_
_
_
_
_

Víctimas tardías del amianto

Cuatro décadas después de conocerse la toxicidad, siguen apareciendo nuevos casos de la enfermedad

El amianto, un silicato sobreutilizado en la década de 1960 como material de construcción y hoy proscrito en la Unión Europea por sus efectos cancerígenos, ya no se usa. Pero, a la par que ha ido desapareciendo de las fábricas, ha asomado en las vidas de jubilados, de sus familias y de los que en algún momento han vivido puerta con puerta con este silicato. Y lo hace en forma de enfermedad grave. Tan grave como la fibrosis pulmonar o el cáncer de pleura.

En la retina de las poblaciones de Cerdanyola y Ripollet, en el cinturón de Barcelona, pervive una imagen: la de la empresa Uralita, SA. Fue su medio de vida durante un siglo, desde 1907 hasta 1997, cuando finalmente fue desmantelada. En Uralita se fabricaba fibrocemento con el amianto. Rebosante de virtudes -es incombustible, aislante de calor y sonido, resistente a la corrosión química y a las torsiones-, fue utilizado durante décadas para recubrir edificios, plantar tuberías y levantar tejados. Pero este producto milagro, incorruptible e incombustible, y con más de 3.000 aplicaciones, tiene un grave defecto: el polvo que desprende cuando se manipula.

El hospital Parc Taulí ha diagnosticado 40 casos de cáncer de pleura en sólo 10 años
Una exposición mínima puede ser suficiente para desencadenar un mesotelioma pleural

Ese polvo se mete en el organismo con sólo respirar. Las fibras pueden quedarse en las vías respiratorias y ser eliminadas con la mucosa, pero las más pequeñas pueden llegar a penetrar hasta la pleura.

Una exposición mínima puede ser suficiente para desencadenar un mesotelioma pleural, un cáncer que afecta a la envoltura de los pulmones y que no tiene cura. "El tiempo entre el diagnóstico y la muerte del paciente suele ser de un año", explica Miquel Gallego, neumólogo del Parc Taulí de Sabadell que desde 1995 atiende a los afectados por el amianto de Cerdanyola y Ripollet. No es una cuestión ni de cantidad ni de tiempo de exposición. Gallego pone como ejemplo el derrumbe de las Torres Gemelas. Al caer, tras el atentado terrorista, no tan sólo dejaron miles de cadáveres, sino que esparcieron mucho polvo lleno de amianto. "Seguramente", explica Gallego, "habrá algunos bomberos, policías y voluntarios que trabajaron sin protección, que en 30 o 40 años tendrán un cáncer de pleura".

Muchos de los que trabajaron o vivieron cerca de la empresa Uralita de Cerdanyola, hace 30 y 40 años, comienzan a notar ahora las secuelas de haber respirado entonces polvo de amianto. Fibrosis pulmonar, cáncer de pleura, de pulmón y peritoneal son patologías directamente relacionadas con el amianto. El periodo de latencia es largo. Una persona afectada puede tener fibras de amianto en el organismo y no desarrollar la enfermedad hasta más de 30 años después de tener los primeros síntomas: disnea, tos, sensación de ahogo, dolor en el tórax.

Ante estos síntomas, la pregunta del médico es obligada: ¿cuál es la historia laboral?, ¿dónde ha vivido? Después vendrá el estudio radiológico que confirmará la exposición al amianto. Miquel Gallego da una cifra que expresa la dimensión del problema: en el hospital Parc Taulí, que atiende a una población de 391.546 habitantes, ha habido 40 casos de cáncer de pleura en 10 años. La media mundial es de un caso por año y por millón de habitantes, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Josep Tarrés lleva 30 años atendiendo patologías respiratorias relacionadas con el amianto desde su consulta en un centro de atención primaria de Cerdanyola. Desde hace año y medio viene haciendo un estudio entre la población de Sabadell, Cerdanyola, Ripollet, Sentmenat y Barberà del Vallès, unos 320.000 habitantes. "De momento, tengo 500 posibles casos", asegura.

Los que han sido tocados por el amianto tienen algo en común: les cuesta hablar, porque se quedan sin aire, viven con una permanente sensación de ahogo. Subir unas escaleras o andar hasta la casa del vecino es una lucha diaria. Todo exige un sobreesfuerzo, porque la enfermedad ha endurecido sus pulmones, no se expanden con la misma facilidad con lo que lo harían los de una persona sana.

