Infantil y bonito

Dejemos aparte, claro, a Don Quijote. Desde su éxito repentino en vida del autor han caído sobre él músicos, cantantes, escritores de todos los países, artesanos, queseros, filósofos, religiosos, académicos, bailarines y todo lo demás; sin embargo, sobrevive. El que vi en esa tarde del Círculo de Bellas Artes -"preestreno", palabra mágica de este tiempo, porque estrenar es representar por primera vez, y no tiene "pre" posible- me pareció más bien un fanfarrón quisquilloso y provocativo, con la mano en la empuñadura a la primera sospecha y fracasado después: un español. En cuanto a la narración original, es apenas un compendio, más bien infantilizado, donde es difícil enterarse de algo que no se sepa.

Lo que me interesó es la teatralidad de la función: la buena resolución de cambios de decorado por artilugios graciosos, por el uso de la utilería con talento, por la belleza escénica de las imágenes, por la música y su empleo, por los cambios de personalidad de los actores y por una cierta complicidad que mantienen con el público.

Aproximación

Creo que podría ser un buen espectáculo para niños, una aproximación al Quijote real, al de la novela, mejor que los resúmenes y abreviaturas que suelen usarse en los colegios y lo hacen odioso. Ciertamente, hay adultos con más ingenuidad que los niños, y que lo recibirán con agrado, como lo recibieron los de este "preestreno".

Vicente Cuesta tiene gran parte de este éxito con la representación del personaje, aunque sea fanfarrón y vacío; aunque la segunda parte casi la llena un Sancho vivo, afable, sencillo, contagiado y humano.