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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Castigo francés

El programa de infraestructuras recién adoptado por el Gobierno francés, cuya primera fase debe culminar en 2012, es un castigo nada velado a Aznar y una muestra de dónde se sitúan las prioridades francesas ante un gobierno español que persiste en su enfrentamiento con París y Berlín y en una actitud que es percibida en esas capitales como la de un caballo de Troya de Washington. El programa francés se proyecta hacia Alemania, hacia el Este e incluso hacia Italia. Aunque a largo plazo el interés de Francia pasa también por reforzar sus conexiones con España, el viraje de la política exterior de Aznar está pasando su factura. Es de esperar que su sucesor en La Moncloa rectifique este rumbo, contrario a los intereses españoles.

La decisión francesa ha sido discreta, pero cargada de significado. Al marginar a España de todos, salvo uno, de sus 50 grandes proyectos de infraestructuras de transporte, el Gobierno francés pone en evidencia que nuestro país ya no cuenta tanto para construir Europa. Aunque no todo hay que achacárselo a un gesto político de Francia: España tiene aún grandes déficit de infraestructuras viarias, entre ellos la capacidad de interconexión, que ha de colmar si aspira a participar plenamente en la Europa en red.

De los proyectos de conexión con España, el Gobierno de Chirac sólo ha conservado uno: el de la línea ferroviaria de alta velocidad Perpiñán-Figueres. No es poco, pues Francia se ha resistido a este paso con el que cobrará viabilidad el AVE de Barcelona a la frontera. En cambio queda en el aire la conexión de alta velocidad de Burdeos a Bilbao y el enlace ferroviario que atraviesa los Pirineos por el centro de la cordillera. Todo esto puede cambiar en el futuro. Quizás Chirac no se percate de que, al castigar a Aznar, está dañando al propio desarrollo del sur francés y, de forma indirecta, al de Portugal, o incluso, mirando más abajo, al de los países del Magreb. Hace dos décadas, ante una situación similar con Portugal, el Gobierno español de la época apostó, y acertó, por las conexiones terrestres con el vecino luso, en un plan estratégico que ahora da el salto a la alta velocidad ferroviaria.

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La política coyuntural no debería pesar tanto sobre decisiones de gran trascendencia que fijarán el mapa de Europa por muchos años. La conexión por tierra de España con Europa del Este pasa necesariamente por Francia. La ampliación de la UE supone un reto al que Francia y España han de responder haciendo más atractivos sus propios territorios y sus relaciones bilaterales. La etapa de Aznar toca a su fin y también algunas de sus decisiones estratégicas que le han llevado al aislamiento en Europa; Chirac también pasará, e incluso la estrecha relación franco-alemana podría entrar en dificultades si se produce un cambio de mayoría en Berlín. Pero la geografía sobrevivirá a todas las políticas.

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