El valor emergente
Campeón mundial de los 125cc, el catalán ha logrado la admiración del 'circo' motociclista
Barcelona
No ha salido elegido como la primera revelación del año, pero los deportistas españoles le han brindado también un homenaje situándole en la segunda posición, muy cerca de Fernando Alonso, quien ha revolucionado la fórmula 1. El motociclista Dani Pedrosa se ha proclamado en 2003 campeón mundial de los 125cc y puede que su hazaña no haya sido valorada en su justa medida. Es un valor emergente, de eso no hay duda. Lo reconoce todo el mundo, incluso algunos de sus futuros rivales, como el incuestionable campeón de la MotoGP, el italiano Valentino Rossi. Cuando alguien le pregunta por el futuro, al dottore sólo se le ocurre un nombre: Pedrosa.
Sin embargo, en España la gesta de Pedrosa fue más comentada por el hecho de que apenas pudo disfrutarla a causa de un accidente que por el título que inauguró su palmarés. Su problema no fue otro que ganar en una pequeña cilindrada, la del octavo de litro. Pero su grandeza la marcan su edad y la calidad de pilotaje que tuvo que desplegar para hacerse con la victoria en una categoría en la que en cada carrera hay al menos diez pilotos con posibilidades de ganar. El éxito le ha llegado a este muchacho de Castellar del Vallés (Barcelona) a sus 18 años y 13 días. El campeón más joven de España y el segundo más precoz del Mundial: sólo el italiano Loris Capirossi le supera porque en 1990 ganó los 125cc con 17 años y 165 días.
Puig: "Le vi tan pequeño, con el mono, mirándome de arriba abajo. Y pensé: 'Los tiene bien puestos"
"Son muchos detalles", asegura Alberto Puig, el ex piloto que le tendió la mano cuando no era nadie; "cuando le vi montado en una moto, descubrí en él una convicción innata en sus propias posibilidades. Era como si te estuviera diciendo: 'Confía en mí, no te arrepentirás". Esa autoestima fue siempre su principal valor. Pedrosa se subió por primera vez a una moto cuando tenía cuatro años. Era una italjet 50 de motocross. Sólo tardó dos años en comenzar a competir con las clásicas pocket bike. Y en 1996, con 10 años, se inscribió ya en el Campeonato de España de minimotos, acabó el sexto en su primera carrera y en la segunda se subió por primera vez al podio.
Su evolución parecía imparable. Pero, cuando tenía que dar el salto, surgió un grave imponderable: sus padres no tenían dinero y no encontraron financiación. Así, Pedrosa comenzó a olvidarse de su sueño de ser piloto y dedicó sus esfuerzos a la bicicleta de montaña. Estaba a punto de empezar a competir cuando se enteró de que en el circuito madrileño del Jarama se estaban realizando pruebas para participar en una competición de promoción motociclista. Fue su salvación. No sólo porque logró una plaza en el equipo de jóvenes promesas, sino porque allí conoció al hombre que le llevaría de la mano hasta el título mundial.
"Cuando llegué al Jarama", recuerda Pedrosa, "sólo había rodado en una moto con cambio de marchas unas cuantas vueltas. Allí todo me pareció enorme: una moto tan alta que ni siquiera tocaba con los pies en el suelo y mucha gente". No lo hizo bien. Por sus resultados, no habría pasado el corte. Pero Puig, el promotor de la idea, se fijó en él: "Le vi allí, en la recta del Jarama, tan pequeño, con el mono, mirándome de arriba abajo, casi desafiándome... Pensé que el niño los tenía bien puestos".
Puig le llevó al Campeonato de España en 2000 y Pedrosa le obsequió con un cuarto puesto. Y, entonces, su mentor le dio la noticia: "¡Vas a correr el Mundial!". "No podía creerlo", reflexiona ahora el campeón. Aquello, sin embargo, no iba a resultar tan fácil. Pedrosa tenía entonces 15 años y era delgaducho y bajito. Para participar en los 125cc se exige un mínimo de 130 kilos entre la moto y el piloto. Y Pedrosa no salvaba este requisito. Con el mono, las botas y el casco puestos, pesaba 49. Y la Honda, 70. Le faltaban 11. Tuvieron que agregárselos con placas de wolframio en el carenado.
"Cuando debuté en Japón, estaba entre los últimos de la parrilla. Nunca había visto a tantos pilotos corriendo juntos y con tanta agresividad. En la primera curva me asusté. Pero eso ya no volvió a ocurrirme", confiesa Pedrosa, que acabó el año con dos podios. Sólo uno más tarde, en 2002, ganó tres carreras. Y esta temporada la ha saldado con nota. A sus cinco victorias ha agregado un segundo puesto para asegurarse el título. Fue un alarde de pilotaje, un compendio de autosugestión y confianza. La misma que demuestra ahora, en su larga recuperación, cuando asegura que estará a punto para iniciar el Mundial de los 250cc.
Pedrosa sigue impertérrito. Ya sólo piensa en lo que vendrá. Y la gente parece haber olvidado muy pronto que su título fue una hazaña, una proeza, una revelación.
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