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Reportaje:EXCURSIONES | Arroyo de Los Molinos

Buscadores de bellotas

Un sendero entre encinas conduce hacia restos de antiguos molinos cerca del río Cala en Almadén de la Plata (Sevilla)

Tereixa Constenla

La niebla que envolvió Almadén de la Plata (Sevilla) al día siguiente de Reyes llegó a ser tan tupida que aquello podía ser Almadén o La Rinconada, como quien dice. La niebla impide disfrutar de panorámicas del paisaje, pero a cambio proporciona un halo de misterio a cualquier cosa. A un cerdo ibérico, por ejemplo, lo rodea un halo de niebla y parece un cerdo ibérico misterioso. La niebla es así de mágica. ¿Alguien podría recordar a Bogart diciendo aquello de siempre nos quedará París si el aeropuerto estuviese iluminado por un sol de martillo en vez de una bruma enigmática?

Envuelto en ese halo blanquecino, el sendero del arroyo de los Molinos, un camino facilón y corto de menos de tres kilómetros, se transforma en una ruta diferente, realzada por el decorado de neblinas que se alejan y acercan conforme quieren. Salir al campo tiene estos imponderables. Afortunadamente.

Si a pesar de que les sorprende la niebla el día elegido deciden echar a andar observarán un cartel al comienzo del camino donde informan de las características de la ruta. Dificultad media-baja. En realidad, es baja baja, aunque en esta época es necesario llevar calzado apropiado para salvar arroyos que se han salido de madre y se desbordan sobre el sendero. Entre ida y vuelta se invierten dos horas.

El camino parte de la calle de los Molinos y sigue paralelo al arroyo de igual nombre por su margen derecha hasta el lugar donde desemboca en el río Cala. El paseo discurre cómodamente sobre una pista de tierra delimitada a ambos lados por cercados de dehesas. Al comienzo abundan las chumberas (nopales). Antiguamente se cultivaban para espolear la actividad de la cochinilla, un parásito del cacto al que se le extraía tinte rojo para pintar sedas y lanas. En Lanzarote se trabajan en la actualidad plantaciones del nopal de la cochinilla con la misma finalidad.

Superados los cactos comienzan a sucederse dehesas donde lo mismo pastan rebaños de ovejas y cabras que caballos o burros. Pero si hay un animal hegemónico en la zona es el cerdo ibérico. Por mucho que en el cartel informativo citen al martín pescador, la garza real o la nutria, sin duda alguna el rey del mambo es de pata negra. Al día siguiente de Reyes abundaban los ejemplares fondones y las cerdas recién paridas con crías ansiosas de mamar.

Los había hociqueando de forma metódica el terreno a la búsqueda de bellotas -la modalidad pesquera de los gorrinos-, pero también los había tan sobrados de carne -y tal vez hartos de todo- que dormían apelotonados bajo una encina. Si Botero pintara cerdos fiel a su estilo se asemejarían a estos que gruñen sobresaltados cuando les despierta algún colega más joven y pizpireto. Tienen peor despertar que dormir: roncan tan suavemente que parecen humanos. Superada la fascinación por los cochinos, el camino ofrece otras singularidades como los restos de molinos hidráulicos que los árabes comenzaron a difundir por la comarca entre los siglos VIII y X y que se generalizaron a partir del XV. En ellos se molía grano de trigo, que permitía luego obtener pan, a partir de la energía de los cauces fluviales. De aquel pasado quedan restos de cauces (o caos) y algunas ruinas. En esta época el paisaje está alfombrado de un verde brillante, salpicado aún por las hojas de especies caducas. La encina es la reina, pero en las próximidades del río Cala y ante ciertos arroyos se puede observar una vegetación ribereña.

Además del mirador natural junto a los restos de un ingenio hidráulico, el paisaje se embellece especialmente en el punto final de la ruta, donde el arroyo entra en la ribera del Cala, que fluye manso tras un meandro antes de precipitarse rápido para salvar una pequeña pendiente. Del río no afloró el hocico de ninguna nutria, pero no pierdan la esperanza. Tampoco abundan humanos, más allá de los encargados de alimentar a la cabaña. Y algunos son más parcos que los bichos, como un paisano que dedicó el día después de Reyes a cortar de forma concienzuda con un cuchillo "amapolas para las gallinas". ¿Tendrán el efecto de las margaritas para cerdos?

Una torre roja con pasado de plata

- Cómo llegar. Desde Sevilla se sale por la SE-30 en dirección a la ruta de la Plata (N-630), que ya tiene un pequeño tramo de autovía. Superado El Ronquillo se toma un desvío a la derecha hacia Almadén de la Plata por la C-450. El pueblo dista 70 kilómetros de la capital andaluza.

- Qué ver. Almadén de la Plata (1.716 habitantes) es uno de los municipios incluidos en el Parque Natural de la Sierra Norte de Sevilla. Aparte del paisaje, la localidad ofrece otros puntos de interés como los restos de muralla del castillo mudéjar (XV), la iglesia de Santa María de Gracia (XVI-XVIII), la necrópolis de la Edad del Bronce La Traviesa y la antigua casa consistorial, un singular edificio construido inicialmente como ermita al que se adhirió una torre coloreada de rojo con campana. Fue usado como hospital de pobres y como dependencias administrativas municipales. También la actual sede del ayuntamiento destaca por su valor: se construyó sobre los restos de un castillo árabe y está declarado Bien de Interés Cultural por la Junta de Andalucía.

- Alternativas. Además del arroyo de los Molinos hay otro sendero señalizado, que sube al cerro del Calvario, desde el que se puede divisar una panorámica de Almadén de la Plata. El camino es corto -menos de un kilómetro- pero con una subida algo dura, que pasa junto a la cueva de los Covachos. El tiempo estimado para la ascensión es de una hora. Una vez arriba podrá disfrutar de una vista del pueblo, fundado gracias a las minas de plata y mármol azul, rodeado de lomas con encinas, quejigos y alcornoques y, a lo lejos, montes de Sierra Morena occidental.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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