Mucho relajo
Gran enigma lo del concierto madrileño de Justin Timberlake. Ahora mismo, es la principal figura mundial del pop juvenil -con buenas perspectivas de recoger trofeos en los próximos Grammy, además- y se presenta en un recinto comparativamente tan reducido como el de Pachá. Según el promotor, Pino Sagliocco, se trataba de que su estreno en España -donde no vende grandes cantidades de discos- creara conmoción y dejara mucha gente fuera, abriendo el apetito para una próxima visita. El resultado fue un público mixto: las 500 fans que pagaron cerca de 50 euros, los invitados por la emblemática cadena de comida rápida que patrocinaba la gira y la beautiful que se apunta a estos eventos convencida de que todo lo que trae Pino es, ya sabes, lo más ("y no te pierdas la fiesta posterior").
Justin Timberlake
Sala Pachá, 28 de enero. Madrid.
El concierto en sí también resultó chocante. En vez del espectáculo cronometrado y diseñado milimétricamente que uno podía esperarse de un ex miembro de *NSYNC, nos encontramos con un show de club. Eso sí, el acompañamiento sólo resultaba apto para clubes con escenario amplio: cuatro vocalistas, dos teclistas, un baterista, tres metales, un guitarrista, un percusionista, un bajista que también tocaba teclados. Y el propio Justin, que ocasionalmente se sienta al piano eléctrico y rasguea la guitarra acústica, aparte de dirigir gestualmente a tan extensa banda.
Lo que escuchamos fue un concierto de relajo: media docena de temas en una hora. Si Justin Timberlake gana puntos de credibilidad para sus discos contando con The Neptunes como productores, para los directos ha contratado los servicios de una orquesta de R & B que añade peso a su repertorio. Así, Cry me a river o Señorita se alargan y se espesan. Justin saca rendimiento a su voz menuda, atreviéndose con agudos de soulman. Sabe que tiene justo delante a un público convencido y se desenvuelve con seguridad hablando, cantando o mandando a los músicos: ni siquiera recurre a las coreografías. Además, el miércoles cumplía años: él cantó Las mañanitas y el personal le correspondió con un ferviente Happy birthday.
Cabe mencionar que buena parte de la actuación se consagró a presentar a los músicos, que cumplieron sin prisas con los obligados solos de exhibición. Uno de los trompetistas era descendiente de españoles y convenció a Justin para que gritara "¡Que viva España!", frase que fue seguida por una interpretación de la famosa canción del mismo título, ampliamente coreada por parte de los asistentes. Un momento histórico, supongo.
Como suele ocurrir con los ídolos para teenagers, se celebra que Justin Timberlake tenga ambiciones musicales y que sepa defenderse en lenguajes sonoros adultos. En otras palabras: el pasmo está en que un antiguo novio de Britney Spears dé positivo en controles de expresión personal y pasión por la música. ¡Cosas veredes!
Babelia
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