El Alavés recupera la gloria
El equipo vitoriano apela a las virtudes del pasado para ganar al Celta, que no supo explorar las carencias defensivas del rival
"¡Que se arrepientan!", -decía Téllez-, "quienes eligieron al Alavés" como rival apetecible. Y le tocó en suerte al Celta, un equipo metido en apuros ligueros, con la cabeza en muchos sitios y las dudas en todas partes. El Alavés le metió más de las que tenía con un fútbol ágil, variopinto, veloz y con Rubén Navarro, un chico siempre discutido, convertido en verdugo de todas las artes (ejecutor y ayudante).
Lotina rebajó la graduación del enfrentamiento al afirmar que el Alavés tiene la mejor plantilla de Segunda División. Y eso, evidentemente, es una garantía. Y lo fue a pesar de que el Celta fue capaz de adueñarse del partido en un santiamén. Con un trivote peleón (Giovanella, Luccin, Vagner), acotó el campo y exploró las carencias el Alavés que radicaban en el juego aéreo, tanto como erraba el Celta en las paredes veloces.
ALAVÉS 4 - CELTA 2
Alavés: Juan Pablo; Coira, Téllez, Ochoa, Ángel; Edu Alonso, Turiel, Pablo, Magno (Iván Alonso, m. 64); Vucko (De Lucas, m. 76) y Rubén Navarro (Kiko, m. 69)
Celta: Cavallero; Ángel, Sergio, Cáceres, Israel; Giovanella, Lucin, Vagner (Mostovoi, m. 45); Edu (Gustavo López, m. 45), Pinilla (Milosevic, m. 62) y Sylninho.
Goles: 0-1. M. 8. Libre indirecto de Luccin que cabecea Pinilla cogiendo la espalda a Téllez. 1-1. Contragolpe del Alavés que acaba con un cnetro horizontal de Magno que empuja Rubén Navarro. 2-1. M. 38. Libre directo de Rubén Navarro que se cuela por la escuadra. 2-2. M. 48. Centro de Sylvinho, falla Ochoa en el despeje y Pinilla empuja desde el suelo. 3-2. M. 51. Taconazo de Magno y Rubén Navarro bate a Cavallero. 4-2. M. 53. Jugada al primer toque que axcaba con un cabezazo de Rubén Navarro a Magno que empalma sobre la marcha.
Árbitro: Pérez Burrull. Amonestó a Turiel, Ángel
Unos 10.000 espectadores en Mendizorroza
A los ocho minutos comenzó el toma y daca. En una jugada previsible, Pinilla encontró un cabezazo donde naturalmente había un despeje de Téllez, muy estático. Pero el Alavés siguió a lo suyo, con jugadores móviles, de esos que le iban muy mal al estatismo del Celta y encontró el empate gracias al ingenio de Magno para rebañar un mal pase y convertirlo en una asistencia a Rubén Navarro que inauguraba su gran noche con tres goles .
El partido lo tenía en la cabeza el Alavés: variado, impetuoso, incluso voluptuoso en ocasiones. Lo único que no controlaba era el juego aéreo y a pesar de que Rubén Navarro se sacó un zapatazo precioso en un libre directo magistral, el Celta seguía insistiendo en el fútbol de las alturas. Tanto que un centro desesperado de Sylvinho acabó en gol por la inexperiencia de Ochoa y el oportunismo de Pinilla. Eso era el partido: la voracidad del Alavés y el oportunismo del Celta.
Pero el Alavés cree en sí mismo. Por más que su entrenador rebaje la Copa por las urgencias de la Liga, el equipo vitoriano cree en sí mismo, recuerda Dortmund (final de la UEFA), el Bernabéu (cuartos de final de 1997/98), las últimas gestas que le rescataron de la humildad y del anonimato.
Sólo quien cree en sí mismo es capaz de sobreponerse a dos sopapos. Entre Magno y Rubén Navarro resolvieron la trifulca . Primero el brasileño asistió al español y luego se intercambiaron los papeles. Todo con tacto, todo bien pensado, todo bien resuelto, con una precisión que excedía en mucho el nivel que se supone a un equipo de Segunda División.
Lotina, abrumado, decidió apostar por todo. Es decir, por Mostovoi, por Gustavo López, por Milosevic. La eliminatoria se estaba hundiendo y el partido respiraba por los poros de la camiseta del Alavés. Tanto, que incluso el Alavés se permitió el lujo de seguir concediendo favores en defensa, marcando horriblemente mal, fallado lamentablemente en los balones altos.
La cuestión era que el Alavés tenía el partido en las venas y con el marcador a favor, remontando adversidades, elevó su autoestima hasta niveles insospechados. En el toma y daca, con el 4-2, con el hat trick de Rubén Navarro, tenía mucho que ganar.
No es el Alavés un equipo fácil de destruir en el partido de vuelta. Pueden cambiar los entrenadores pero el espíritu permanece y ciertamente el equipo vitoriano ha interiorizado cómo se gestionan los partidos, los goles dobles, las mínimas ventajas.
Así, en cuanto remontó en el marcador, fue otro Alavés, más obrerista, más entregado a la faena, menos brillante, pero más incómodo para un Celta cada vez más espeso, más gris, quizás más resignado, con menos ideas. Las decisiones tácticas, razonables en el caso de Lotina para salvar los muebles, suelen tropezar con las virtudes anímicas, implacables cuando se acaricia la victoria. Y en ese duelo voraz, se hilvanó un partido interesante y caliente que le dejó al Alavés a las puertas del éxito, que es tanto como decir que de su pasado y no se sabe si de su futuro. Si, quizás el Celta se arrepintió. Lo tiene que pensar para la vuelta.
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