_
_
_
_
_

Un convoy militar polaco pasó sin detenerse por el lugar donde yacían los agentes del CNI asesinados

La columna desconocía lo ocurrido aunque la noticia ya había llegado a Madrid

Miguel González

A las 16.15 del pasado 29 de noviembre, un convoy militar polaco de la División Multinacional Centro-Sur, en la que están encuadrados los 1.300 soldados españoles, pasó por la aldea de Latifiya, donde acababan de ser asesinados siete agentes del CNI. Los militares polacos pudieron contemplar a un lado de la carretera dos todoterreno ardiendo y varios cadáveres en el suelo. Ignorantes de lo que había ocurrido, pensaron que se trataba de civiles, que no había supervivientes y que el asunto era competencia de la policía iraquí. Siguieron su camino sin detenerse.

Sin embargo, a 4.300 kilómetros de distancia, en la sede central del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), en Madrid, los miembros de la célula de crisis del servicio secreto ya conocían la identidad de las víctimas. Antes de morir, el comandante Carlos Baró logró ponerse en comunicación con ellos para pedir auxilio. Explicó que él y sus siete compañeros habían caído en una emboscada. Paradojas de la globalización: quienes sabían, no podían ayudarles; y quienes podían ayudarles, no sabían nada.

Más información
Regresan a casa 175 militares españoles tras pasar cuatro meses en Diwaniya
Herido muy grave en un tiroteo en Irak el jefe de seguridad de la Brigada Plus Ultra

El ataque se inició en torno a las 15.20 (dos horas menos en la España peninsular) y el tiroteo entre los agentes del CNI y sus agresores duró casi media hora. Por tanto, la columna polaca pasó por el lugar unos 25 minutos después de concluir el enfrentamiento. Demasiado tarde para evitar la tragedia, pero suficiente al menos para rescatar los cadáveres, con los que se ensañó la turba ya caído el sol, a partir de las 17 horas, como muestran las imágenes filmadas por un equipo de televisión de Skynews.

La columna polaca llegó a su base a las 16.45 e informó de lo que había visto. Un cuarto de hora antes, los militares españoles destinados en el cuartel general de Babilonia habían recibido las primeras noticias de Madrid: se había producido un incidente con los agentes del CNI en el que podía haber muertos. Inmediatamente se relacionaron ambos hechos y se decidió enviar con urgencia un contingente hacia el lugar indicado.

La División Centro-Sur, bajo mando polaco, tiene siempre preparada la Fuerza de Reacción Rápida, una unidad mecanizada y fuertemente armada para casos de emergencia. A petición española, se le unió una patrulla de la Legión, con dos blindados BMR. La unidad de rescate contaba en total con unos 70 efectivos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Sólo hay 56 kilómetros de distancia entre el cuartel general de Babilonia y el lugar de la emboscada. Pero la carretera estaba colapsada y la fuerza de reacción avanzaba muy lentamente. Ni siquiera sabía con exactitud a dónde iba. Las coordenadas facilitadas por la columna polaca resultaron ser erróneas. La unidad llegó hasta el límite de la zona de responsabilidad de la división sin encontrar nada. Pidió instrucciones y se la ordenó continuar.

Localización tardía

Los tres helicópteros Superpuma que habían despegado de la base española de Diwaniya, siguiendo órdenes directas de Madrid, y que no llegaron a aterrizar, le facilitaron al fin la localización correcta del lugar de la tragedia. Cuando llegó eran más de las 23.00 y no quedaba nada por hacer. Los cadáveres ya habían sido retirados y el fuego de los vehículos se había consumido.

Hacia las 21.30, el comandante Ángel Brufau, destinado también en el cuartel de Babilonia, consiguió tras múltiples gestiones localizar al único superviviente. José Manuel Sánchez Riera estaba en el despacho del teniente coronel Pete Johnson, jefe de la base estadounidense de Mahmudiyah, a menos de 10 kilómetros del lugar de la masacre. Brufau fue el primer español que habló con él. Le dijo que el ministro de Defensa saldría esa misma noche hacia Bagdad y que el Rey le enviaba un abrazo. Le preguntó si había llamado a su familia, pues la noticia ya se había difundido en España, y estarían angustiados. Sánchez Riera se echó a llorar.

El teniente coronel Johnson no se enteró de lo ocurrido hasta las 16.45, una hora después de acabado el tiroteo y 30 minutos más tarde de que pasara por el lugar la columna polaca. Incluso esa tardía información resultaba muy confusa: un policía iraquí comunicó a su base que se había producido una manifestación en Latifiya y podía haber muertos. La columna militar que Johnson despachó al lugar, con 15 vehículos y 80 efectivos, llegó a las 19.50. Cuatro horas demasiado tarde. Aún así, fue la primera ayuda en llegar.

Los vehículos militares de la coalición disponen de equipos que les permiten enlazar con el cuartel más cercano y pedir auxilio. Es más, deben comunicar su presencia al mando competente en la zona cuando circulan fuera de su área de responsabilidad. Los agentes del CNI no debían hacerlo, pero tampoco hubieran podido. Siguieron el procedimiento establecido y llamaron a Madrid, donde apenas pudieron hacer algo más que escucharles.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_