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Reportaje:FÚTBOL | Decimoctava jornada de Liga

Copas sin pena

La directiva del Barça, irritada por la falta de compromiso de algunos futbolistas, quiere endurecer las sanciones en caso de indisciplina

La directiva del Barça quiere endurecer las sanciones a los futbolistas que incurran en actos de indisciplina, tales como irse de fiesta dos días antes de la disputa de un partido. El código castiga ahora a los jugadores con multas que no son de excesiva cuantía y que difícilmente acaban abonando. "Los jugadores sólo pagan si llegan tarde y el montante va a parar a una caja para organizar las cenas y comidas de la plantilla", explicó un miembro del vestuario. La sanción por vivir las noches de Barcelona o de Sant Cugat, juzgada benévola por la junta, está siendo revisada por el departamento jurídico del Barça, a instancias de los responsables del área deportiva. La directiva, irritada porque cree que su esfuerzo en reconducir el club no es proporcional al compromiso de algunos jugadores, no ha ocultado su preocupación ante algunas actitudes del vestuario.

La junta y el entrenador topan con trabas legales para imponer multas más duras a los jugadores
El vestuario azulgrana se rige aún por las 50 normas de conducta impuestas por Van Gaal
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El técnico del Barça, Frank Rijakaard, dio un toque de atención a su plantilla al trascender que cuatro jugadores habían estado de fiesta en un local hasta altas horas de la madrugada dos días antes del Barça-Celta. "Fue algo así como refrescarles la memoria y recordarles que hay cosas que no se pueden ni se deben hacer", dijo una fuente del club. Entre las cincuenta normas en vigor figuran, entre otras, la de no irse de Barcelona sin permiso del técnico; no beber alcohol; no practicar el esquí ni conducir motos para evitar caídas con riesgo de lesión o no atender a periodistas pasadas las once de la noche. Pero, "¿cómo se le niega a un chaval de 26 años la posibilidad de irse al cine a las 10 de la noche?", decía el agente de un futbolista.

Los jugadores asumen su conducta responsable cuando firman su contrato y la cláusula que les insta a acatar el código de orden interno, sin especificar su contenido. La nebulosa es tal que un jugador reconoció ignorar qué código es el actual: "Desde que estoy en el Barça, sólo he tenido en la mano las 50 normas que impuso Van Gaal. Supongo que aún siguen vigentes". La plantilla, ni antes ni ahora, sabe de reglas escritas. "Sólo sé los 10 euros que pagaré si llego tarde a un ensayo", asumía ayer un pupilo de Rijkaard que prefirió preservar su anonimato y que sabe, como todo el vestuario, que hace año y medio un compañero fue sancionado con 6.000 euros por enfrentarse al técnico. Pero Joan Gaspart, entonces presidente, ordenó que le devolvieran la suma. El jugador acabó ganando dinero: la multa se la descontaron en bruto y se la devolvieron en neto.

Pero estipular las sanciones no es tan sencillo porque los jugadores tienen atados a los clubes. En el supuesto extremo de que un caso de indisciplina llegara a un tribunal, el jugador saldría impune. El código es "papel mojado" y carece de fondo legal si la plantilla no lo acepta como convenio colectivo. "No hay por dónde pillar al jugador", dice un ex alto ejecutivo del club. El ex presidente Josep Lluís Núñez ya intentó en 1994, en el último año de Johan Cruyff, articular un reglamento después de que Romario se presentara con 24 días de retraso a la concentración de pretemporada. Pero la plantilla, ofendida por dudar de su su responsabilidad, lo frenó. Van Gaal, en 1997, impulso un código, que revisó Antón Parera, ex secretario general del club, en la época de Carles Rexach y que sigue vigente. Fue utilizado en 2001 para sancionar a Rochemback y Geovanni al llegar con retraso de Brasil tras pasar la Nochevieja. La sanción fue bendecida por los capitanes, liderados entonces por Sergi.

"El entrenador tiene las manos atadas. El único castigo que entienden los futbolistas es que les dejen en la grada cuando se equivocan", dice un técnico de Primera. "Claro que puede perjudicar al equipo si prescindes de un tipo determinante". Rijkaard utilizó esa estrategia cuando prescindió de Gerard por entrar al vestuario antes de jugarse un partido hablando por el móvil. Motta también se quedó sin jugar en Atenas tras sufrir días atrás la segunda expulsión en la Liga. La mejor vía pasa, en cualquier caso, por apelar a la conciencia del jugador. "Salir después de llegar a la final de la Copa de Europa es un premio, pero tras recibir un 5-1 en Málaga es una inconsciencia", dice un ex jugador del Dream Team. Y el club está dispuesto a que la falta de compromiso y esa inconsciencia no queden sin castigo.

Rijkaard, durante un entrenamiento del Barça.
Rijkaard, durante un entrenamiento del Barça.DIARIO AS

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