Sin problemas de convivencia
El campo de la poesía más joven sigue ampliándose sin que parezca posible establecer espacios claramente acotados, corrientes dominantes o principios estéticos ampliamente compartidos. Muy al contrario, la multiplicidad de caminos es lo que caracteriza una situación ecléctica, muy propia de un tiempo abierto y, hasta cierto punto, confuso. A continuación mostramos una parte de ese mosaico, la que configuran seis libros, iniciáticos, o casi, estimables: de ellos, la mitad son primeros poemarios, dos corresponden a segundas entregas y uno, el más extenso y complejo, es tercer libro.
Ismael Grasa (Huesca, 1968), autor de tres novelas y de dos libros de viaje, nos ofrece en Nueva California un libro maduro y reposado en el que la poesía en verso se combina con largos poemas en prosa, fronterizos con el relato. Son poemas de lugares en los que la experiencia del viaje, la empatía con el lugar en que el poema nace (una piscina, una discoteca, un yacimiento, Shanghai, Nankín) o que la memoria recobra, se cruzan con la relación amorosa, con la mirada que propicia la amistad o con cierta experiencia de cultura. El paraíso (California) puede encontrarse en cualquier lugar, parece decirnos el autor. En todos los poemas hay un tono narrativo y una dicción directa, casi prosaica, en cuyo despojamiento y sequedad se advierte una tensión lírica no desdeñable. Estamos ante el primer poemario de un escritor experimentado, que es consciente de que la novela o la literatura viajera pueden ser, en muchas ocasiones, parientes cercanísimos del poema. Integrando, el primer libro de Antonio Cabrera Bernal (Madrid, 1976), va en una dirección radicalmente distinta. Se trata de una poesía que indaga en las posibilidades (significativas, pero también plásticas, sonoras) del lenguaje y, a la vez, en las zonas ocultas, a veces inexpresables, de la conciencia. Una tensión irracional, una concepción del poema como objeto, como abstracción que busca un sentido no existente en la realidad y que asimila técnicas de la poesía visual y de los vanguardismos más concretos ("fulge / la fijación de los vaticinios / abiertos chillan / rasos los presentes inmóviles"). Primer libro también, galardonado con el Premio Esquío 2002, el de Ana Sofía Pérez-Bustamente (París, 1962), Mercuriales. En este caso, estamos ante una dilatada reflexión existencial, ante una suerte de recorrido a lo largo de una vida que nace con "el verbo", con la palabra; que intenta, a su través, explicar las servidumbres de la realidad, los desastres del paso del tiempo, el valor de la memoria, la inevitabilidad de la muerte y la única posibilidad de trascendencia mediante el poema. Es un libro atípico, en el que la meditación existencial en torno al presente (o al pasado inmediato) encuentra en los mitos y dioses del mundo grecolatino, más que apoyatura, fermento (no en vano abre el libro la reproducción del epígrafe dedicado a Mercurio por Cirlot en su Diccionario de símbolos).
Jesús Beades (Sevilla, 1978) publicó su primer libro, Tierra firme, en el año 2000. Con él obtuvo el Premio Gerardo Diego de poesía joven. En Centinelas afianza una trayectoria que descansa en una propuesta figurativa, realista, trabajada con un lenguaje intensamente emotivo que se nutre de la experiencia de lo cotidiano, también de la memoria. La naturaleza, la literatura (la propia poesía), el amor, los momentos compartidos con los seres más próximos son los temas que predominan en Centinelas. Y una visión religiosa de la vida, que, al igual que ocurre con Miguel D'Ors o con Luis Alberto de Cuenca, poetas a los que la obra de Beades no es ajena, inserta su poesía en cierto intimismo trascendente.
De experiencia de lo cotidia
no, en este caso desde una mirada laica, nos habla también Carlos Frühbeck Moreno (Burgos, 1977) en su segundo libro, Retratos de alquiler. Poesía escrita con un lenguaje seco, sin adornos pero no por ello carente de cierto pulso lírico, que remite a una vida urbana difícil en la que la búsqueda de la felicidad es una labor no siempre grata. Amor cotidiano, dulce y amargo a la vez, atención a seres que protagonizan una historia marginal, reflejo de las carencias de la vida diaria, son algunos de los motivos con que Carlos Frühbeck construye sus poemas.
Con Nova, su tercer poemario, el poeta, narrador y crítico Vicente Luis Mora (Córdoba, 1970) pone de relieve una más que notable ambición poética. Inclasificable por proteico y por ser la expresión de influencias y tradiciones diversas (de la metapoesía de Stevens a la lírica experiencial de Ferrater pasando por la poesía metafísica de Paz, la creacionista de Gerardo Diego o las teorías de Einsten), Nova es un libro de vanguardia elaborado sobre un andamiaje formal de factura clásica. Es un poemario que habla de la vida pero también del sentido de la poesía en su relación con el ser humano y con su afán de trascendencia frente a la muerte y frente a los achaques de la realidad. Que medita sobre el arte como un espacio nuevo, con sentido en sí mismo, como trasunto de lo real, como ordenador del caos, como aspiración de totalidad. Un libro inteligente, lleno de sabiduría y de destrezas a cuyo autor, sin embargo, cabe advertir del riesgo (superable) de la desmesura. No siempre la facilidad se compadece con la intensidad que todo libro de poesía exige.
Nueva California. Ismael Grasa. Xordica. Zaragoza, 2003. 72 páginas. 7 euros. Integrando. Alberto Cabrera Bernal. Devenir. Madrid, 2003. 133 páginas. 7,50 euros. Centinelas. Jesús Beades. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2003. 72 páginas. 10 euros. Retratos de alquiler. Carlos Frühbeck Moreno. El Toro de Barro. Cuenca, 2003. 63 páginas. 8,71 euros. Mercuriales. Ana Sofía Pérez-Bustamante Mourier. Esquío. Ferrol, 2003. 55 páginas. 4,80 euros. Nova. Vicente Luis Mora. Pre-Textos. Valencia, 2003. 187 páginas. 16,35 euros.
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