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Reportaje:

Del retén al encierro

Diez policías de San Fulgencio llevan encerrados desde el martes en contra del gobierno local, que les impedía llevar barba

Diez policías de San Fulgencio (Vega Baja) permanecen encerrados desde el martes en la iglesia del pueblo para protestar por el trato que les dispensa el nuevo equipo de gobierno, del PP. La composición del ejecutivo local varió el 30 de noviembre como consecuencia de una moción de censura. Josefa Mora, del PP, es la nueva alcaldesa. Desde entonces, según los agentes, el clima de normalidad se ha visto truncado y los funcionarios e interinos sufren "un incesante acoso de la concejal de Policía y de la alcaldesa", explica Cristóbal Rodríguez en nombre de los diez agentes que permanecen recluidos en la iglesia. Las divergencias empezaron a advertirse desde la investidura de la alcaldesa, a raíz de ciertas sugerencias, primero, e imposiciones, más tarde, que no agradaron a los agentes. "Nos controlaban exhaustivamente los servicios y hasta nos perseguían en nuestras patrullas de vigilancia diarias", dice Cristóbal.

El conflicto estalló, sin embargo, cuando la primera edil anunció su propósito de introducir en el funcionamiento interno de la Policía Local una "escala de mandos". En la práctica, la medida consistía en "imponer cuatro oficiales y un intendente de fuera", matiza Cristóbal Rodríguez, "personas que nada tienen que ver con la plantilla actual y que impedirán el ascenso por promoción interna que nos corresponde". El desencuentro entre policía y gobierno ha derivado en la promulgación de normas que los agentes encuentran "hilarantes e irracionales".

El último imperativo obligaba a los agentes a efectuar sus rondas completamente afeitados, "coartando los derechos de los que llevamos barba", denuncia Cristóbal. Ante las airadas protestas que suscitó la medida, la alcaldesa flexibilizó su postura y, "en un alarde de indulgencia", ironiza este agente, "nos permitió patrullar con barba". El esmero en la higiene será menor mientras dure el encierro, de carácter indefinido. Los diez agentes que viven en la iglesia comparten un único aseo sin ducha. Duermen en colchonetas y cumplen escrupulosamente sus turnos de trabajo, porque "la gente no tiene culpa de nada". Su causa ha movilizado a un grueso considerable de la población. "Nos traen comida, tortilla de patatas, pizzas y frutas, y hemos recibido llamadas de solidaridad de policías de otros pueblos". Sólo falta que la alcaldesa también se compadezca. De momento, ya ha desistido de imponer la controvertida escala de mandos. El gobierno local ha sido abucheado estos días que el pueblo está en fiestas. El sábado, durante la alborada, los ediles esquivaron a los vecinos para evitar los pitos.

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