Las disputas internas en los partidos paralizan al Consejo de Gobierno iraquí
El administrador estadounidense trata de que se cumpla el calendario para la transición
Paul Bremer, el diplomático estadounidense que rige Irak desde mayo de 2003, está apremiando al Consejo de Gobierno para que alcance un acuerdo político antes del 1 de marzo que mitigue la violencia y la inestabilidad. Sin embargo, la inmensa mayoría de analistas muestran nulo optimismo. Al menos, a medio plazo. Desmantelar el Estado y acabar con la dictadura de Sadam Husein fue tarea de tres semanas. Pero las disputas internas entre los partidos iraquíes amenazan con retrasar el nacimiento del nuevo Irak.
Habitado por árabes y kurdos y con minorías de turcomanos, persas, asirios, armenios, gitanos y beduinos, la labor se augura ardua. ¿Cómo lograrlo si además están a la greña chiíes y suníes, que representan la mayoría de la población? Los partidos que pactaron un calendario para la transición con la Administración de EE UU el 15 de noviembre se emplean sin prisa en el diseño de la futura Mesopotamia.
El pacto de noviembre establece que antes del 31 de mayo se elegirá una Asamblea legislativa transitoria con miembros designados por el Consejo de Gobierno y los consejos provinciales y municipales, organismos controlados por EE UU. Esta Asamblea nombrará al Gobierno provisional que asumirá el poder antes del 1 de julio, fecha prevista para la disolución de la Autoridad Provisional de la Coalición. Las elecciones a un Parlamento, que redactaría la definitiva Constitución de Irak, se posponen hasta marzo de 2005. "Demasiado tarde", ha asegurado el más respetado líder político y religioso chií, Alí al Sistani. Y eso contando con que la ocupación militar, un tremendo obstáculo para la estabilidad, continuará al menos hasta mediados de 2005, según reitera Washington.
Un ejemplo de la paciencia que caracteriza a los iraquíes es precisamente Al Sistani, fundamental en la transición. Con cuentagotas se pronuncia. Y cuando habla es para rechazar el método pactado entre el Consejo de Gobierno y Bremer. Todos están pendientes de sus silencios.
El gran ayatolá exige elecciones directas -un hombre, un voto- para la elección del órgano legislativo provisional. Hace escasos días, una delegación del Consejo de Gobierno -formado por 25 políticos de todas las tendencias, excepto los baazistas- visitó en la ciudad santa de Nayaf a Al Sistani para persuadirle de que, en las actuales circunstancias, no es viable su pretensión. Hamad al Jafaf, portavoz del prominente clérigo, afirmó que la propuesta del Consejo fue rechazada. No obstante, Jafaf entreabrió una puerta: "Sólo renunciaríamos si un equipo de la ONU llegara a la conclusión de que es imposible celebrar elecciones, y planteara una solución para una mejor representación del pueblo iraquí". Bremer insistió en que esos comicios son imposibles.
"Se sientan a esperar a ver qué pasa. Y, de momento, prefieren que siga el americano para poder echarle las culpas de todo. Cada uno protege sus intereses. No parece preocuparles el conjunto del país", asegura un diplomático occidental.
A Bremer se le multiplican los frentes. En el sur del país, mayoritariamente chií, la situación se mantiene apaciguada. Pero, en el norte, la cuestión kurda dista mucho de estar resuelta. El administrador norteamericano comenzó el viernes una reunión con Jalal Talabani y Masud Barzani -líderes de la Unión Patriótica del Kurdistán y del Partido Democrático del Kurdistán- en Erbil. Ayer continuaban las discusiones. Ambos dirigentes reclaman una autonomía sólo para los kurdos en la que se incluya la ciudad de Kirkuk, riquísima en yacimientos petrolíferos.
La política genocida de tierra quemada aplicada por Sadam a finales de los ochenta en Kurdistán, la denominada Campaña Anfal, acabó con la vida de decenas de miles de personas. Sus casas fueron ocupadas por árabes. Hoy se ven los efectos de esa política migratoria. Peshmergas kurdos dispararon en Nochevieja en Kirkuk contra una manifestación de árabes y turcomanos que clamaban contra la inclusión de esta ciudad en la región autónoma. La noche siguiente dos kurdos aparecieron muertos a cuchilladas. Los ingredientes para una matanza están maduros. Washington tiene en mente organizar un Estado federal con tres gobernaciones -sur, centro y norte-, para incluir en esta última a los kurdos. El proyecto es visto con buenos ojos por Turquía, que recela de un Kurdistán con un alto nivel de autogobierno.
Y, mientras, los baazistas, que fueron excluidos de toda actividad política, comienzan a reclamar su participación en las frágiles instituciones. Ya han celebrado reuniones para elegir a sus representantes, y en los últimos días una docena de ex dirigentes de segundo nivel del Baaz han entregado centenares de Kaláshnikov, lanzagranadas y morteros al Ejército norteamericano. Exigen ser tenidos en cuenta.
Cierto fatalismo conduce a los iraquíes a aceptar pacientemente la adversidad. "Como EE UU no encierre a los partidos del Consejo de Gobierno al estilo de Dayton, no llegarán a acuerdos". El diplomático occidental alude a la táctica que empleó el ex presidente Bill Clinton, que enclaustró en Ohio a los líderes de los Balcanes para poner punto final a la pesadilla de Bosnia. Kasim Moheced Abd, profesor de Derecho Internacional de la Universidad de Bagdad, es pesimista respecto a estas componendas: "Irak necesita ayuda, pero la política iraquí es hoy una producción norteamericana. Todos los partidos están vinculados a países occidentales o a determinados Estados árabes. Por esta vía no habrá un arreglo entre los diferentes grupos políticos".
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