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Tribuna:
Tribuna
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Las orejas del lobo

Preferiría que no y le rogaría a Dios, si no fuera demasiada arrogancia, que se aleje el lobo, que remita la inquietud, que todo haya sido una pesadilla fugaz, una alarma de retazos dispersos. Vino y rosas. Vino y rosas y me sobran las rosas.

¿Debería sorprenderme que mis gobiernos -el local, el autonómico, el central- no parezcan estar preocupados por la posible presencia de los lobos? Ahora bien ¿sé yo cosas que ellos no saben o saben ellos cosas que yo no sé? Lo primero es harto improbable, faltaría más. Uno tiene sus dudas pero conoce sus límites y sus limitaciones. ¿Con qué bagaje le diría uno al señor Rajoy quítese usted para que me ponga yo? Antaño se decía que todo español lleva un rey dentro, pero si eso fue verdad, hoy estamos narcotizados para in sécula. Con todo, un reconcomio anda suelto.

¿Puede que haya una desbandada de multinacionales? Grítenos que no, señor Rajoy, señor Camps; devuélvanos la inopia. ¿Cómo se atreve Samsung, cómo se atreve Philips, cómo se atreve Nissan...? Ingratos. Les damos subvenciones, les mimamos y agasajamos y llegados a un punto, nos creemos que son de la familia, que han echado raíces y han unido al nuestro su destino. Hemos querido olvidar que si una multinacional tiene un producto exitoso y otro todavía más exitoso, es perfectamente capaz de hacerse la competencia a sí mismo, y arruinar el producto no tan exitoso para darle mayor ímpetu al más exitoso. Y si eso exige el traslado de una factoría, si te he visto no me acuerdo. Maniobra que ya hemos sufrido más de una vez en nuestras propias carnes, pero bien entendemos que el dinero, como el cerdo, es para el engorde.

Además, nosotros hacemos lo mismo. Llevamos nuestras fábricas a China, a Marruecos y adonde se tercie. Al África profunda no, pues aunque les hiciéramos trabajar 16 horas diarias por una mala y corta pitanza, no saldrían las cuentas. Un seminómada ante un telar moderno, acaso sin agua y seguro que sin carreteras, pero con sangrientas revueltas tribales que son el pan nuestro de cada día. El dinero está hecho para cualquier paz y cualquier estabilidad, como bien se sabían Hobbes y Locke y así lo dejaron escrito y bien escrito. Niñas sin clítoris y con sida, qué mano de obra es. Nos vamos allí donde los riesgos están compensados por los bajos salarios y no llega la OIT, cuyos brazos en modo alguno compiten con los del gigante Briareo.

De modo que si se van nuestras empresas, ¿a qué extrañarse de que se vayan las ajenas?, podría decir el Gobierno, si no lo ha dicho. Claro, dice el reconcomio. Pero luego, un señor del tripartito catalán, queriendo tranquilizarnos, nos fastidia el ánimo. Va y dice que hay que modernizar la industria turística, que eso compensará... Se va la electrónica, viva el turismo. ¿Acaso no es fuente de riqueza en la sociedad posindustrial y del ocio? Todo un canto a la resignación. Mientras, Lear Corporation deja sin trabajo a sus 1.100 empleados en Cervera y se va a Polonia. Cables de automoción, tecnología media. En el Este, los salarios son de miseria en comparación con los españoles, que a su vez no son el no va más al lado de los europeos de la mayor parte de la UE. Y a mayor abundamiento: "... Países como Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia, no son simples competidores por bajos salarios, sino que están realizando ya políticas industriales y destinan importantes recursos a la investigación". Los sabíamos, en realidad algunos de ellos tienen mayor tradición industrial que España.

Hablando ya en plata. El despertar del sueño triunfal puede ser catastrófico y no estar muy lejano. Recuerdo haber escrito hace unos años -sin que eso me convierta en profeta, pues ya el proceso estaba en marcha y era visible para quien quisiera verlo- que España se estaba convirtiendo en un país sándwich. Demasiado avanzado, política, social y económicamente, para competir con los que vienen a la zaga y que, en manos de las multinacionales, amenazan con desbordarnos con sólo no dejar muy atrás la ley de bronce de los salarios. Y demasiado atrasados para emprender una reconversión del tejido productivo, orientándolo hacia aquellos productos cuyo componente salarial no sea un factor decisivo en el mercado. Diseño, redes comerciales, buena distribución, etc. No van al meollo del asunto, pues también los otros se están poniendo al día. Lo que necesitamos es capital tecnológico y capital humano, es decir, inversiones en investigación, desarrollo e innovación. No son países como Marruecos o Chile, ni incluso la gran factoría del mundo, China, nuestros más duros competidores. Estados Unidos ya no se molesta en fabricar electrodomésticos, al menos, no en su territorio. Son baratijas. No aspiramos a tanto, pero sí debemos aspirar a distanciarnos de nuestros perseguidores e integrarnos en la economía del primer mundo, si es que despertamos a tiempo del letargo, que cada día es más dudoso.

Hay factores, por si algo faltaba, no relacionados con el coste de la mano de obra. La inestabilidad en el País Vasco disuade a multinacionales lejanas, pero no tanto a las del entorno español y europeo. El marco tributario, las famosas vacaciones fiscales (exención del impuesto de sociedades durante 10 años) han atraído a Euskadi a un centenar de empresas españolas y europeas, según informa EL PAÍS. Leyendo esto, uno sonríe pensando en la reacción del señor Carod-Rovira, quien pide una legislación más enérgica contra las multinacionales fugitivas. También recuerda uno que hace años, aquí en Valencia, EU quería impedir la implantación de multinacionales por estos pagos. Ponerle puertas al campo, en ambos casos. Por supuesto que, más tarde o más temprano, estas grandes empresas tendrán que aceptar una legislación impulsada por presiones externas e internas. Saben ellas que los recursos de toda índole se acaban y que de no humanizar más pronto que tarde el contexto, nadie saldrá ileso de la hecatombe.

Mientras tanto, cogidos entre dos fuegos, aquí seguimos mirándonos el ombligo. En Valencia, planes, proyectos, algún esfuerzo disperso y alguna denuncia taxativa, como la de Olivas cuando fue presidente interior del gobierno autonómico. Una universidad sin fondos, un empresariado timorato o sin ganas, una administración que no sabe bien qué camino tomar. Y no hay plazas de camareros para todo el contingente laboral.

Manuel Lloris es doctor en Filosofía y Letras.

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