Los hilos del desierto
Rosario Infante ha acogido en verano a cinco menores saharauis a los que visita en sus campamentos una vez al año
Llega a la cita cargada de abalorios saharauis: una pulsera y seis anillos. Son regalos que ha ido acumulando tras sus visitas a los campamentos y que crecen conforme lo hacen las familias saharauis ligadas a Rosario Infante Arteaga Chari (La Algaba, Sevilla, 1957), empleada de la firma textil Induyco, a través de hilos infantiles.
Chari tiene dos hijas biológicas y otras cinco que la llaman mamá aunque hayan nacido rodeadas de arena argelina. Recuerda cada detalle compartido con Rucaya, Dapu, Sahara, Hadra y Farra en su casa sevillana con la misma nitidez que rememora cada minuto que ha pasado en los campamentos. "Si pudiera mantenerme me iría allí tres o cuatro meses, hay un cielo de noche en el que no cabe ni una estrella más y una paz... a nosotros nos falta un poquito", describe.
Acogió a su primera niña, Rucaya, en 1995 después de conocer la iniciativa de unos amigos. "Junto al nacimiento de mis hijas fue la experiencia más bonita de mi vida, como todas las que tuve luego", recuerda con júbilo.
Rucaya y Chari se reconocieron antes incluso de saber que compartirían los dos meses siguientes. "Traía un chándal amarillo, iba sentada en el último asiento, me miró, sonrió y saludó con la mano". Cuando la mujer sevillana comprobó que en la pegatina que lucía la niña figuraba el nombre de su marido, rompió a llorar.
Con ella descubrió el abismo que separa algunos mundos. A Rucaya la asustaban la cisterna del váter y el ascensor, aunque le fascinaba el frigorífico y jugar con los interruptores de la luz. Sólo estuvo en su casa aquel verano, pero ha vuelto a verla en varias visitas a los campamentos.
Los días que la mayoría de sus compañeras de la empresa textil Induyco reservan para la Feria de Abril, Chari los reclama por adelantado para irse al desierto. "Aquello me llegó muy hondo... por los saharauis doy yo la vida", dice arrebatada.
En el trabajo la conocen como Chari la saharaui porque aprovecha cada resquicio para hacer proselitismo por una causa que abrazó con la misma fe que otros reservan para divinidades. Otras compañeras han acabado sumándose a la lista de familias que acogen niños del desierto después de escucharla una y otra vez, pero Chari Infante también ha logrado implicar a buena parte de la plantilla de la empresa el año pasado, cuando renunciaron durante varios días consecutivos a los 30 minutos del bocadillo para coser más de 1.000 banderas saharauis para llevar a la Marcha por la Paz, que se celebró en Madrid.
Vuelca todo su tiempo libre en la Asociación de Amistad con el Pueblo Saharaui de Sevilla, para la que coordina la zona Norte. Recoge alimentos, reparte huchas, organiza lotería, se viste de Papa Noel o lo que haga falta para lograr dinero para financiar proyectos como el viaje estival de cada niño, que cuesta 108 euros. Y todo lo hace sonriente: "Vengo de los campamentos con una alegría que me dura todo el año". La primera vez regresó con los labios reventados y la piel despellejada, pero feliz. Ahora viene tatuada de henna en brazos, manos y pies. Un dibujo por cada una de las familias a las que se siente atada con hilos infantiles.
Una red de hogares
El 11% de los 9.000 niños saharauis acogidos el pasado verano en España vivieron en hogares de Sevilla. Sólo este dato da idea de la laboriosidad de la Asociación Provincial de Amistad con el Pueblo Saharaui de Sevilla y de la fuerte vinculación sevillana con los campamentos de refugiados desde 1992, cuando se refundó como entidad independiente. Gracias a los niños ha enraizado como una corriente solidaria sólida que subsiste al margen de modas y bombardeos mediáticos.
Fernando Peraita, su presidente, fue uno de los fundadores en el 92. "Hubo años de travesía del desierto hasta que empezaron a venir niños", recuerda. En 1994 llegaron 14 pequeños por primera vez a Sevilla. El año pasado ascendieron hasta el millar. La organización, aparte de los 800 socios, cuenta con una extensa red de simpatizantes que se nutre de los hogares que abren sus puertas a los menores en julio y agosto.
Amén de las vacaciones, la entidad organiza cada año una Caravana por la Paz para enviar alimentos a las jaimas. En estas fechas están en plena recogida, que concluye el próximo 15 de febrero en el parque del Alamillo, para llenar de arroz, azúcar y aceite 80 viejos camiones adquiridos a Volvo, que no regresarán del desierto.
La organización desarrolla otros proyectos como el envío regular de una comisión sanitaria con médicos que operan en los campamentos, la financiación de la construcción de viviendas o el envío de camiones cisterna. Para estos proyectos cuentan con subvenciones de la Junta de Andalucía, la Diputación de Sevilla y ayuntamientos como el de la capital. La acogida veraniega de menores, sin embargo, se paga sobre todo con las aportaciones de familias y socios. La contribución institucional representa escasamente el 20%, según Peraita. La asociación también apoya la marcha blanca hacia los muros que dividen el territorio saharaui, que se celebrará entre el 25 y el 29 de enero, en vísperas de la resolución de la ONU.
aapss@saharasevilla.org. 954 282 205 o 954 274 104.
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