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Cada extranjero envía como remesa a su país más de 300 euros mensuales

Carlos E. Cué

Uno de los apartados del especial sobre inmigración de Papeles de Economía Española se centra en el negocio financiero que generan los extranjeros. Los datos extraídos demuestran la importancia que tiene el fenómeno de las remesas que envían a sus familias los inmigrantes, especialmente los que provienen de los países más pobres. El volumen total del dinero que los extranjeros sacan de España para ayudar a los suyos alcanza los 2.300 millones de euros anuales, según los datos facilitados por Joaquín Aranda, del servicio de estudios de Caja Murcia. El crecimiento de esta cifra, como el de la presencia de inmigrantes en España, es exponencial, ya que se ha multiplicado por 2,5 en los últimos cuatro años. Retrocediendo algo, las cifras son aún más espectaculares. Esas remesas han pasado de los 312 millones de euros de 1994 a los 2.300 actuales, con un crecimiento muy fuerte a partir de 1999.

Cada extranjero envía unos 322 euros mensuales, de media. Eso supone unos 3.864 euros anuales por cada extranjero, siempre según una simple división que el propio estudio asume con cierta cautela, aunque la da por muy aproximada a la realidad. El informe se centra en tres nacionalidades para entender la importancia de las remesas en la economía de los inmigrantes. Casi todos los extranjeros envían dinero a sus familias. De hecho, lo hacen el 98,4% de los ciudadanos de la República Dominicana que trabajan en España, el 97,1% de los que provienen de Ecuador, y el 90,8% de los colombianos.

Eso supone también un gran negocio para las llamadas remesadoras, empresas que se encargan de enviar ese dinero, que tienen, según este estudio, más del 80% de este mercado, en el que ahora tratan de entrar las entidades financieras.

La incorporación de los inmigrantes al mercado laboral es muy importante, pero no homogénea entre nacionalidades. Así, mientras el 81,5% de los extranjeros procedentes de Iberoamérica están dados de alta en la Seguridad Social, esa cifra baja al 59,2% entre los africanos y al 58,7% entre los asiáticos. La única explicación son los comportamientos sociales diferenciados, según el estudio.

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