PSOE, tormentas silenciosas
En el seno del PSOE se ha producido estas navidades un fenómeno singular. Mientras otros tocaban la zambomba, la formación de Pablo Iglesias ha procedido, tranquila pero implacable, a esa labor de limpieza y ordenación que todas las casas necesitan de vez en cuando. Una verdadera tormenta silenciosa, con rayos y truenos bajo control, que ha dejado fuera de juego a "notables", "barones", "baronesas" y otras especies más o menos "históricas" (algunas son menos históricas de lo que dicen, y todavía no sabemos cómo fue que escalaron tan rápido). Sin duda habían caído en la humana debilidad de creerse imprescindibles, o por lo menos intocables, cuando en realidad estaban sostenidos, y sostenidas, por aquel que un día les llamó a su sala de estar, y ahora no ha movido una ceja. Debe de ser muy duro. Lo curioso es que no ha pasado nada, salvo que algunos se han ido a llorar a los periódicos del enemigo, cosa que ya resulta demasiado humana. Y lo triste, que en el parlamentarismo español importe poco, o nada, quiénes van o quiénes vienen. Pero esa es otra historia.
Aun a riesgo de parecer crueles, anotaremos que la sensación que se respira en las filas del partido, salvo excepciones, es de verdadero alivio. Los comités provinciales han apoyado las nuevas listas por abrumadoras mayorías, y en las agrupaciones se ha hablado con libertad inusitada. Ni Felipe González se ha librado de críticas por no acudir a su escaño más frecuentemente.
Será que los cuchillos de hielo del poder sienten una atracción fatal por las espaldas, y desde luego está mal que algunos de los descartados, o desplazados, se enteren de su situación por los periódicos. Pero es costumbre inveterada en el PSOE. Por eso extraña que se extrañen precisamente algunos, o algunas, que eran los encargados de poner en marcha la apisonadora aquella de sus tiempos felices. O que miraban hacia otro lado para no ver los estragos que hacía.
Sólo ha habido un caso que ha producido cierta perplejidad. El de Antonio Núñez, caído de las listas de Sevilla contra todo pronóstico. Pero más parece aquí tratarse de un reajuste provisional. (Hay algún otro). De todos modos, la categoría personal de este médico investigador, de prestigio profesional en España y fuera de ella, quedó patente en su agrupación: "A mí el partido ya me pagó por adelantado al hacerme parlamentario andaluz". Ovación de gala.
La otra tormenta silenciosa es la que se va a producir en el gobierno andaluz. Entre las cesiones a Zapatero para que vaya configurando su equipo, los conflictos internos e institucionales que han provocado algunos miembros del staff, más los necesarios refrescos, a estas horas ya nadie da un euro por la permanencia de más de dos o tres nombres. Todos están a merced del oleaje. En conclusión, que a Chaves se lo han puesto como a don Fernando VII las partidas de billar. O de chapolín, para ser más precisos. Ese billar combinado con agujeros por donde, en cualquier carambola múltiple, hasta las más lustrosas esferas desaparecen de pronto. Y no pasa nada. La política es un juego diabólico, sí, pero al que a nadie obligan. Juegas, ganas, pierdes. Eso es todo.
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