Dieciocho veranos con Leopardi
Los lectores de poesía están de enhorabuena: dentro de unas semanas saldrá en Edicions 62 la edición completa, en traducción al catalán de Narcís Comadira, de los Cantos de Leopardi. Pueden decirse muchas cosas de Giacomo Leopardi (1798-1837); por ejemplo, que es el poeta del dolor universal, del romanticismo italiano, de la modernidad europea y de la infelicidad innata del hombre. Tampoco es desacertado decir que, así como Nabokov es el novelista de los novelistas, Leopardi es el poeta de los poetas y que son muchos los escritores que se han rendido a la fuerza de sus escritos. Entre los poetas catalanes, vale la pena recordar que Gabriel Ferrater tenía al Zibaldone de pensiere como su Biblia particular y que Josep Carner, Carles Riba, Salvador Espriu y Màrius Torres, entre otros nombres destacados de nuestras letras, dejaron escrita su admiración por el autor de los Cantos. Entre los poetas actuales, la admiración no disminuye, y ahí están los textos de Rafael Argullol, Antoni Marí, Pere Gimferrer, Rossend Arqués y del mismo Narcís Comadira para corroborarlo. La traducción de los Cantos de Comadira viene, por tanto, a subrayar la especial relación que siempre ha habido entre Leopardi y Cataluña.
Hay traducciones que requieren tiempo y ambiente adecuado. Narcís Comadira ha empleado 18 veranos en los 'Cantos' de Leopardi
Hay traducciones que requieren, además de tiempo y buen oficio, un ambiente adecuado. Esto es lo que le ha pasado a Comadira con la de los Cantos de Leopardi. La idea de traducir los Cantos al completo surgió en 1985, a raíz de una traducción parcial que el poeta hizo para una antología de poesía italiana que publicó Empúries. "Fue entonces cuando el editor Xavier Folch me sugirió que podría traducir todos los Cantos", recuerda Comadira. "No me pareció mala idea, pero le dije que lo haría sin prisas, a mi ritmo. Y así ha sido. Cada verano, cuando me iba a Mallorca, dedicaba el mes de julio a la traducción de los Cantos. Más que 18 años, pues, han sido 18 veranos; o, mejor dicho, 18 meses, 18 julios, que tampoco es tanto. Cuando se celebró el bicentenario del nacimiento de Leopardi, en 1998, se planteó la idea de acelerar la traducción, pero la desechamos. Preferí ir a mi ritmo".
Narcís Comadira tenía 43 años cuando empezó la traducción; ahora tiene 61. Han sido 18 años conviviendo con los Cantos y con Leopardi. Mientras, ha seguido publicando libros de poesía, ha estrenado obras de teatro y ha hecho varias exposiciones de su pintura, además de consolidarse como uno de los grandes de la literatura catalana actual. Si alguien lo duda, puede acudir al volumen Formes de l'ombra, que reúne su poesía completa publicada entre 1966 y 2002; por otra parte, los lectores de EL PAÍS pueden seguir cada semana los elegantes matices de su prosa en el Quadern. A lo largo de estos últimos años, por cierto, ha sido inevitable que Comadira hiciera, en sus artículos en el Quadern, algunas referencias a Leopardi, el poeta que murió a los 38 años después de haber permanecido encerrado tanto tiempo en su pueblo de Recanati. "Finalment he anat a Recanati", decía en uno de ellos. "Amb la traducció dels Cants de Leopardi aturada, necessitava un impuls per arribar al final. No sé, però així ho espero, si aquesta visita a la ciutat natal del poeta, a la seva casa, a la seva biblioteca, seran suficients per contrarrestar la paràlisi traductora en què em trobo, una paràlisi que segurament sorgeix de la pròpia poesia leopardiana, desolada i negativa, capaç d'induir a qualsevol lector, per poc profunda que sigui la lectura, a una depressió estranya".
En Recanati, Comadira palpó el dolor del poeta y encontró fuerzas para continuar con una traducción que amenazaba con eternizarse, al tiempo que supo conectar con el escenario del poeta de la crisis moral. "Pels lectors del poeta", escribió en otro artículo, "la visió de Casa Leopardi no fa sinó corroborar allò que havíem llegit als poemes. No hi ha cap sorpresa, per cap costat (...). La Casa Leopardi, d'alguna manera, encara fa olor de gra i de vi. Alguna cosa així com aquella olor que feien -no sé si encara la fan- les velles sacristies barroques de les nostres parròquies importants. Olor de fustes encerades, de roba de lli emmidonada, de pa d'àngel, de canadella plena, d'encens esbravat. Olor de solemnitat una mica resclosida".
Comadira, como puede verse en las líneas anteriores, es un escritor que sabe estar atento a los matices, sean los del cambio de estación, de los olores de la memoria o de los colores de la naturaleza. En este sentido, hasta el 29 de febrero puede verse en Palafrugell, en la sede de la Fundación Josep Pla, una exposición que compara textos de Pla y de Comadira en la que queda explícito hasta qué punto ambos escritores, siendo muy distintos, han sabido transformar en literatura las distintas expresiones de la naturaleza.
Aunque Comadira vivió un par de años en Londres, en los primeros setenta y al volante de un Mini, no hay duda de que Italia (y aquí coincide de nuevo con Pla) es su país preferido. Y de Italia, se queda con Leopardi, y más en concreto con esos Cantos que el gran poeta italiano publicó a lo largo de 11 años, entre 1824 y 1835, y que ahora ha vertido al catalán. Con Leopardi, el poeta de Recanati que escribió unas palabras desoladas que en traducción de Comadira suenan así: "La fortuna ha condemnat la meva vida a no tenir joventut: perquè de la infantesa he passat a la vellesa d'un salt, millor dit, a la decrepitud tant del cos com de l'esperit. No he experimentat mai, des que vaig néixer, ni un sol plaer; l'esperança, alguns anys; des de fa molt, ni aquesta. I la meva vida exterior i interior és tal que, només d'imaginar-la, deixaria glaçats de por els homes". Duro Leopardi, gran Leopardi.
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