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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

El empresario que inventó el caramelo con palo

Si hubiera nacido en Estados Unidos, a buen seguro que Enric Bernat hubiera sido uno de los personajes de Forbes, la revista norteamericana que se ha especializado en retratar a los empresarios capaces de hacer cosas nuevas.

Bernat, que murió ayer en Barcelona a los 80 años, fue el inventor del caramelo con pa-lo, que bautizó como Chupa-Chups. Su vida tuvo todos los ingredientes del gran empresario: empezó desde abajo, aprovechó las oportunidades, innovó, triunfó, y hasta cometió algunos errores que supo enmendar a tiempo. Y siempre desde la premisa de hacer crecer sus empresas sin recurrir a la deuda y de acumular patrimonio empresarial.

Discreto, de apariencia siempre frágil y poco conocido del gran público, no era raro verle hace unos años explicando historias, a veces la suya propia, en el restaurante Vía Véneto, en Barcelona, su ciudad. Disfrutaba explicando sus inicios en la pastelería de sus padres y cómo, casi con pantalón corto, comenzó a vender golosinas por las tiendas de Barcelona. Desde hace unos años se había apartado de la primera línea directiva de la empresa en favor de sus hijos, aunque la gestión está ahora en manos de directivos ajenos a la familia.

Misión en Asturias

Su salto empresarial empezó a principios de la década de los cincuenta cuando su patrón, Domingo Masanet, le envió a enderezar la planta de Villamayor, en Asturias, que fabricaba productos hechos a base de manzana. Allí el joven Bernat consiguió sacar adelante la planta y terminó quedándose con la propiedad. Este es el motivo por el que la sede social de Chupa-Chups siempre ha estado en Asturias, como a él le gustaba recordar, pese a que el grupo tiene el centro de decisión, su sede fiscal y varias fábricas en Cataluña.

Fue en 1958 cuando a Bernat se le ocurrió ponerle un palito a un caramelo. El empresario siempre decía que se le ocurrió la idea observando a la gente y sobre todo a los niños que se ensuciaban las manos con las golosinas.Lo cierto es que patentó su inventó y aquello fue el inicio del despegue de la multinacional en la que se fue convirtiendo poco a poco Chupa-Chups.

Casi cinciuenta años después aquella pequeña empresa con la que arrancó Bernat se ha convertido en un grupo que produce en Francia, Rusia, China y México, además de España, que vende sus productos a 150 países, que factura 500 millones de euros y que emplea a cerca de 2.000 personas en todo el mundo.

Haber creado una marca conocida en medio mundo fue para el empresario uno de sus grandes orgullos. Él siempre supo sacarle mucho partido. Durante años Solía acudír a las entrevistas de prensa con un caramelo de palo en la mano, una costumbre que ha heredado su hijo Xavier, el actual presidente de la empresa.

Para valorar el éxito de Bernat hay que ver la España de los años cincuenta, donde el empresario catalán empezó a desenvolverse en los negocios. El Gobierno alentaba entonces el sueño imposible de la autarquía, en un país que estaba cerrado a cal y canto, sin divisas y al borde de no poder pagar las materias primas que necesitaba. Bernat se concentró esos años en el mercado interior, dedicándose a viajar por España, observando y haciendo mercado.

De esos años le vino a su grupo el primer impulso. Pero también supo ver las oportunidades que se empezaban a abrir. Luego el empresario empezó a darse cuenta que el mundo había cambiado y que había que salir fuera, primero a vender y luego a fabricar. Eran los primeros años setenta, tras el Acuerdo Preferencial de España con la Comunidad Económica Europea, que rebajó los aranceles de ambos lados, aunque más los de la Comunidad que los españoles. Fue a partir de esos años cuando Bernat lanzó su empresa hacia el camino de la exportación, que fue una buena palanca de ventas.

Algunos apostaron a que acabaría sucumbiendo a las ofertas de alguna multinacional y vendería su empresa, pero Bernat aguantó y siguió creciendo. A partir de la década de los ochenta, Chupa-Chups ya empezó a producir en el extranjero. Abrió plantas en Francia, se instaló en Rusia tras la caída del muro de Berlín, dio el santo a China cuando este país inició el éxótico camino de lo que lo que se ha venido a llamar "socialismo de mercado" y también implantó una fábrica en México. La máxima era que siempre que fuera posible las fábricas se abrían con socios locales para conocer mejor el terreno y evitar sobresaltos en países poco conocidos entonces. En China tener un socio no sólo era un objetivo, sino una condición sine qua non de las autoridades del país.

La tentación financiera

Aunque industrial puro, Bernat sí sucumbió, en cambio, al encanto de las finanzas. Se hizo con el control de la compañía Iberia de Seguros y desde allí lanzó una audaz operación de control del Consorcio Nacional de Leasing, que no prosperó, con el objetivo no oculto de llegar a tener un banco. Años después fue el financiero Javier de la Rosa, quien acabó controlando el Consorcio de Leasing, reconvertido en Grand Tibidabo.

Bernat llegó a aliarse con la exinta empresa peletera Tipel, propiedad de la familia del entonces poderoso serecretario general de la Presidencia de la Generalitat, Lluís Prenafeta, que movía hilos para armar la matriz de un nuevo banco catalán. La operación no prosperó y Bernat plegó velas hacia lo suyo, la empresa. Pero el control de Iberia de Seguros le proporcionó la propiedad de una joya del modernismo: la casa Batlló, la obra del arquitecto Antoni Gaudí, situada en el Paseo de Gràcia de Barcelona, hoy propiedad de la familia a través de Chupa-Chups.

En los años noventa, el grupo siguió creciendo muy deprisa. En los últimos tiempos, con el patriarca ya retirado de la gestión del día a día de la empresa, Chupa-Chups ha tenido que poner en marcha un plan de reducción de la producción. Para ello ha debido recurrir a la deuda y se ha valido de uno de sus activos más importantes: la marca, que ha actuado como garantía bancaria para lograr obtención de crédito.

El funeral por el empresario se celebrará hoy poco antes del mediodía. Familiares y amigos podrán darle su ultimo adiós en el velatorio del tanatorio Les Corts, de Barcelona.-

Enric Bernat, en una imagen de hace una década.
Enric Bernat, en una imagen de hace una década.JOAN SÁNCHEZ

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