El italiano 'monje sabio'
Enrico Bondi, el monje sabio de la industria italiana, tiene ante sí el reto más difícil de su vida: salvar lo salvable de Parmalat, y hacerlo mientras a su alrededor gira una vorágine de investigaciones policiales y tensiones políticas. Según afloran los números reales del gigante agroalimentario de Parma, la misión parece más y más imposible. Pero casi todo el mundo está de acuerdo en que si Bondi no puede, nadie puede. El hombre que salvó Montedison y reactivó Telecom Italia es, sin ninguna duda, el gestor de emergencias más prestigioso del país.
Bondi, de 69 años, alto y seco, ascético y enemigo de la publicidad, no es economista; es químico. Y en los inicios de su vida profesional no pensaba dedicarse a la administración de empresas. Empezó a trabajar como responsable de investigación en la división de fertilizantes y después como jefe técnico en Montedison. Su desplazamiento hacia áreas de gestión fue gradual, y sólo se consumó en 1993, cuando, tras el vendaval de Manos Limpias, la caída y muerte de Raúl Gardini y el desplome del imperio de la familia Ferruzzi, fue llamado a dirigir el salvamento de Montedison, su empresa de toda la vida. En menos de cinco años reflotó el grupo y lo convirtió en un grande del sector energético.
En sus escasas declaraciones públicas dice carecer de recetas mágicas: se limita, según él, a trabajar 12 horas diarias (llega a la oficina a las 6.30 de la mañana), a ser lúcido y a crear equipos. La fe ajena en su magia es, sin embargo, casi ilimitada. Después de dejar Montedison y de ocupar por un breve tiempo la dirección del servicio de estudios de la patronal Confindustria, el dúo Pirelli-Benetton, que acababa de adquirir Telecom Italia, le convenció en julio de 2000 para hacerse cargo de la empresa. Un año después se colocó al frente de la segregada división de telefonía móvil TIM. Y a partir de ahí inició una frenética cadena de saltos: Telespazio, Seat Páginas Amarillas, Stream, la financiera Premafin y la aseguradora SAI. Después de esa fase tenía previsto retirarse a su ciudad natal, Arezzo, en la Toscana, para dedicarse a su finca olivarera. Pero se abrió la crisis de Parmalat y volvió a primera línea.
En Parmalat no sólo tendrá que enfrentarse al más grave escándalo financiero en más de 50 años. Deberá hacer olvidar que le llamó el propio Calisto Tanzi, dueño, presidente y responsable del cataclismo, por presión de los bancos acreedores y poco antes de ser detenido; y deberá demostrar que su vieja relación de confianza con esos bancos que le impusieron en Parmalat, y que ahora aparecen como cómplices, o al menos colaboradores pasivos, de los fraudes de Tanzi, no condiciona su trabajo.
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