¿Es viable el tripartito?
AL FINAL DEL INTENSO lunes en que Abc hizo estallar el caso Carod, José Luis Rodríguez Zapatero, mediante un comunicado, instó a Pasqual Maragall a que aceptara la dimisión del conseller en cap. En los medios políticos madrileños se interpretó como el mínimo gesto indispensable para salvar la autoridad de Zapatero. Los socialistas catalanes -y como ellos, la mayoría de fuerzas políticas- lo entendieron como una inadmisible intromisión del secretario general del PSOE, que no tiene ningún derecho a decirle al presidente de Cataluña lo que tiene que hacer. Esta diferencia de percepción ilustra perfectamente la distancia que separa a la política catalana de la política española. Permite entender fácilmente que cuando en Madrid se habla de la España plural y en Barcelona de la España plurinacional no se dice exactamente lo mismo. Dada esta diferencia de contextos políticos, los intereses del PSC y los intereses del PSOE pueden ser, en determinadas circunstancias, no coincidentes o, incluso, contradictorios. Para el PSOE la prioridad absoluta era la campaña electoral contra el PP, y entendía que la irresponsabilidad de Carod la arruinaba; para el PSC la prioridad era salvar el tripartito tan laboriosamente construido, en un complicado ejercicio que les llevó inesperadamente de la frustración al poder.
Después de lo acontecido, ¿es viable el tripartito? Viendo a Carod Rovira, horas después de su renuncia como conseller en cap, en TV-3, entrevistado por Mónica Terribas, me quedaron muchas dudas. Carod, que no quiere enterarse de que cometió un grave error, prolongó el lamentable ejercicio de deslealtad que provocó su salida del Ejecutivo, con menosprecio al presidente de la Generalitat, con críticas al PSOE e incluso a su socio el PSC, con reiteradas alusiones a lo que podría ocurrir a lo largo de la legislatura, con el recordatorio de que Maragall le debía el cargo, y con el despliegue del programa de máximos de su partido: el independentismo y la negociación con ETA.
Las coaliciones gubernamentales con partidos de idearios distintos no son ningún descubrimiento catalán. En Europa son usuales. La condición para que sean viables es que se establezca el territorio compartido con lealtad y transparencia. Es lo que hicieron PSC, Esquerra Republicana e IC, redactando un documento que partía de la condición común de partidos de izquierda y buscaba los puntos de encuentro en materia de autogobierno, sobre la base de una reforma estatutaria de amplio consenso. Cabía pensar que, por interés propio, cada una de las partes se esmeraría en ejecutar lo pactado y nada más que lo pactado. Cuando Carod cogió el barco de Esquerra Republicana estaba varado en una posición perfectamente secundaria, como reducto del independentismo. Carod lo convirtió en un partido de amplio espectro en condiciones de ser aceptado como partido de gobierno. ¿Qué interés podía tener en tirar por la borda todo el trabajo hecho? Razonablemente, ninguno. Al ser pillado en falso, Carod ha optado por la huida hacia delante. Si una de las familias del gobierno pone sobre la mesa su programa de máximos la coalición es inviable, porque las posiciones no sólo son diversas, sino, en algunos puntos, incompatibles. Carod lo ha hecho. Razón tenía Maragall al decir que tendría que dar lecciones a sus socios. Esta vez, sin embargo, la lección la ha dado el socio pequeño, IC, cuyo comportamiento en la crisis demuestra su sentido del compromiso y su conciencia de la enorme frustración que sería el fracaso de esta experiencia.
El pasado martes, Carod era partidario de que Esquerra saliera en bloque del gobierno. Fue un grupo de dirigentes y consellers de su partido el que le persuadió de no romper la baraja. El político moderado que había llevado al independentismo democrático al gobierno ha mostrado la cara del líder populista y mesiánico que jura por la buena gente y cree que hablando puede conseguir que ETA deje de matar. Con el factor añadido de que, mientras el PP siga ordenando su linchamiento, la comprensión y la simpatía por Carod no dejarán de crecer en la sociedad catalana.
Maragall ha ganado una baza en esta crisis. Carod se ha quedado sin la doble llave -la posibilidad de construir una mayoría alternativa- que tenía atrapado al presidente. Hoy es impensable una nueva mayoría CiU-Esquerra. Lo cual puede ser un factor de estabilidad. Sin embargo, sólo el pragmatismo de los que en ERC saben que el buen gobierno es, a la larga, el único bagaje del político, puede evitar que el tripartito salte por los aires y ERC vuelva a la irreal orilla de la que Carod la rescató. El tripartito sólo será viable si consigue ser algo más que la yuxtaposición de tres partidos.
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