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El 'disc jockey' Ángel Molina homenajea a la música electrónica en 'Wax sessions II'

Tiene 34 años y lleva más de 10 en las cabinas de discotecas de toda España y de medio mundo. Antítesis del disc jockey irreflexivo, el barcelonés Ángel Molina acaba de publicar en disco Wax sessions II, un conjunto de temas mezclados como en una de sus sesiones, que ofrece como resultado más de 60 minutos ininterrumpidos de música de baile. "Hay de todo", explica, "hasta el extremo de que algunos me han dicho que se trata de una especie de homenaje a la música electrónica. No era ésta la intención, pero acepto el comentario como un elogio", afirmó.

Molina no es sólo un disc jockey que "permanece siempre atento a la caza de la novedad que funcione en una pista, destinataria final de la música techno", sino que también es un observador de la escena de la música electrónica. En este sentido, no se muestra demasiado optimista sobre el actual estado de la misma. "Creo que estamos interiorizando demasiados tics de la industria del rock y que se está perdiendo una característica fundamental de la electrónica: la innovación y el riesgo". Sobre esos tics apunta que "en general, los disc jockeys ya ni se plantean hacer algo nuevo, aceptando que en tiempos de crisis la opción es copiar lo que funciona". "Por otra parte", añade, "la aparición de estilos como el electroclash es una copia de los patrones de funcionamiento del rock. Además, hay disc jockeys que caen en obviedades como hacer sesiones en las que no hay sorpresas". "Estamos en un punto", remacha, "en que escuchar en una sesión el The bells de Jeff Mills es como oír en un concierto de los Stones el Sympathy for the devil, algo consabido".

Molina se queja de la pérdida de empuje creativo de una música que nació para renovar el panorama. "Quizás estamos despertando de la ingenuidad que nos hacía creer que la electrónica era diferente del resto de los estilos", manifiesta. En contra de esta corriente, Molina ha publicado una excelente sesión "que tiene dos partes: la primera es la más personal, música más sugerida, con un primer tema en el que no hay ni bombo, representa lo que me gustaría pinchar en un club. La segunda, más rotunda, furiosa y marcadamente rítmica, es lo que suelo pinchar en un club". Queda claro que cuando Molina habla de pinchar no se refiere a las canciones, sino a los estilos. "Las sesiones siempre han de ser distintas, porque la diferencia entre el disc jockey y la estrella de rock es que el primero no debería hacer lo que de él se espera".

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