Tania y Freddy
Aunque parezca el nombre de una pareja de trapecistas, Tania León (La Habana, 1943) y Freddy Kempf (Londres, 1977) son un par de músicos de una pieza. Ella, compositora y musicóloga de prestigio, además de excelente directora de orquesta. Él, antiguo niño prodigio que parece haber pasado ese sarampión sin cicatrices y que justificó la programación de una obra como el Concierto número 1 de Rachmaninov, hoy un poco arrumbada pero que, tocada así, da gusto escuchar. Ningún problema técnico, no faltaba más, pero, sobre todo, un concepto riguroso, alejado de la pirotecnia y en la línea del Rachmaninov que reivindican hoy pianistas como Grimaud, Kocsis o Zimerman, es decir, dotado de una emoción que antes, para despistar a los más sensibles, los duros de corazón confundían con la trampa.
Orquesta de la Comunidad de Madrid
Tania León, directora. Freddy Kempf, piano. Obras de Ibarra, Rachmaninov y Haydn. Auditorio Nacional, 13 de enero.
El concierto empezó con la sombría Segunda Sinfonía de Federico Ibarra (México DF, 1946), que se estrenaba en España y que para el gran poeta Xavier Villaurrutia era "un ruido sordo, azul y numeroso, preso en el caracol de mi oreja", con lo que, esta vez, la palabra explicaría mejor los sonidos que éstos a sí mismos. Para concluir, una refrescante Sinfonía número 87 de Haydn. Tania León es maestra de gestos económicos y claros y con ellos transmite un sentido del ritmo, una continuidad cantabile y una vitalidad que evocan inevitablemente cómo traducía Leonard Bernstein la música del autor de La creación. La orquesta se contagió de semejante efusividad y los solistas de viento, a los que aquí Haydn trata con una deferencia digna de tan buena causa, lucieron empastados y seguros. Entre todos consiguieron eso que a veces, cuando nadie nos oye, le pedimos a la música: que nos haga un poco más felices.