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Reportaje:

Salva remonta el vuelo

El delantero halla en el Málaga la confianza perdida en el Valencia

Juan Morenilla

Salvador Ballesta, Salva, zaragozano de 28 años, es una rara avis. Es un futbolista al que no le gusta el fútbol. ¿Por qué lo es? Simplemente, por competir, por tener un adversario y retarle a él y a sí mismo para lograr la victoria. Eso es lo que le gusta, lo único con lo que disfruta: el cara a cara. "No concibo divertirme en un campo", dice sin ruborizarse. No ve más partidos por la televisión que los de su equipo, ahora el Málaga, y los de la selección española, por la que siente devoción desde pequeño.

Así que, por todo ello, Salva ha pasado las dos últimas temporadas frustrado. Porque en el Valencia, su club, no tenía casi ninguna opción de jugar: su entrenador, Rafa Benítez, el mismo que pidió su fichaje procedente del Atlético en el verano de 2001 por casi 12 millones de euros, le había condenado al banquillo o a la grada y la relación entre ellos era un polvorín.

Después de dos cursos enfadado con el mundo, Salva ha recuperado la sonrisa en el Málaga, en el que juega cedido hasta final de curso y en el que ha marcado ya nueve goles, tres de ellos de penalti, cuando en sus dos campañas anteriores, en el Valencia, sólo anotó cinco en total. Máximo goleador de la Primera División en 2000, con el Racing (27 tantos), y en 2001 de la Segunda con el Atlético (20), llegó a Mestalla con un objetivo. "No me iré de aquí hasta que triunfe", repitió una y otra vez, con cabezonería. Pero no triunfó. Y se tuvo que marchar. La competencia en la delantera y las preferencias de Benítez por otros -Angulo, Carew, Sánchez, Mista...- le cerraron las puertas y enquistaron su situación. "Quiero volver al Valencia y triunfar en él porque es el único equipo en mi carrera en el que no he tenido continuidad", sigue sosteniendo, "pero no tendría que estar Benítez. Lo sé yo y lo sabe él. No voy a ir a chocarme contra un muro".

En el Málaga estarían encantados de seguir contando con Salva. Y él se siente a gusto. "Físicamente, me encuentro muy bien. Y estoy jugando, que es lo que necesito. Los goles son rachas y estoy en una buena. Así nos movemos los delanteros", explica. ¿Juega mejor porque tiene menos presión? "¿Presión? No la he sentido nunca. Y en el Valencia tenía menos porque la responsabilidad está más dividida. Quien tiene presión es el que sale a pescar cada día, haga bueno o malo, para comer".

"Todo va sobre ruedas", razona Salva. Contra el Barcelona, en La Rosaleda, marcó tres goles, uno menos de los que consiguió con el Racing en Anoeta, frente a la Real Sociedad, en 1999, su mejor registro. Tras su triplete, sus compañeros le firmaron el balón y se lo regaló a su madre. Un buen detalle de Salva, de quien el utillero del Valencia, Españeta, afirma en su libro que es el jugador más generoso.

A su mejoría futbolística ha contribuido también su nuevo preparador, Juande Ramos. Todas sus críticas a Benítez se convierten en elogios a Ramos: "Utiliza el delantero para lo que se debe, para estar fresco y jugar en el ataque, aunque no esté exento de defender [en alusión a sus obligaciones defensivas en el Valencia]. Lo otro sería como pedirle a un central que rematase las jugadas. Al final, rendirá menos, ¿no?". "Le hacía falta confianza y ahora la tiene, lo que se nota en el césped. Cuando llegó, estaba bajo de ánimo y fuera de punto. Ahora se siente seguro", comenta el propio Ramos.

El Málaga ofrece el marco apropiado para las características de Salva: un cuadro con un delantero al uso, fin de las jugadas ofensivas. "Intentamos sacar el máximo provecho de su forma de jugar, de su habilidad para el remate", dice Ramos. Los objetivos de Salva se centran en seguir entre los máximos goleadores, aunque Ronaldo lo tenga "más fácil porque cuenta con más bazas", y soñar con una nueva llamada de la selección, con la que ha jugado tres veces: "Si sigo marcando...".

Salva se decidió por el fútbol después de decantarse en su niñez por el tenis. Su padre, José Antonio, militar de las fuerzas aéreas, residió en Madrid, Murcia y Sevilla y cambió de ciudad con él hasta los 11 años. Tras pasar por el Sevilla B y el Écija, fue campeón del Europeo sub 21 en 1998, jugó tres temporadas en el Sevilla, dos en el Racing, otra en el Atlético y dos más en el Valencia. Siempre con el mismo estilo, el de un ariete fuerte, rematador, que no estudia al defensa. "Un currante", se define.

En su última campaña en Mestalla fue cedido unos meses al Bolton, inglés, tras disputar sólo cuatro encuentros oficiales en medio año. Su relación con Benítez era inaguantable. "A veces me he preguntado por qué me fichó el Valencia. No me han dejado justificar el sueldo", concluye con cierto resentimiento. El de un gran competidor al que le gusta más jugar con maquetas de barcos y muñecos de plomo que ver un partido de fútbol.

Salva.
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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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