Versos subterráneos
No había en castellano, hasta el libro que nos ocupa, obra del catalán Albert Balasch (Barcelona, 1971), tampoco, ciertamente, su bibliografía es extensa, al contrario: A
fora, novela autoeditada y de reducida tirada, y un volumen -parece que aún inédito- que amalgama verso y prosa, Què ha estat això (Premio Recull). Las posibilidades pues de conocerlo más allá de un íntimo círculo eran mínimas. De ahí la grata nueva del hallazgo. Balasch nos llega vertido al español por Eva Garrido y Andreu Jaume, editor responsable también del prólogo: "Decaer", escribe Jaume, "es un libro difícil (
...) que nace, incluso por su naturaleza de primera edición bilingüe, a contracorriente, enfadado, por así decirlo, con su entorno y con la noción de poesía legalmente establecida por las fuerzas vivas de nuestra bien amada república de las letras".
DECAER
Albert Balasch
Traducción de Eva Garrido y Andreu Jaume
Lumen. Barcelona, 2003
104 páginas. 9,90 euros
Puede leerse Decaer como
un solo poema fragmentado, interrumpido por silencios, susurros, elipses. Cortado por galerías o túneles o catacumbas, porque es ésta una escritura bajo tierra: lo esperado, ahí, subterráneo, aguarda, y puede entenderse tanto como una experiencia con lo no evidente, lo secreto, como un contacto y encuentro con la raíz del hombre. También, por supuesto, con la muerte. Todo ello traducido a la relación, ya acariciante, ya pugilística, con el lenguaje, con la palabra y su conversión en poesía. Y esos cortes que dividen lo que pudiera ser texto sostenido, encuentran eco en cada pieza: recurre Balasch a juegos rítmicos sustentados en encadenamientos repetitivos, a fugas verbales, a abruptas cisuras, como acantilados por los que precipitar sus versos, y entiéndase precipitar en acepción de "despeñar" y en la de "acelerar". Produce así la sensación de un cuerpo del que se separa el hueso de la carne y en esa desunión, en tal vacío, se instala el dolor de la escritura.
Si, al bucear, puede rastrearse en el fondo al autor de Les dones i els
dies, en la superficie, flotando sobre el rastro de Gabriel Ferrater, hay ondas que traen a la memoria algún recuerdo de Leopoldo María Panero. Interesante estreno el de Albert Balasch, toma la palabra con reverencia y libertad, nos deja abierta una poesía de existenciales sugerencias y refleja la vida como final continuado, sin nunca alcanzar ese punto en el que el fin ya comienza a ser principio.
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