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Reportaje:

La difícil recuperación de Portugal

La economía lusa trata de encontrar la manera de salir de la crisis, después de la quinta caída trimestral del PIB

Portugal fue el primer país de la zona euro en entrar en recesión, a finales de 2002, y empieza 2004 con el dudoso honor de ser el último en superar la crisis. El producto interior bruto (PIB) luso va ya por su quinta caída trimestral consecutiva y, al contrario de lo que ya se observa en el resto de Europa, la confianza de los consumidores sigue hundiéndose. El gran reto portugués, en todo caso, no es sólo salir de esta crisis, sino encontrar un nuevo modelo económico que haga de Portugal una economía competitiva. Por delante, queda un año duro, repleto de importantes retos como la ampliación de la Unión Europea a 10 nuevos países.

El crecimiento se había basado en el enorme aumento del consumo interno. La crisis cogió a las familias demasiado endeudadas
La agonía económica del último año está provocada por la necesidad del equilibrio presupuestario en una coyuntura económica desfavorable
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"Superaremos la crisis, eso es inevitable, porque el comportamiento de la economía -pequeña y muy abierta- depende mucho de la evolución internacional", dice António Pérez Metelo, analista económico en diversos medios de comunicación portugueses. "Pero será una recuperación lenta y difícil, porque estamos sintiendo cada vez más la competencia de otros mercados. Los 10 nuevos miembros de la Unión Europea seguirán teniendo, por lo menos durante unos 10 años más, salarios más bajos que los nuestros, pero niveles de productividad muy superiores", añade.

Un modelo competitivo agotado. Ése es el problema portugués. Y las debilidades de la economía lusa se han destapado con la recesión y la dificultad en superarla.

La agonía económica que Portugal ha vivido en el último año es resultado directo de la suma de dos factores: la necesidad de cerrar un equilibrio presupuestario en una coyuntura económica poco favorable. Portugal violó las reglas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), en 2001, cuando su déficit público superó el 3% del PIB y se situó en el 4,2%. Aprovechando la ola especulativa, los ejecutivos de António Guterres decidieron estimular cada vez más la inversión, tanto pública como privada, sin respetar la teoría económica que recomienda contener los gastos del Estado cuando el ciclo es favorable.

Al tomar posesión, en abril de 2002, el nuevo Ejecutivo liberal de Durão Barroso sometió toda su política económica y financiera al control de los gastos del Estado: suspendió las inversiones, aumentó los impuestos, congeló los salarios y, desde hace dos años, la ministra de Hacienda, Manuela Ferreira Leite, vende patrimonio para conseguir ingresos extraordinarios. Para este año, el Gobierno asegura que los gastos del Estado serán del 2,944% del PIB, aunque la última estimación del Banco de Portugal dice que será de al menos un 5%.

Con este telón de fondo, bastaron las primeras señales de desaceleración internacional para arrastrar Portugal a la recesión. El crecimiento de los años anteriores se había basado en el enorme incremento del consumo interno. La crisis cogió a las familias y a las empresas demasiado endeudadas, con la misma necesidad del Estado: corregir el consumo excesivo. La caída de la demanda interna no pudo ser compensada con la demanda exterior, también en desaceleración. La suspensión de la inversión pública acabó estancando toda la economía. Y con la economía estancada, las recetas fiscales disminuyeron, mientras aumentaron los gastos asociados al crecimiento del desempleo (que en los últimos dos años pasó de un 4% a un 6,9%, según datos de Eurostat).

Por quinta vez consecutiva, el PIB portugués cayó (-0,9%) en el tercer trimestre de 2003 con relación al mismo periodo del año pasado. Es el único escenario totalmente negativo en los países del euro.

Ajuste necesario

Para António Nogueira Leite, economista y ex secretario de Estado de Hacienda, "el ajuste presupuestario era absolutamente necesario, independientemente de la coyuntura, porque el problema era estructural. Sería mucho más difícil hacerlo más tarde".

"El gobierno tenía la obligación de insistir en el ajuste presupuestario. El problema es la forma en que lo hizo", contrapone Teodora Cardoso, economista del Banco Portugués de Inversión. Para esta analista, el Gobierno de Lisboa se limitó a adoptar "medidas restrictivas a corto plazo", cuando "ante una coyuntura desfavorable no es posible corregir el déficit" en poco tiempo. La economista defiende que Portugal debería haber negociado el cumplimiento del PEC con la UE, presentando como contrapartida la adopción de reformas estructurales.

"La recesión portuguesa fue más honda por la insistencia en un modelo basado en el trabajo poco cualificado y en los salarios bajos. No se aprovechó la holgura de la moneda única para reorientar la inversión y aumentar la competitividad en actividades con más beneficios. Los gobiernos socialistas se contentaron en invertir en infraestructuras -que eran necesarias- pero a nivel de la inversión privada se quedaron satisfechos con la expansión inmobiliaria y el boom de la demanda interna, que el propio Ejecutivo provocó y apoyó. El problema de la economía portuguesa es que los factores principales de esta situación no han cambiado", denuncia Cardoso.

Manuela Ferreira Leite, ministra portuguesa de Finanzas.
Manuela Ferreira Leite, ministra portuguesa de Finanzas.REUTERS

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