Grandes versiones
No alcanza el segundo concierto bartokiano la belleza definitiva del más frecuentado de los tres que compuso el gran húngaro, pero posee impulso vivificante, admirable continuidad y riqueza de ideas en un cuadro general que acepta muchas herencias. Cualidades todas con las que se identifica un intérprete de alto porte virtuosista y refinada sensibilidad.
Ciclo de la Orquesta Nacional
Orquesta invitada: Municipal de Valencia. Director: C. Rizzi. Auditorio Nacional. Madrid, 30 y 31 de enero-1 de febrero.
Escuchar la música de Bartok expuesta con la naturalidad, la acentuación, la imaginación y la sobriedad propias de Ranki fue una experiencia renovada de placer estético a cuya comunicativa y dominadora expresión contribuyó notablemente la Orquesta de Valencia en todas sus secciones y en su coherencia de conjunto.
Pero todavía obtuvo ejecución más esplendorosa la formación que hoy pilota Gómez Martínez, en la Sinfonía número 10 de Shostakóvich. Se trata de una larga y morosa meditación sobre su propia personalidad basada en un diseño de cuatro notas representativas del nombre Shostakóvich. Como es habitual en el cantor de los bosques y la épica de su país, el trabajo sinfónico, tan brillante e incluso espectacular, recoge estados anímicos del momento y evocaciones de los años de juventud con simplicidad y elocuencia pero sin exceso verbal.
Todo rayó a gran altura pues el director milanés Carlo Rizzi -un todoterreno en el concierto y la ópera- habla con afectividad y vigor y acusa muchos datos de su formación con el legendario Franco Ferrara. Así, pese a la longitud de la partitura, el público recibió con interés el mensaje vivo o desolado, alternativo de expansión y concentración, y premió la versión con largas ovaciones. Muchas de ellas iban dirigidas a la orquesta valenciana por la nivelada categoría de su hacer, esmaltada por momentos solísticos tan valiosos como los de la concertino Anabel García del Castillo o del percusionista Javier Eguilor (en Bartok).
Babelia
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