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Columna
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Operación Navidad

Por estas fiestas, y con mejores intenciones que Herodes cuando se dedicó a reclutar niños, la Policía Municipal, que no sé si se ha de nombrar como policía del gobierno de Madrid, puesto que así se hace llamar ahora su Ayuntamiento, decidió dejar las calles limpias de menores que se dedicaran al antiguo y tan nuevo oficio de la mendicidad. Herodes era malo y el Ayuntamiento es bueno: aquel cruel monarca mataba niños y nuestros nobles ediles poseen un corazón más noble y más dispuesto a la cristiana caridad con los querubes tan pronto suena el primer villancico. Como su Dios se les empequeñece y se les hace un bebé cada diciembre, encuentran en ello una razón más para atender con denuedo a los neófitos. Inocente de mí, había creído que esa tarea redentora se cumplía a diario. Pero supongo ahora que obedece a un reclamo de ternura festiva, de índole religiosa, esta súbita preocupación por los niños que piden y que por eso habría que inscribir en una caritativa campaña, no en vano llamada Operación Navidad, lo que, de hacerse a lo largo de todo el año, no merecería más explicación que la del normal funcionamiento asistencial de las instituciones.

En la noticia que me llegó de esta recogida de jóvenes mendigos no se especificaba qué destino, naturalmente mejor que el de la calle, se ha dado a estos menesterosos. De modo que no sé si han preparado un paraíso en el que se les recoge ahora para entretenerles con fantasías navideñas y para compartir el turrón entre ellos, con Ana Botella de visita y quién sabe si disfrazada de Papa Noel. Tampoco sé si una vez lleguen los Reyes Magos con sus dádivas serán devueltos a la calle para continuar en su oficio. O si el reclutamiento ha consistido sólo en devolverlos a sus papás y amonestarlos seriamente para disuadirles de que en Navidad sean en la ciudad un obstáculo sentimental para los tranquilos ciudadanos que vamos de compras y sólo queremos ver harapientos entre los pastores con ovejitas que corren a adorar en los belenes al indigente Niño Jesús, extranjero al fin y al cabo, a pesar de que lo tratemos como si fuera de casa.

Porque, eso sí, el detalle que no falta en la información es el de la nacionalidad de los mendigos chicos: todos rumanos. Tampoco se nos informa de si han sido consideradas pedigüeñas esas criaturas de meses de vida que contribuyen sin saberlo a la mendicidad de sus mamás, en los brazos de éstas, y si les han sido arrebatados para que disfruten de la fiesta en una cómoda cuna, con promesas de devolución en los días de las rebajas. Aunque sí hay un caso al menos en esta Operación Navidad en el que la mamá y el crío se dedicaban al mismo oficio y fueron rescatados a la vez por la policía madrileña: una joven de 14 años con un recién nacido de 21 días. En cualquier caso, esta operación sectorial para despejar el escenario festivo de nuestra incómoda pobreza me ha llevado a contar mendigos adultos, y no dudo de que algunos de ellos entre los muchos que he contado provengan de Las Palmas de Gran Canaria, por ejemplo, donde su alcalde, correligionario del nuestro, no esperó en su día a que llegara la Navidad para desalojarlos de la calle y ofrecerles mejor plaza en Madrid, billete de avión en mano.

Es posible que, en consecuencia, la Operación Navidad se dedique el año que viene a los mendigos de la tercera edad y en sucesivas ediciones sólo a las mendigas o a las distintas nacionalidades que se trabajen la limosna. Una Operación Navidad dedicada a los camellos, por ejemplo, no conmueve tanto ni posee los componentes ternuristas de estas fechas. Ni una detención masiva de delincuentes inmobiliarios en Nochebuena, por poner otro ejemplo inoportuno y demagógico, porque no hay fiesta más demagógica que la Navidad, creo que tuviera nada que ver con Belén, aunque, si bien se ve, la Sagrada Familia no andaba sobrada de vivienda. Pero quizá el PP gobernante persiga con operaciones como ésta adelantarse a lo que Amnistía, Intermón y Greenpeace piden ahora a los partidos políticos: más atención a sus propuestas de defensa de los derechos humanos, de lucha contra la pobreza y de respeto por el medio ambiente. No dudo, pues, que respondan que ya están en eso y que la Operación Navidad se inscribe en la pasión por los derechos del niño que inspira a la corporación municipal y, por supuesto, en la defensa del medio ambiente, que consideran muy contaminado por la mendicidad. También en la lucha contra la pobreza: no existe lo que no se ve.

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