Chailly y Gandolfi: una pareja explosiva
Primoroso, absolutamente primoroso resultó el comienzo del concierto, con una versión lúcida y transparente al extremo de la obertura de La gazza ladra. Era un Rossini de trazo ligero, en el que la levedad se volvía irresistible. Un Rossini juguetón, equilibrado en el dialogo de las diferentes secciones, con un virtuosismo al servicio del discurso musical. El entusiasmo arrebatador de la orquesta se imponía y Chailly llevaba al límite su percepción de un compositor al que le tiene cogido el punto. Iba más allá, si cabe, de su prodigiosa lectura en La Scala de Il turco in Italia de hace unos años. Aplicaba al pie de letra la receta rossiniana de "melodía sencilla, ritmo claro", con un sentido del humor asociado a la ternura. Un Rossini soñado, se podría decir, por su capacidad de sugerencia, por su deslumbrante sencillez, por su perfeccionismo instrumental.
Programa Rossini
Coro y Orquesta Sinfónica de Milán Giuseppe Verdi. Director musical: Ricardo Chailly. Director de orquesta: Romano Gandolfi. Con Cristina Gallardo-Domas, María José Montiel, Stefano Secco y Hanno Müller-Brachmann en el Stabat mater. Auditorio de Tenerife, 11 de enero.
Le chant des Titans era estreno en España. Es una obra menor que no aportó demasiado en la repetición ofrecida como regalo. A ella se incorporó el coro masculino dirigido por Romano Gandolfi, el que fuera director coral de La Scala en la época dorada de Claudio Abbado, el artista más buscado por James Levine para el Metropolitan de Nueva York después de su memorable Moisés y Aarón en la ciudad de los rascacielos, el que durante una década situó al coro del Liceo de Barcelona sencillamente en la gloria. Chailly le ha recuperado para el proyecto de la orquesta y coro Giuseppe Verdi de Milán y Gandolfi no le ha decepcionado. Con un coro de aficionados hace maravillas, como se pudo constatar tanto en esta curiosa recuperación como en la segunda parte del programa con el Stabat mater. Al sentido musical de Romano Gandolfi se une una mezcla feliz de intuición y profesionalidad que se manifiesta en la afinación impecable, en el empaste, en la filosofía profunda del sonido coral.
Brillaron más las voces femeninas que las masculinas en el cuarteto de solistas del Stabat mater, en especial la de la soprano chilena Cristina Gallardo-Domas, pero también la de María José Montiel, a la que le sienta bien el cambio al registro de mezzo. Chailly imprimió un sello de interioridad a la obra con una expresividad no reñida con el aspecto reflexivo.
Fue una lectura de especial encanto que obtuvo un éxito delirante. Seguro que los ecos del triunfo habrán animado al director del festival, Rafael Nebot, actualmente en un hospital reponiéndose de una inoportuna enfermedad. A él van dedicadas prioritariamente estas líneas, deseándole una inmediata recuperación.
Babelia
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