Salvador Mañosa es un escultor que ha impulsado la creación de una asociación de afectados por el amianto en Cerdanyola. Ahora quiere plantar en la ciudad una figura de mujer, "preñada de amianto". Él nunca ha trabajado en Uralita, pero nació a pocos metros de la fábrica. "De pequeño jugaba con el amianto, nos revolcábamos entre aquel polvo blanco y nos lo tirábamos a la cara para jugar". Hasta hace poco no supo que tenía fibrosis pulmonar, pero la enfermedad, asegura, le ha atormentado toda la vida: "Porque eres un niño, te gusta correr y corres, pero te cansas, juegas a hockey y sólo puedes hacer de portero, quieres ir nadando hasta la boya con tu hija, pero no puedes". ¿Por qué ahora, al cabo de tantos años, una asociación? "Porque hasta ahora siempre ha habido miedo. La gente de Cerdanyola o Ripollet se ganaba la vida o en el campo o en Uralita".

José Izquierdo estuvo trabajando en Uralita entre 1965 y 1997. "Mi pulmón izquierdo tiene una incapacidad del 75%", dice. "Cobro una miseria, he perdido la salud y no me saco de encima la preocupación del cáncer", explica este jubilado. Izquierdo recuerda: "A partir de 1971, cuando se conocieron los primeros casos, nos concienciamos y pedimos que se tomaran medidas". Pero no se marchó; "porque tenía 40 años y una familia que mantener".

Hay otros muchos casos. Jaume Pla tenía sólo 14 años cuando entró a trabajar en Uralita. "Tan sólo estuve durante cuatro años limpiando los vagones llenos de amianto, no me encontraba mal, pero me ahogaba un poco en las subidas". En 1997 Pla contrajo una neumonía y entonces descubrieron que tenía asbestosis. Hay varias decenas más de historias de vida muy parecidas, de obreros abnegados que manipularon el amianto y ahora han sido alcanzados por aquel veneno blanco que creían inocuo.

Rosa Frisach, Vicente Jiménez y Mercè Duran (derecha), afectados por el amianto en la fábrica de Uralita.
Rosa Frisach, Vicente Jiménez y Mercè Duran (derecha), afectados por el amianto en la fábrica de Uralita.CARMEN SECANELLA

Retrasos en las prohibiciones

Los peligros derivados del uso del amianto en material de la construcción se conocen desde los años sesenta. Según Josep Maria Guasch, abogado del Col.lectiu Ronda, el primer caso en Cataluña lo diagnosticó el Hospital Clínico en 1972. Pero no fue hasta los años ochenta cuando saltó la alarma.

Hasta 1983 la legislación europea no prohíbe el amianto azul, la crocidolita, el más mortífero. España tiene que aplicar antes de enero de 2005 la legislación comunitaria que prohíbe todo tipo de amianto. Pero la ley va muy lenta. En España, desde 1961 hasta 1982, la legislación ponía como tope 175 partículas por centímetro cúbico. A partir de 1982 el límite es de 2 partículas por centímetro cúbico.

En 1977 aparece el primer informe de la Inspección Provincial del Trabajo sobre la empresa Uralita, SA. El informe se limita a resaltar los puestos donde se trabaja con el tipo de amianto al que se atribuye una mayor actividad cancerígena. Se sobrepasan las dos partículas por centímetro cúbico, pero es el año 1977 y se está dentro de los parámetros legales.

En los departamentos de tubos y de moldeados, se trabaja con corcidolita, lo cual, según el informe, "agrava el posible riesgo cancerígeno atribuible a dichos puestos". Hay, continúa el informe, "deficiencias de medidas adecuadas en la manipulación de amianto, limpieza de pavimento por barrido, suciedad en el suelo, instalaciones y ropa...". En el momento en el que la Inspección de Trabajo realiza el estudio en la empresa Uralita, hay 872 trabajadores, y a 220 de ellos se les diagnostica una patología respiratoria relacionada con el amianto.

"Desde los ochenta se reconoce la asbestosis como enfermedad laboral, pero todas las veces que hemos intentado demandar a la empresa por daños y perjuicios hemos perdido", señala el abogado del Col.lectiu Ronda. Por tanto, a los vecinos nunca se les ha compensado por haber respirado el polvo de la Uralita. El argumento que rebate todas las demandas es siempre el mismo. "En la fecha en la que se efectúan estas comprobaciones sólo hubieran constituido infracción si se hubiera acreditado que las concentraciones de amianto superaban las 175 partículas por centímetro cúbico, que era la norma legalmente vigente desde el año 1961 hasta 1982". Y sigue indicando que "es igualmente incontestable que dichos niveles sólo pudieron ser vistos como extremadamente erróneos en un momento posterior a aquel en el que el trabajador en cuestión estuvo afectado a dicha exposición y por cuanto sólo después de dicho periodo pudo comprobarse que se sometía a los trabajadores afectados a un elevadísimo riesgo de desarrollar una enfermedad tan mortal como es la asbestosis".

Queda por saber cuántos hombres y mujeres nacidos a mediados del siglo pasado en Cerdanyola y Ripollet acabarán padeciendo las secuelas del amianto. De momento, no existe ningún censo oficial.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_