La estación de Valdesquí
Es de agradecer que su periódico sea uno de los pocos que se hicieron eco del accidente ocurrido en la estación de Valdesquí el pasado 1 de enero. Pero, como directamente afectada en el suceso (fui una de las seis personas que resultaron heridas), quiero dejar constancia de mi descontento y mi desacuerdo con el modo como se ha reseñado la noticia.
El incidente pudo haber resultado mucho más grave de lo que sucinta y poco acertadamente refleja la narración, ya que la pendiente de subida del telearrastre Peña del Águila es muy empinada, y porque, además, al salirse el cable de la guía arrastró consigo hacia abajo todos los elementos sólidos de que se compone el telesquí, uno de los cuales impactó sobre mi cabeza.
Coincidirán conmigo todas y cada una de las personas que en ese momento nos hallábamos ascendiendo en el remonte que la escena resultó no precisamente "impresionante" (tal y como la relata el testigo ajeno que fue entrevistado), sino aterradora: indefensos en una superficie deslizante ante la avalancha que se nos venía encima.
Agustín Ramírez, director de la estación, utiliza el fácil recurso de intentar explicar lo ocurrido (y lavarse las manos a su vez) mediante una fría cábala técnica (de remota probabilidad), cuando el hecho en sí refleja la triste e ignominiosa situación que vive la estación de Valdesquí.¿Hará falta que la próxima vez se consignen heridos de gravedad (no estos 6 infelices heridos "leves") para que quienes dirigen la estación tomen conciencia de la importancia del asunto? Los madrileños, y especialmente los aficionados a los deportes de nieve, no nos lo merecemos.
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