiendo en reformas estructurales que mejorarán notablemente sus resultados en el medio plazo, mientras los Estados Unidos pueden estar en la situación opuesta. Sobre la economía española abundan las visiones maniqueas. Por un lado están los que piensan que, como las cosas van bien, irán bien, y por otro, los que indignados por la pasividad gubernamental ante el empeoramiento estructural de la economía española, se resisten a reconocer la buena coyuntura actual.

La realidad es que los primeros datos de enero de 2004 están confirmando que este año puede ser el mejor para la economía española de los últimos cuatro años y al mismo tiempo muestran que seguimos acumulando desequilibrios de difícil salida en el futuro. Los datos de paro registrado y afiliación a la Seguridad Social, a pesar de la desconfianza que suscita todo lo que dice Zaplana, no son malos. La demanda de energía eléctrica ha alcanzado un potente 6% anual. Los trabajadores ocupados en la construcción han llegado ya a los dos millones. Las ventas de automóviles en enero son otro signo de que la demanda interna va a todo gas en España. La sensación de riqueza también ha aumentado. Los propietarios de viviendas han empezado el año viendo cómo su patrimonio inmobiliario ha aumentado su valor en un 17% y los propietarios de acciones, tan castigados el 2001 y el 2002, se han encontrado en enero con que su riqueza mobiliaria había aumentado en un 30% sobre el mismo mes del año anterior. Y cuando uno se cree más rico, gasta más.

Nadie debería extrañarse de que la demanda interna esté tan pujante pues se le han inyectado todos los estimulantes. El tipo de interés a tres meses ha bajado al 2,10% en enero desde el 2,90% de hace un año. La factura de intereses -en lo que se refiere al puro Euríbor- le cuesta hoy a los endeudados un 30% menos que hace un año, con lo cual tienen más renta para destinarla a otros fines, por ejemplo, automóviles. Pero esa rebaja espectacular de los intereses no sólo sirve para mejorar la situación de los endeudados, sino también para atraer a nuevos deudores a engordar la montaña del endeudamiento privado, tal como muestra el incremento de la financiación a las familias, que supera ya el 15% de crecimiento anual. Cada vez los endeudados tienen más dinero para gastarse en otras cosas y cada vez hay más endeudados.

También el ascenso del euro ha ayudado a excitar la demanda de consumo. En primer lugar, un euro fuerte aplaza la subida de los tipos de interés, lo cual anima a los gastadores a disfrutar de tipos de interés reales negativos durante más tiempo. Por otra parte, como muchos productos que consumimos se importan del exterior, sus precios se han reducido gracias al euro, lo que disminuye la inflación y aumenta la renta disponible en el corto plazo. A todo ello se añade una política fiscal expansiva ya que, aunque el gobierno español presuma de austeridad, las últimas cifras de Eurostat muestran que España es el país europeo en el que más está creciendo el gasto público corriente -un 3,6% anual en términos reales- récord que sólo iguala un país en guerra, los Estados Unidos.

El error de los otros maniqueos es proclamar que esta buena coyuntura es garantía de que la economía irá bien en el futuro. Porque los últimos datos proporcionan también información acerca del aumento de los desequilibrios estructurales. La explosión del endeudamiento de las familias, la pérdida de 100.000 empleos en la industria en un año, la anémica productividad, la pérdida de competitividad por el diferencial de inflación o el creciente déficit exterior, pasarán factura. La economía española va muy bien y muy mal. Es verdad que una cosa y su contraria no pueden ser ciertas al mismo tiempo. Pero si puede serlo en tiempos distintos. La diferencia entre coyuntura y estructura se inventó para entender esta aparente paradoja y escaparse de los maniqueos.

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