A cuatro ruedas
En buenos apuros habrá tenido que verse el jurado del IX Premio Lengua de Trapo para distinguir como novela ganadora a Grillo, de José Machado (Madrid, 1974). Pero sin duda son todavía mayores los apuros que ha de pasar el pobre reseñista encargado de comentarla.
Siete años hace que Machado debutó muy precozmente -contaba por entonces 22 años- con una carpeta de prosas narrativas titulada A dos ruedas (Alfaguara, 1996). Aquel libro fue objeto, en estas mismas páginas, de una severa pero bienintencionada reprimenda que afeaba al autor su fervorosa obediencia a las consignas estilísticas de última hora. De que la reprimenda fue escuchada, e incluso anotada, da testimonio el hecho de que en Grillo (cuyo narrador y protagonista es escritor, tiene la edad de Machado y, como él, publicó su primera novela a los 22 años) se cita casi textualmente una de las frases de la reseña en que tenía lugar. El narrador, de hecho, se refiere al "repaso en toda regla" del que su primera novela se hizo merecedora, y cita, junto a la frase ya aludida, otras pertenecientes quizá a otras reseñas igualmente severas, que no habrían hecho otra cosa, al parecer, que entonar "las lindezas de siempre". Como fuere, todo invita a pensar que José Machado hizo caso omiso de cuanto en su momento se le objetó. Y es una lástima, pues por aquel entonces su propia precocidad constituía un campo de cultivo en el que las objeciones podían todavía hacer germinar su talento aún perplejo y vacilante. Los siete años transcurridos invitaban a ser interpretados en este sentido. Pero es evidente que, lejos de eso, sobre la determinación de Machado han prevalecido las "lindezas" más halagüeñas que entonaron otros reseñistas y que en la sobrecubierta de Grillo los editores entresacan oportunamente. Los mismos editores, puestos a la tarea, se ven en la situación de entonar también ellos nuevas lindezas, y a propósito de Grillo llegan a decir cosas tales como que "recoge y sintetiza toda una serie de tradiciones del género novelístico -desde la descripción decimonónica a la experimentación- sin exhibiciones técnicas estériles
GRILLO
José Machado
Lengua de Trapo
Madrid, 2003
288 páginas. 16,50 euros
". Vaya. El caso es que, siete años después, José Machado anda poco menos que en las mismas. Con el agravante de que, entretanto, han ido quedando obsoletos, y desmantelándose, los paradigmas tanto narrativos como retóricos que de algún modo amparaban y justificaban un debut como el que en su momento supuso A dos ruedas.
Grillo cuenta, en primera per
persona, las andanzas y desventuras de un niñobién madrileño emperrado en ser escritor. En la sobrecubierta del libro, de hecho, se dice que Grillo (pues así mismo se llama el personaje) "es uno de esos escritores jóvenes, vocacionales y malditos que no publican nada desde hace siete años" (¡!). Exactamente. Vástago, como él mismo dice, de una familia desestructurada, el suyo es, en consonancia, un relato desestructurado, escrito en un estilo desestructurado. En su Porsche 911 de color yema (que no amarillo), Grillo pasea su desesperación por Madrid la nuit envuelto en una niebla de alcohol y cocaína. Debe varios millones a su editor, conversa con los fantasmas de su abuelo y de su padre -escritores los dos, célebres, para más inri, y muertos ya-; añora a su madre, también muerta; adora a Máxima, su abuela, aún viva; se las tiene con Pía, su ex mujer (que decidió abortar el hijo que los dos iban a tener), y flirtea con Jessica, la muy apetecible sobrina de su portero. Todo ello sin dejar de preguntarse todo el rato, sentenciosamente, qué pasa entonces con la Belleza, ¿eh?, y qué con el dolor de estar vivo. No vale la pena demorarse en los tantos y tan gastados tópicos en que tozudamente incurre Machado. Ya fueron inventariados y cuestionados hace al menos una década, cuando comenzaba a prosperar el costumbrismo juvenil y urbano que tanto predicamento obtuvo en los noventa. Grillo se ofrece como una inesperada, anacrónica y exhausta secuela de aquella ola efímera. Su protagonista, por su lado, no deja de sentir las fatigosas consecuencias de tanta epigonía. "Desde la publicación de mi primera novela, hace ya casi siete años, mi escritura se ha destensado considerablemente", admite. Pues eso. Y tómese como una cortesía de la casa lo de dejar suponer, como quien no quiere la cosa, que esa escritura, fuere la que fuese, tuvo nunca tensión alguna.
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