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Columna
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La cultura del miedo

Los cataclismos, catástrofes, crímenes, devastaciones, fechorías, hecatombes, naturales y sociales, todos esos desastres que cercan y amenazan nuestras vidas, no son de hoy, son de siempre, pues constituyen los componentes indefectibles de la historia del mundo. Su mayor visibilidad actual se debe al primado de los medios y a la ideología de lo negativo que preside su organización. Lo que nos amedrenta no es el polimorfismo y la ubicuidad de los peligros, sino nuestra imposibilidad de hacerles frente por estar instalados en el cogollo mismo de la realidad contemporánea, por ser indiferenciables de nuestra misma sociedad. El hallazgo más certero de Ulrich Beck en su libro sobre La sociedad del riesgo -Surkhamp Verlag, 1986- consiste en haber captado la simultaneidad de la percepción de la amenaza y la evidencia de la incapacidad para protegerse de ella, pues lo que genera los riesgos no son factores exógenos, sino su propio operar natural y social.

Por una parte, la destrucción de la capa de ozono, el calentamiento del planeta, la disminución del número de especies vegetales y animales, que no son obra de extraterrestres, sino consecuencia de nuestro tipo de civilización. Por otra, como escribe Beck, "la producción social de riquezas está hoy en estrecha correlación con la producción social de riesgos". Los peligros que conlleva todo quehacer socialmente productivo no son accidentes fortuitos, sino consustanciales, al devenir de lo que el autor llama la modernización reflexiva. A esta condición de tener al enemigo en casa se añade su invisibilidad, es decir, el ser difícilmente perceptible. Patrick Peretti-Watel insiste -Sociologie du risque, Armand Colin, 2000- en este rasgo de lo insidiosamente indistinguible. Una nube radiactiva, un filete con priones, un organismo genéticamente modificado, nos amenazan sin que lo advirtamos. O sea, los peligros escapan a nuestra percepción, pero están ahí, en acción. El enemigo, pues, en casa, invisible y actuando. ¿Cabe mayor inseguridad, y desde ella, como escapar al miedo? Sobre todo cuando la incapacidad de los gobernantes para dar respuestas válidas al rechazo ciudadano de la política y a las múltiples disfunciones económicas y sociales les lleva a instituir la seguridad en primera prioridad de la acción pública y, para ello, a utilizar la producción del miedo como arma absoluta.

Las violencias urbanas y la delincuencia juvenil, como versión popular, y las prácticas de las mafias, como modalidad profesional, son los soportes de la criminalización de nuestras sociedades a que han procedido los expertos del saber gubernamental, lo que ha justificado hacer de la represión la única política viable, cuando los datos reales -no los policiales, ni el énfasis mediático en el crimen- están lejos de avalar el catastrofismo criminal. El libro de Laurent Muchielli Crime et sécurité: un état des savoirs -La Découverte, 2002- nos muestra que la tasa de homicidios en Francia ha disminuido el 20% en la década de los noventa y que el número de agentes muertos en el ejercicio profesional ha sido la mitad de lo que fue en el decenio anterior. Por otra parte, el estudio de Blumstein The crime drop in America -Cambridge Univ. Press, 2000- desmitifica la proclamada eficacia de la política policial dura del alcalde de Nueva York, Giuliani, con su lema de tolerancia cero, desvelando sus campañas de marketing de la seguridad y subrayando que los principales responsables de la criminalidad urbana son la pobreza y la segregación racial y urbana. La producción del miedo se sirve sobre todo de la cobertura mediática de las catástrofes naturales -terremotos, erupciones volcánicas, incendios e inundaciones-, de la violencia social, del paro y de la precariedad social, de las enfermedades -últimamente, las nosocomiales- y ahora de la amenaza por antonomasia: el terrorismo.

Bush ha encontrado en el terrorismo el disuasor perfecto. Quienes tienen miedo necesitan de alguien que les proteja. Y para eso está él, con sus medidas, ahora el fichaje en los aeropuertos y los policías en los aviones. Miedo (al avión) sobre miedo (al policía). Y sigue con el desmantelamiento de las libertades en su país y la congelación de todos los derechos humanos interferentes. Los españoles sabemos mucho de eso. ¡Todos al suelo, coño!, que Tejero nos protege. Pero ¿cómo evitar que Bush siga protegiéndonos y desmochando a la necesaria democracia americana?

La policía ficha a un turista de EE UU a su llegada a Brasil.
La policía ficha a un turista de EE UU a su llegada a Brasil.AP
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