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Reportaje:OCIO SOLIDARIO / Iemakaie

Efectos secundarios de África

Lola Millán se dedica a ayudar a quienes sufren la exclusión social desde que viajó a Tanzania en 1987

La vocación solidaria de Lola Millán comenzó hace mucho, en 1987, cuando viajó a Tanzania junto a un grupo de misioneros para trabajar con la tribu masai. "Hacía de todo: poner vacunas, dispensar alimentos o asistir en los partos", recuerda esta cordobesa sobre la época en la que se dio cuenta de que se podía hacer algo más por los demás.

Desde que llegó al año siguiente, se empezó a ocupar de los chicos que deambulaban por los semáforos y demás campos de la marginalidad, como los inmigrantes o los niños maltratados. "Desde que fui a África, mi vida está dedicada a los demás, no tengo otra cosa", explica.

Ahora está al frente de la asociación Iemakaie, que significa bienvenido en un dialecto africano. Desde ahí, ha impulsado la construcción de una casa de acogida en Fuente Palmera (Córdoba) para personas en situación de exclusión social y enfermos de sida. Prevé que esté finalizada en junio del año que viene.

Pero otro de los momentos que marcó su vida fue cuando se encargó de acompañar a un joven con sida abocado a una muerte solitaria. Estuvo a su lado durante tres años. Los últimos cinco meses los pasó junto a él en el hospital Reina Sofía. "Fue una experiencia dura y bonita y me quedé allí", recuerda acerca del momento en que decidió que era importante evitar la soledad a quienes esperan una muerte segura por el sida. "Muchos mueren solos y eso no debería ocurrir porque la gente debe comprender que le puede pasar a cualquiera", añade.

Ahora, con Iemakaie, realiza el seguimiento de personas rescatadas de la marginalidad en el hospital y en la prisión de Córdoba. Además, recorre las calles para sacar a las personas de la exclusión y acercarlos a los recursos sanitarios, a los programas de desintoxicación y a unos hábitos tan comunes para muchos como utópicos para otros, como son la higiene diaria o un plato de alimento.

"Es difícil acercarse a ellos, son muy reticentes y algunos tardan hasta dos años en salir, pero debes aproximarte poco a poco y desde la paciencia, el respeto y el cariño se puede conseguir", afirma.

Una vez que se logra, realiza el seguimiento en el hospital y la prisión. "Ésa es la vida de estas personas: la calle, la prisión y el hospital", lamenta.

"Lo más gratificante es cuando ves que empiezan a valorarse como personas, que quieren lavarse, que hasta presumen", asegura.

Lola Millán sabe que no es fácil, que hay muchas recaídas en la droga y que el sida es, de momento, para toda la vida. Pero se conforma, y es mucho, con esos momentos que "quedan ahí y esas personas lo recuerdan; eso no tiene precio", afirma.

Lola Millán incide en la importancia del apoyo moral a estas personas que, desde Iemakaie, se acomete con psicólogos, educadores y monitores. "Si no estás con ellos, se hunden y no lo resisten, Es muy duro verse sin apoyo", explica. Ése es precisamente uno de los proyectos que con más ilusión acomete Lola Millán con una casa de acogida para estas personas cuando logran salir del pozo.

16 camas y un oficio

Salir de la calle o dejar la adicción no es el último paso de una dura lucha. Lola Millán acentúa que las personas con las que trabaja una vez que están rehabilitadas se encuentran con que no tienen currículo, generan rechazo y recaen. Desde hace dos años, las personas que han sido rescatadas por Iemakaie trabajan en la construcción de una casa de acogida con capacidad para 16 personas afectadas por sida. "Está pensado para personas que sufren marginación, que no tienen familia o ésta no lo acoge, para que no mueran en la calle", explica Lola Millán acerca del cometido de la casa de acogida.

A través de talleres de formación de albañilería, jardinería y carpintería metálica, personas antes abocadas a un futuro negro levantan, "cada uno con su sueldo", afirma Millán, un centro en Fuente Palmera para ir acogiendo a los que paulatinamente han tocado fondo y salen de la calle. Lola Millán espera que en junio esté funcionando. En ese momento, cada persona que entre en la residencia pasará allí seis meses apuntalando su reinserción mediante el aprendizaje de un oficio.

No ha sido fácil, Millán calcula que se han invertido unos seis millones de euros recaudados pidiendo "aquí y allí". Agradece el apoyo de la Diputación de Córdoba y el Inem.

Millán no oculta que muchas otras puertas han estado cerradas por aquello de que hay quienes no se implican hasta que el proyecto no toma cuerpo. Pero, durante mucho tiempo, Lola Millán ha tenido que realizar malabarismos para continuar con el proyecto. Ahora, ha realizado una exposición en Cajasur con acuarelas y pinturas donadas para recaudar más fondos.

Lola Millán también recuerda cierto rechazo que provocó la ubicación de la casa de acogida cerca del pueblo. Lola Millán achaca esta circunstancia a la falta de información. Eso fue hasta que un particular, Pedro Fernández Crespo, cedió un terreno entre plantaciones de olivos para realizar el proyecto.

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