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Reportaje:EXCURSIONES | Medina Azahara-Valdepuentes

Paisajes hacia la historia

El cerro de San Jerónimo ofrece vistas del presente y retazos de la historia acuática romana en Córdoba

Pocas ciudades andaluzas tienen, como Córdoba, la posibilidad de zambullirse en el verdor de la sierra en apenas dos zancadas para perder de vista sólo lo que puede llegar a molestar de la ciudad: el tráfico, los relojes o el intranquilo gentío. Desde el sendero que empieza justo a la entrada del conjunto arqueológico de Medina Azahara, un camino ancho y bien asentado en la ladera del cerro de San Jerónimo ofrece una de las mejores vistas no sólo de Córdoba, sino de toda la vega del Guadalquivir hasta Almodóvar del Río.

Desterrado el coche en el aparcamiento de Medina Azahara, se eleva un camino hasta el monasterio de San Jerónimo que finaliza con una hilada de cipreses. El monasterio, del siglo XV, es una de las joyas históricas de la ruta que tuvieron que pasar los Reyes Católicos cuando se hospedaron en él. Superado el camino que deja el monasterio a la derecha, aparece una bifurcación que, sin cartel alguno, debe tomarse a la izquierda. Es el momento de entregarse a lo difuso de la vista a secas o sacar unos buenos prismáticos para mayor precisión.

En este camino no hay linces, ni ciervos, ni jabalíes, ni majestuosas aves de carroña. Lo que sí sorprende en este primer tramo del sendero es el paisaje. Desde pocos puntos se puede divisar con tanta claridad desde la capital hasta Almodóvar del Río, situada a pocos kilómetros de Córdoba, e identificable por su imponente castillo medieval. En medio, las nubes juegan con el sol a hacer dibujos en los cultivos de la inmensa vega del Guadalquivir y la épica ciudad palatina de Medina Azahara se presenta como en un plano de arquitecto a los pies del cerro de San Jerónimo.

A un lado del camino, un grupo de vacas y toros atisban a los intrusos. La mirada es fija y parece desafiante. "No hacen nada, las vacas y toros bravos están al otro lado del monasterio", explica Sebastián Cano Muñoz a lomos de un sudoroso Porfiado y seguido de un jadeante can. Sebastián lleva 34 años cabalgando casi todos los días por los caminos del cerro de San Jerónimo y no hace distinciones. "De todo lo que se puede ver, me gusta todo", resume. "No se ven muchos visitantes, si acaso algunos ciclistas", afirma mientras señala la finca que el ex ministro Manuel Pimentel tiene a los pies del cerro de San Jerónimo, a escasa distancia de Medina Azahara. Todo un lujo.

Saciadas las vistas de la lejanía, el segundo tramo del sendero comienza justo en la última postal que ofrece el castillo de Almodóvar del Río. Hay dos opciones. La más complicada, sólo apta para escaladores con ganas de sudar -sobre todo a la vuelta-, es adentrarse en un cortafuego que aparece a la izquierda y que conduce, siempre mirando hacia la derecha, hasta el arroyo de Valdepuentes.

Menos arriesgada y físicamente más salvable es la opción de continuar por el camino asentado hasta que acaba. Comienza entonces un pequeño sendero que bordea la ladera del cerro de San Jerónimo y el de La Desposada hasta que se encuentra el hilo del arroyo de Valdepuentes. A partir de ahí, se acaban las panorámicas y el camino se encauza en un ambiente selvático entre sonidos acuáticos. El sendero continúa parejo al margen izquierdo del arroyo.

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Apenas un kilómetro después de entrar en bosques de almezos y grandes algarrobos entre cantos de confiados y amigables petirrojos, aparece un pasadizo que nos lleva dos mil años atrás. El robusto y macizo acueducto de Valdepuentes desafía el paso del tiempo a través de 18 kilómetros que van desde el arroyo de Bejarano hasta la barriada del Brillante, la opulencia residencial en plena ciudad. Llegó a conducir entre 20.000 y 35.000 litros de agua al día, pero ahora descansa como un anciano reverenciado.

La ruta que gira entorno al cerro de San Jerónimo ofrece un repaso histórico en apenas una hora de camino. La lejanía brumosa del presente y futuro capitalino, el recogimiento de los monjes jerónimos, el esplendor árabe de Medina Azahara y el milagro romano del agua.

Una inmersión en la ciudad califal

- Cómo llegar. Desde Córdoba se sale por la N-431, la antigua carretera que unía Córdoba y Sevilla. En el kilómetro 5 se toma el desvío que conduce al complejo arqueológico de Medina Azahara, donde comienza la ruta.

- Qué ver. Ya que el coche se deja en el aparcamiento de Medina Azahara, es buen momento para visitar el enorme legado que la ciudad califal dejó en Córdoba hace 10 siglos. Es una asignatura pendiente que tienen muchos cordobeses a pesar de que dista sólo 5 kilómetros de la capital. Desde la ruta del cerro de San Jerónimo se divisa a vista de pájaro, aunque no está de más adentrarse en sus laberínticas calles para observar los palacios y dependencias del califa. Cubierta la ruta del cerro de San Jerónimo, a sólo 15 kilómetros se encuentra el castillo medieval de Almodóvar del Río. Su estratégica ubicación, sobre el cerro de la Floresta de 250 metros, ya fue escogida por los íberos. Pero fue en época musulmana cuando tomó su aspecto actual y representó la atalaya inexpugnable desde la que se defendió Córdoba en las luchas de los reinos Taifas. El monasterio de San Jerónimo, construido en el siglo XV y ahora propiedad privada, es difícil de visitar por dentro, aunque el camino de cipreses que conduce a él merece una pequeña parada para observar su majestuosa presencia y la especie de jardín botánico que hay a sus pies, minado de naranjos y palmeras.

- Alternativas. Siguiendo la ruta del cerro de San Jerónimo por el canal de Valdepuentes hasta el puente califal de Los Nogales, se conecta con otro sendero de la sierra de Córdoba. Se trata de otro punto de interés paisajístico y arqueológico, con un sendero ante el que irrumpen torres vigías de época árabe, restos de antiguos monasterios mozárabes, castillos, huertas, lagares o minas romanas.

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