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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un fetichista en la zapatería

Un hombre corpulento, de pelo largo, con botas camperas estilo Corazón salvaje, entra en la zapatería Padeví y pide unas botas negras de tacón, del número 38. La dependienta, azorada, se las trae. Cuando el hombre pasa la mano por la piel, veo que lleva un anillo de hierro, con una argolla. Se arrodilla ante una mujer -a la que conoce- sentada frente a mí. Le desabrocha las botas que ya lleva, marrones y con tacón de aguja, y le empieza a probar las que acaba de elegir. Ella se limita a estar sentada como una reina y a dejar que él lo haga todo. Nunca había visto una escena así en una zapatería, aunque ahora creo que debe de ser de lo más habitual. Las botas son altas y el hombre le sube la cremallera con cierta dificultad, porque ella no es delgada. "¿Les ayudo?", pregunto. Aceptan encantados y comentamos lo difícil que es para las mujeres de piernas carnosas ponerse botas altas. Nos caemos bien enseguida así que, cuando la confianza me lo permite, les pregunto si son un ama y un esclavo. Me contestan que no. Que son un matrimonio de fetichistas del pie.

Uno de los principales deberes de un sumiso es adorar el pie, y entre las tareas de la adoración podal está el masaje...

El fotógrafo Roviralta, tan amante de las aventuras como la cronista, viene en un periquete con su cámara. Los dos nos montamos en el coche del matrimonio y nos vamos a Santa Coloma a que nos enseñen su colección de zapatos. Durante el trayecto, ella nos cuenta que su nombre de guerra es Mistress Marticia y que ahora nos dirigimos a casa de su amiga Mistress Thais. Las dos suelen "dominar" juntas y destacan, dice, en el fetichismo del pie y la "adoración del ama". Hasta tienen su web: www.magicshoebox.com. Hicieron amistad en un cursillo de sadomasoquismo. Lo impartía una prestigiosa ama: Domina Zara. "Mucha gente cree que si haces sesiones de sadomasoquismo, al cobrar, ya eres una prostituta", me explica el marido. "Y no es así, claro". Le pregunto por el anillo que lleva. "Es el anillo de Roissy, como el de la sumisa de La historia de O", explica él. Y añade: "Una vez, en un restaurante, el camarero vio que mi mujer lo llevaba y le dijo, bajando los ojos: 'Señora, a sus pies...".

Mistress Thais nos recibe en zapatos de andar por casa forrados de piel de vaca, pero que llevan un taconazo dos veces más grande que el mío. Nos ofrece patatas fritas, ganchitos, chorizo y salchichón. No me imaginaba que una dominanta ofreciese ganchitos a sus invitados, pero ya veo que son gente muy normal y simpática. Su marido saca cava y vino. (Roviralta no bebe, pero yo sí.) Los dos matrimonios nos explican que su problema es que los cuatro "son amos", no hay ningún sumiso entre ellos. "Ya me lo dijo Domina Zara cuando le presenté a mi mujer", explica el de las botas camperas. "Ésta de sumisa no tiene nada". Luego nos enseñan la colección de calzado. En la habitación de matrimonio hay montones de estanterías en las que se exponen centenares de zapatos de salón, de plataforma, sandalias o botas. Los hay de todas las clases, excepto bambas y merceditas, y de todos los colores: rojo, blanco, negro, con estampado de tigre o de cebra. El marido de Mistress Thais recorre mercadillos para comprarlos, y también se encarga de su reparación cuando se estropean. Ir siempre con tacones, desde luego, deja los pies de cualquier mistress hechos polvo, pero no hay mal que por bien no venga. Todo el mundo sabe que uno de los deberes principales de todo sumiso es adorar el pie, y entre las tareas propias de la adoración podal está el masaje. "No sabes lo que es que un esclavo te haga un masaje en el pie... Nosotras dos nos dedicamos sobre todo al fetichismo. Aunque depende del sumiso. Yo te diré que he sacudido a más de un sumiso como a una alfombra".

Me piden que me pruebe unas botas. "Pero llevo una carrera en la media", me excuso. "No pasa nada. Una carrera es muy fetish", me animan. Me pruebo las botas y se ponen la mar de contentos. Me hacen fotos para su web. Luego ya veo que todo lo que hago (cruzar las piernas, no cruzarlas, sentarme en el suelo o arrodillarme) les parece muy fetish. "Mira, se las ha abrochado hasta arriba", comenta una de las mistress a su esposo. Con las botas puestas nos ponemos a hablar de bricolaje y fetichismo. "Yo", explica uno de los maridos, "cuando veo un anuncio en el que pone: 'Armario zapatero, 18 unidades' pienso: 'No me sirve. No me va a caber nada". También hablamos de la colección de zapatos de Imelda Marcos. Y de la escena de Abierto hasta el amanecer donde un personaje bebe del zapato de Salma Hayeck. ("Esa peli es muy fetish", comentan). Nos acabamos los ganchitos y Mistress Thais va a por aceitunas. Les explico que hay una web de fetichistas vegetarianos que no usan cuero para los corpiños porque el cuero es piel de animal. Como ya nos lo hemos bebido todo, el anfitrión trae un licor chino de lagarto. Su amigo pone música de la que utilizan en las sesiones. Se trata de un CD de grandes éxitos del pop, pero interpretados por unos monjes. In the air tonight, de Phil Collins, y Losing my religion, de R.E.M., en versión gregoriano. Encima del aparato reproductor hay unos zapatos femeninos, del tamaño de un dedal, de esos de adorno, que venden en las tiendas de todo a 99 céntimos. El teléfono móvil descansa sobre un soporte en forma de zapato. Hay una Barbie zapatitos en la estantería de melamina.

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