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Columna
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Unidad

Miquel Alberola

Si hay que hacer caso al ministro de Justicia, José María Michavila, Mariano Rajoy eligió Valencia como pista de despegue electoral debido a la gran unidad de que goza aquí el PP. Sin embargo, lo flagrante es que vino a hablar de seguridad. De leyes más severas, de reformas en el jurado, de un nuevo código procesal penal, de más policías, de menos permisos carcelarios y de más juzgados. Su visita tenía dos objetivos muy definidos, aunque el denominador común fuera idéntico: trasmitir tranquilidad. No es ninguna casualidad que Rajoy abriese la campaña con un discurso sobre porras, esposas y rejas precisamente en Valencia, donde la tasa de delitos por cada mil habitantes la sitúan como uno de los lugares más peligrosos de España. Y donde, en contraste con otras estadísticas manejadas por la Delegación del Gobierno y el propio Ministerio del Interior que apuntan hacia una disminución de las infracciones, los juzgados acaban de registrar un aumento de delitos del 25%. Rajoy ofrecía cataplasmas a un territorio en el que ya se han aclimatado no menos de tres decenas de mafias europeas y suramericanas, con su correspondiente saldo de crímenes en ajustes de cuentas y delitos relacionados con las redes de prostitución, tráfico de armas o de estupefacientes. Una realidad que no sólo podría estropear el forjado oficial de postal turística de Fitur, sino resquebrajar la bolsa de votos del PP en un momento tan decisivo para Rajoy y su partido. Por lo demás, Michavila quería decir lo contrario que declaraba, que es lo que corresponde a cualquier político que se precie. Y a eso vino también Rajoy. El PP valenciano cierra filas ante el 14-M, pero también para que no se vea el abismo que está abriendo en su interior su propia geología orgánica. Eduardo Zaplana no quiere soltar el bocado ni que le ocurra como a Francisco Álvarez Cascos en Cantabria (por cierto, ¿arrojaría Zaplana la toalla por amor? ¿Incluso por despecho?). Así, la herencia orgánica de un Carlos Fabra que embiste a la prensa con media estocada hundida en el lomo plantea un encarnizado combate para el control del próximo congreso. Ésta es la plaza del PP más frágil para Rajoy. Por lo uno, por lo otro.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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