La toma del castillo
Las sierras que rodean Jaén guardan secretos ocultos, muestras de arte rupestre y excursiones con encanto poco conocidas
A tan sólo media hora de Jaén, las sierras que circundan a la capital esconden una serie de rutas que trasladan al excursionista, basta con un poco de imaginación, a un paseo por la historia. Pinturas rupestres, castillos que resisten al paso del tiempo y pueblos fantasmas se dejan entrever siguiendo la carretera que desde la capital conduce hacia el pantano del Quiebrajano, y el antiguo camino que llevaba a Granada. Es una zona bien conocida por los amantes de la escalada y considerada una de las mejores de toda la geografía nacional. Aunque la excursión atraviesa un barranco, hay que desterrar de la mente cualquier imagen relacionada con desfiladeros peligrosos que hagan pensar que se está ante un recorrido difícil.
La ruta que finaliza con la toma del castillo de Otíñar, recurriendo a su origen como vigía y fortaleza árabe que alertaba de la presencia del enemigo, comienza en el Puente de la Sierra. Ésta es una zona residencial situada a una decena de kilómetros en el sureste de la capital. Dejando atrás las casas que se esconden entre olivares de montaña y adentrándose en la sierra, se llega a un cruce. Desde aquí hay que tomar la dirección que indica que el pantano del Quiebrajano, uno de los que se abastece la capital, se encuentra a 13 kilómetros de distancia. Desde este momento se empieza a ascender por una carretera de montaña que deja atrás olivos para empezar a resaltar la grandeza de los picos de las sierras con una impresionante vistas de valles y barrancos.
Por esta carretera que conduce hasta el camino por el que se debe proseguir a pie hasta el castillo de Otíñar, es frecuente encontrar con numerosas ciclistas en sus bicicletas de montaña, ya que la carretera es una de las mejores para la práctica de este deporte.
Después de varios kilómetros ascendiendo, comienza el descenso y los pinares empiezan a ser más numerosos. Tras otros cinco kilómetros de descenso, y siempre en dirección al pantano, se llega a una recta en la que se divisa una casa con pintadas de Ecologistas en Acción que recuerdan que hay que ser mantener limpio el monte. Justo en frente de esta casa, se abre, entre dos paredes inmensas, un carril amplio de piedras por el que hay que ascender a pie. Se trata del barranco de la Tinaja y es conocido por el abrigo rocoso que se encuentra en la pared de la derecha, si se deja la carretera a la espalda. En este refugio se puede ver una serie de signos geométricos, como espirales y círculos, llamados petroglifos, y varias figuras grabadas en roca que han dado lugar a que a este lugar se le conozca como "la catedral del arte rupestre". Entre las figuras destaca la imagen de una venus rolliza, propia de los pueblos agrícolas que rendían culto a los dioses que protegen la fecundidad.
El camino pedregoso que se adentra en la montaña se abre hacia la izquierda. Entonces, a lo lejos sobre una cima, se ve un torreón bien conservado al que le rodean restos de murallas y otras torres. Las dos paredes que limitaban la visión se dejan a un lado para mostrar un campo abierto. Desde aquí no hay más de media hora hasta llegar al castillo de Otíñar, declarado monumento en 1993. El camino se caracteriza por una suave pendiente, que se complica algo en el último tramo por las piedras que se encuentran a las faldas de castillo. Pero prestando atención es fácil escalar hasta la fortaleza que comunicaba el antiguo camino de Granada con el Castillo de Santa Catalina de Jaén. Cuando se llega hasta el torreón que aún se conserva en pie, se encuentra un paisaje que combina el verde de los pinos con la aspereza de la piedra. También se pueden ver grupos de encinas y matorrales, entre los que destacan los romerales. Pero lo que hipnotiza al excursionista es el silencio al contemplar una excelente vista del valle del Quiebrajano, sólo roto por el aullar del viento y los sonidos de las verajillas, unas aves negras similares a los cuervos.
Un pueblo fantasma
- Cómo llegar. Desde la ciudad de Jaén hay que tomar la carretera en dirección al Puente de la Sierra, JV 2222. Después de unos siete kilómetros, se atraviesa la zona residencial hasta un cruce. Aquí se debe seguir la carretera que se adentra en la sierra en la dirección que señala hacia el pantano del Quiebrajano. Después de un par de kilómetros de ascenso, la vía desciende hasta una recta en la que se divisa una casa de Ecologistas en Acción. En frente, comienza el camino por el Barranco de la Tinaja.
- Qué ver. Si se continua avanzando en el camino que lleva al castillo de Otíñar se puede llegar a la aldea de Santa Cristina, popularmente conocida como el pueblo de Otíñar, y en los últimos tiempos, como el pueblo fantasma. Hoy día, sus calles, casas, la escuela y su iglesia se encuentran deshabitadas. Esta villa llegó a tener alcaldía durante la época de la Reconquista y estaba íntimamente ligada a su castillo. Su época de mayor esplendor responde a la primera mitad del siglo XIX, cuando su dueño, Jacinto Cañada Rojo, consiguió una cédula Real de María Cristina de Borbón para que Otíñar se llamase Villa de Santa Cristina. A principios del siglo XX comenzó el declive de Otíñar hasta su despoblación y abandono.
- Senderos alternativos. Volviendo a la intersección del Puente de la Sierra, una señal indica que a pocos kilómetros se encuentra la Cañada de las Hazaillas. Tras cuatro kilómetros de ascenso, se llega hasta un lugar de recreo y esparcimiento, donde se encuentra el Aula de la Naturaleza de la Cañada de las Hazaillas, destinada a actividades de educación ambiental. En ella se realizan distintos talleres relacionados con el medio ambiente y su conservación. El centro dispone de profesionales especializados en desarrollar actividades didácticas en la Naturaleza.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.