Una muestra reivindica la pintura de Manolo Gandía
La retrospectiva presenta una veintena de obras de un artista "incomprendido y olvidado"
Manolo Gandía (Bilbao 1955-1990) fue un pintor "desconocido, un olvidado y un incomprendido", en palabras del critico de arte José Luis Merino. Sacarle de esa oscuridad y de una imagen reducida a su trabajo como cartelista y publicista es el objetivo de la retrospectiva que la sala de exposiciones de la BBK en Bilbao (Gran Vía, 32) presenta desde ayer y hasta el 21 de marzo y de la que Merino es comisario.
La muestra -"un acto de justicia", según su responsable- reúne 21 cuadros fechados entre 1977 y 1987 y seis ilustraciones que realizó para El guardián de las moscas, un relato del propio Merino. La mayoría son lápices de colores sobre papel, aunque también hay acrílicos sobre lienzo en una colección que mezcla retratos, imágenes de fauna, electrodomésticos, reminiscencias del arte pop, estampas bilbaínas y looks almodovarianos. Una propuesta que en su día sería tildada de posmoderna y por la que no pasa el tiempo, defienden sus valedores.
"Aquí hay alegría, sorpresa y actualidad. Algunas cosas están hechas hace 20 años y parecen de ahora, de hace 15 días. Tiene un sentido del color, del dibujo, de los temas, de la moda, ligados al modernismo. En el fondo no vendió nada, fue despreciado, porque era un poco avanzado, pero ahora sería el rey del mambo", enfatiza el comisario de la muestra.
En cuanto a estilos, "hay fotorrealismo, hay post-pop, hay casi hiperrealismo sin llegar a serlo, algo de surrealismo y mucho disparatamiento y ganas de hacer lo que quiere", apuntó Merino.
Para el comisario la idea motriz de Gandía fue de alguna forma: "Si yo no vendo, por lo menos pinto lo que quiero". Y aunque "viviera amargado, porque era consciente de que era un incomprendido, es el pintor de la sonrisa, de la beautiful, de la gente bien guapa", concluyó.
Gandía se licenció con la primera promoción de la Facultad de Bellas Artes de Bilbao y ejerció como profesor de dibujo en el Instituto de Erandio. Su legado permanece, de forma mayoritaria, en manos de sus familiares y no se exponía al público desde que el Museo de Bellas Artes de Bilbao le reservase un hueco en 1992. Sí se ha podido contemplar el mural que pintó, junto a Juana Cima, en el vestíbulo del Hospital de Basurto.
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