El semáforo
La mejor manera de ser un perfecto imbécil es quedarse en casa y poner la televisión. Si se hace esto durante una semana, aprovechando una gripe, por ejemplo, uno puede llegar a la conclusión de que la tierra es un lugar del que desertaron los seres humanos hace tiempo y en su lugar hay una panda de gañanes que se dedican a espiar con quién se acuestan otros tan gañanes como ellos. La mejor manera de ser un depravado es quedarse en casa y poner la tele. Al cabo de tres días de ver programas de testimonios uno creerá que la mayoría de los padres han practicado sexo con sus hijas pequeñas o que todas las cuñadas se han acostado con el marido de su hermana con los niños delante. La mejor manera de ser un paranoico es quedarse en casa, echar el cerrojo y ver programas de sucesos. Al poco, se te meterá en la cabeza que como te ausentes más de tres horas de casa vendrá un camión de mudanzas y se te llevará todos tus bienes sin que la vecindad mueva un dedo. Pero peor, pensarás, será quedarse en casa cuidando dichos bienes porque entonces los ladrones entrarán cuando tú estés y encima te matarán; o puede ser que te compres un perrazo y lo entrenes para atacar, pero que el perro, como persona humana que es, igual se equivoca y en un momento de confusión se te tira a ti y te mata y les hace la mitad del trabajo a los ladrones.
Afortunadamente, en España uno, aún, tiene la posibilidad de relacionarse, pasear, charlar en los bares y mantener su aislamiento, imbecilidad y paranoia a unos niveles aceptables. Pero no ocurre así en Iowa, en Ohio, en Kansas, donde uno se debe de aburrir tanto, tanto, que el único entretenimiento es quedarse en casa viendo la tele, alimentando miedos y pensando que el mejor remedio para la agresión exterior es tener un arma y aplaudirle al presidente el hecho de que marque a los extranjeros con los colores del semáforo: rojo, verde y amarillo, según nuestro grado de peligrosidad terrorista. Y lo gracioso de todo es que al final te acaba matando de un disparo el niño, que también se aburre, la criatura.
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