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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El susurro de lo insignificante

No extraña que las novelas de Wilhelm Genazino (Mannheim, 1943), a pesar de provenir de un escritor de sólida trayectoria, hayan pasado, hasta hace muy poco, relativamente inadvertidas en el colmado baúl literario alemán. A contracorriente de la predominante narrativa de argumento, se despliegan desde la quietud de la observación minuciosa y la reflexión crítica, auscultando los latidos de lo inerte, el susurro de las cosas insignificantes, la temperatura afectiva de nuestro mundo técnicamente perfecto. Sus temas son la soledad y la muerte; sus protagonistas, los objetores de la sociedad del éxito, debatiéndose sin fuerza con los agravios y humillaciones cotidianos, concientes de la fragilidad de una existencia que se supone materialmente segura.

UN PARAGUAS PARA ESE DÍA

Wilhelm Genazino.

Traducción de Beatriz Galán Echevarría

Galaxia Gutenberg

Barcelona, 2003

184 páginas. 14,90 euros

MUJERES CANTANDO SUAVEMENTE

Wilhelm Genazino. Traducción de José Luis Reina Palazón

Bassarai. Vitoria-Gasteíz, 2003

143 páginas. 12 euros

Genazino se ha perfilado como pensador del sujeto posmoderno enajenado, profundidad que disimula hábilmente con una escritura aparentemente sencilla y razonamientos transparentes que por momentos se densifican hasta grados inusuales de brillantez aforística. Desde el éxito comercial de Un paraguas para ese día, finalmente también las editoriales extrajeras se han fijado en este hermeneuta de lo incidental. En un año se han publicado en España dos novelas que se suman a la lúcida introspección autobiográfica sobre la vergüenza y la relación con los padres que es El amor a la simplicidad (Mondadori, 1993).

La primera, Un paraguas para ese día, posterior a Mujeres cantando suavemente, se distingue por el equilibrio ingrávido entre letra y partitura, entre la psicopatología del urbanita y el lenguaje agraciado y preciso con que se aligera este grave relato de una desintegración psíquica y social. El autor, además, hace gala de una singular delicadeza con la que recogen los "errores bochornosos del día a día" padecidos por el protagonista, un doctor de filosofía que sobrevive como probador de zapatos de lujo. Este flâneur profesional, deliberadamente dislocado, reflexiona sobre su paulatina degeneración anímica, mientras pasea por el anónimo centro de Francfort: "Salgo de casa por segunda vez en este día porque no hay otro modo de escapar de las chifladuras de mi cabeza. No puedes llevar siempre una vida de distracciones, me digo a mí mismo a media voz. Debe de haber para ti otra pasión que la desaparicitis".

Esta incipiente salida de con-

texto vitales reconocibles constituye también el punto de partida de Mujeres cantando suavemente, donde se siguen las peripecias callejeras de un cincuentón que también deambula por Francfort. A pesar de que todos los relatos de Genazino se parecen enormemente (y coinciden en detalles), no caen nunca en la trivialidad o la repetición. Con un vuelco imperceptible, la novela pasa de la desarmante sinceridad de las vivencias subjetivas a la memoria de la culpa histórica de los alemanes. Mientras el paseante se distrae con la observación de transeúntes y objetos en la calle, elabora su "discurso interior", una meditación sobre la pregunta: "¿Con cuánto saber de crueldades podemos seguir viviendo?". Un viejo sombrero de señora le obliga a reconstruir en su mente la vida y el asesinato de Fritzi Antschel (la madre del poeta Paul Celan) en un campo de trabajo nazi: "Mi discurso interior me simula a veces que todo lo que ha ocurrido está todavía verdaderamente por ocurrir. Por ello estoy sentado ahora aquí con Paul en la cocina de la casa materna (...

) Mi discurso interior y el miedo en él me mueven hacia su punto culminante, y ése está separado de cualquier hablar". (La prosa del autor es diáfana, no así la traducción). En el extraordinario universo literario de Wilhelm Genazino, el desvío ocioso lleva al ciudadano a un pensamiento responsable; desde la contemplación de lo aparentemente insignificante se recupera una visión de conjunto y un sombrero es capaz de inducir al cultivo de la memoria colectiva. Magnífico.

El alemán Wilhem Genazino en Barcelona, con motivo de la presentación de 'Un paraguas para ese día'.
El alemán Wilhem Genazino en Barcelona, con motivo de la presentación de 'Un paraguas para ese día'.EFE

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