El Valencia acusa el sopapo del Bernabéu
Al equipo de Benítez le afecta el golpe que le dio el Madrid en la Copa y pierde ante un Osasuna mediocre
Malherido como venía del Bernabéu, el Valencia se tambaleó durante una primera parte horrorosa hasta suicidarse con un gol en propia puerta de Pellegrino al filo del descanso. Generoso como nunca, Mestalla se compadeció de su equipo y lo llevó en volandas en el arranque de la segunda parte para que arañara una remontada que no llegó. Un cuarto de hora de entusiasmo propiciado por la chispa del dinámico Xisco. Eso fue todo lo que ofreció el peor Valencia de la temporada. El más vulgar en mucho tiempo. Osasuna tampoco presentó su mejor versión. Simplemente le quitó los tubos al enfermo. Aguirre envió a Webó para que se partiera el alma con los cuatro zagueros locales, a los que acabó por exasperar como ya había sucedido en el encuentro de Copa, y, sobre todo, plantó en el centro del campo a Pablo García, de donde ya nadie nunca lo movió. El rudo centrocampista uruguayo fue el hombre del partido. Por supuesto que por el tipo de choque que resultó: bronco y desagradable para la vista. Pero el caso es que su pie izquierdo fue un poderoso imán que recogió todos los desperdicios de unos y otros, que fueron muchísimos. Al final, sacó de quicio a sus rivales y uno de ellos, Carboni, le metió una plancha brutal que el árbitro castigó con la pertinente expulsión. El lateral italiano mostró su vena pendendiera y acabó de matar a su equipo, que desperdició los últimos minutos en estúpidas reyertas. A falta de fútbol, patadas a granel. Lo peor para el Valencia es que Osasuna ni siquiera necesitó jugar bien: le bastó una actuación más bien mediocre para vencer por primera vez en Mestalla. La prueba es que ni siquiera se vio la elegante zancada de Valdo salvo en una ocasión. Eso sí, la decisiva: una arrancada por la izquierda cuyo centro raso Pellegrino envió a gol con su pierna derecha, estirada en su afán por despejar. Ni Cañizares ni nadie tuvo en ese momento un gesto de consuelo para el zaguero argentino, que volvía a la titularidad tras algunas semanas en las que Marchena se la había arrebatado. Día triste para Pellegrino.
VALENCIA 0 - OSASUNA 1
Valencia: Cañizares; Curro Torres (Rufete, m. 67), Ayala, Pellegrino, Carboni; Angulo, Jorge López (Xisco, m. 55), Albelda, Aimar (Oliveira, m. 77), Vicente; y Mista.
Osasuna: Sanzol; Izquierdo, Cruchaga, Josetxo, Antonio López; Valdo (Gorka García, m. 68), Pablo García, Puñal, Muñoz; Aloisi (Palacios, m. 90); y Webó (Iván Rosado, m. 84).
Goles: 0-1. M. 45. Pellegrino, en su intento por despejar, marca en propia meta tras un centro raso desde la izquierda de Valdo.
Arbitro: Megía Dávila. Expulsó con roja directa a Carboni (m. 86) por una patada a Pablo García. Amonestó a Ayala, Angulo, Albelda, Jorge López, Izquierdo, Valdo y Pablo García.
Unos 45.000 espectadores en Mestalla.
Tan extraordinariamente meritoria como ha sido la primera vuelta de Benítez -por el Valencia no apostaba nadie en la pretemporada-, el técnico ha perdido el buen criterio en la apertura del mercado de invierno. Ayer contribuyó a la deriva de su equipo. Lo vio hundido en el primer tiempo y nada cambió en el descanso. Cuando más sangre fresca necesitaba tras el sopapo del Bernabéu, menos cambios introdujo. Empeñado como está en atizarle a la directiva a la menor oportunidad, el preparador madrileño parece decidido a demostrar que hacen falta refuerzos como sea. Aún a costa de haber marginado injustificadamente al brasileño Oliveira, que no es Ronaldo, de acuerdo, pero le dio cinco goles en los ratos que actuó en la primera vuelta. Todo porque Oliveira fue un fichaje que él desaconsejó. El nerviosismo de Benítez ha alcanzado a los jugadores, que en una semana parecieron haber perdido de golpe toda la autoestima.
Ahí está el caso de Vicente, sin duda uno de los mejores del campeonato, y que apenas pudo ayer desequilibrar por la banda. Otro tanto le sucedió a Aimar, que fue noticia por medir mal pases hasta de cinco metros. Anduvo desafortunado toda la tarde y Benítez lo sustituyó cuando al Valencia le quedaba el último arreón para tratar de empatar. Hubo entonces una imagen para psicoanalistas: camino del banquillo, Aimar buscó en diagonal la mirada compasiva del técnico, pero éste no se la devolvió. Claro que sin Aimar, el Valencia prosiguió su camino hacia ninguna parte. Siguió dando pábulo al patadón. Al balón o a lo que fuera. Entró en acción Carboni y manchó su reputación con una entrada feísima a la tibia de Pablo García. El desgaste físico empieza a notarse en el defensa italiano, que, ante la lesión de Fabio Aurelio, se ha visto obligado a participar, miércoles y domingo, durante los últimos seis meses. Y, claro, la biología tiene sus leyes: en abril cumple 39 años.
El cuadro de Aguirre tampoco aprovechó los espacios para sentenciar. Una vez que lo hizo se encontró Aloisi con toda la portería para él, pero eso ya se ha convertido en tradición: el delantero australiano falla cada año en Mestalla una ocasión sin portero.
Jorge López fracasó como segundo medio centro. Ausentes Baraja por sanción y Sissoko en la Copa de África, Benítez apostó por él como acompañante de Albelda, pero le salió mal. No sólo por culpa de Jorge López, sino porque uno levantaba la cabeza con el balón en los pies y no había nadie a quien pasárselo. Desbandada general. Bastó un partido -el del Bernabéu- para que un equipo que se creía muy guapo y muy fuerte se viera, de pronto, repleto de defectos. Y a eso ha contribuido también el entrenador.
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