"Valencia no hace nada por sus artistas"
Pregunta. ¿Para ejercer su oficio es necesario irse fuera?
Respuesta. No debería serlo. España ha cambiado mucho y ya tiene una infraestructura de auditorios y orquestas importante. Me fui hace 12 años porque encontraba el espacio un poco reducido. Luego me di cuenta que aquí vivía en una ficción y fuera me encontré con la realidad.
P. Acertó, ¿no?
R. Sí, pero creo que fui un inconsciente. Si llego a saber por lo que iba a pasar, quizá no hubiese reunido suficiente valor para irme. Doce años después estoy muy satisfecho.
P. Tiene un palmarés de premios que da vértigo. ¿No basta con ser bueno?
R. Ser bueno es un veredicto que corresponde a las orquestas y al público, pero si éstos no te ven cómo van juzgar si eres o no bueno. Yo me he dedicado a crecer en calidad, hay otros que se dedican a crecer en los despachos.
P. Es un mal general.
R. Sí, pero las orquestas son muy buenas y muchas veces su amor propio hace que un director de una calidad baja pueda parecer que la tiene altísima.
P. ¿Es muy elitista el mundo de la dirección de orquesta?
R. Eso lo ha marcado la sociedad, no la profesión. El trabajo del director es increíblemente complejo. No sólo porque requiere una preparación técnica altísima, sino porque hay que tener una formación humanística, sociológica, filosófica y sobre todo psicológica. Afortunadamente fui cocinero antes que fraile y estuve dentro de una orquesta antes de ponerme delante. Hay que conocer la personalidad de los más o menos 70 egos de la orquesta y que el director está para defender una partitura y para poner a todos de acuerdo en una idea. Para dirigir orquestas ya no sirve la dictadura. Bueno, las dictaduras no sirven para nada.
P. ¿Por qué nadie interpreta una partitura del mismo modo? ¿La música no tiene un lenguaje unívoco?
R. Como decía Barenboim porque es efímera. Yo no tengo la misma presión arterial ahora que mañana. La partitura hay que respetarla, aunque puede haber una diferencia mínima en un tempo o una frase, pero no mucho más. En el fondo el director no es el compositor, es sólo un medio. Lo que tiene que prevalecer es la obra.
P. ¿Su oficio tiene algo malo?
R. La soledad. Es la carrera más solitaria que se pueda imaginar. No existen los colegas, estás solo en cada decisión. Eres un autodidacta al cien por cien.
P. Es la primera vez que hay un civil al frente de la Banda de las Fuerzas Aéreas de Holanda. No habrá sido un paseo.
R. Es que no funciona realmente como un estamento militar al uso, sino como un holding para montajes de musicales. Este año tenemos una gira de 42 teatros en Holanda y luego salimos por fuera. Es una big band enorme con bailarines, coreografías... Es, evidentemente, el primer caso de un director civil, que no es holandés... Pero Holanda siempre me ha ayudado mucho.
P. ¿Más que España?
R. España nunca me ha ayudado en nada. Y Valencia, que es mi casa, me contrató una sola vez. Nunca más volví y esto aunque lo pudiera entender, me duele.
P. ¿Valencia desaprovecha su potencial?
R. Valencia tiene ahora mismo dos o tres directores incluso más jóvenes que yo, que si fueran catalanes, por ejemplo, estarían en el lugar que les corresponde. Valencia no hace nada por sus artistas. Aunque esto es una cuestión histórica. Si Manuel Palau o Amando Blanquer hubiesen tenido otra nacionalidad, estarían reconocidos a nivel mundial.
EN DOS TRAZOS
Miquel Rodrigo (Foios, 1963) es un músico de tercera generación que empezó en la banda de su pueblo. Pronto descubrió que necesitaba de un instrumento más grande, como la orquesta, y en 1993 obtuvo la prestigiosa Batuta de Oro en Kerkade (Holanda). Tiene un palmarés apabullante y su solvencia es muy reconocida en Polonia, Alemania, Italia, Hungría, Rumania y, sobre todo, Holanda, donde hasta 2008 será el director de la Banda de las Reales Fuerzas Aéreas. Es un artista total y polifacético, bastante ignorado en su tierra, aunque cree que esto es algo habitual en los artistas valencianos.
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