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'Quo vadis', Aznar?

Uno de esos adagios asiáticos que de vez en cuando leemos por ahí, y que son tan útiles para las citas tontas, decía más o menos: "¿Por qué corres tanto, si vas por el camino equivocado?". Ciertamente, es bastante usual imprimir velocidad de crucero a viajes que nos llevan a diques secos o directamente nos embarrancan. Como lo es correr raudo, cual atleta esforzado, para llegar antes a la tragedia. Puede que la vida tenga caminos estériles finamente camuflados, pero no hay mayor error que el del error entusiasmado. Aquello del "ignorante sincero", que decía el otro. Cuando el entusiasmo y el esfuerzo y la velocidad transatlántica los dedicamos concienzudamente al error político, el resultado final de la aventura ahí está, llenando las páginas negras de la historia. No hay peor político que aquel que imprime pasión salvaje al error evidente.

¿Adónde va el Partido Popular, en esa carrera loca que ha emprendido? ¿Quo vadis, Aznar, ahora que sabemos que vas a alguna parte? Y lo pregunto de forma retórica, porque mi interpretación del carretón pepero la tengo hecha, para desgracia del sentido común. Primero fue el empecinamiento en la guerra, contra toda lógica, contra todo dato, contra casi todo el mundo, muchos de los suyos incluidos. Después fue el desprecio público y profusamente publicitado a las víctimas de la represión franquista, dejándolas nuevamente huérfanas de restitución moral, como si la democracia fuera una segunda tumba y no una liberación. Lo explicaba un judío sefardí en un extraordinario reportaje de La 2 de TVE: "Hay tres muertes posibles en la muerte de un ser humano. La primera es la muerte física. La segunda es cuando se olvida su historia. Pero hay una tercera muerte, cuando su historia se manipula y se tergiversa". Los luchadores republicanos murieron a mansalva en los Campos de la Bota de la represión franquista. Pero después han vivido un doble intento de exterminio: han muerto por olvido y han muerto por distorsión de la verdad, por manipulación falaz de la historia. Con su desprecio, el Partido Popular ha disparado nuevamente a sus cabezas, negado a la vida y negado al recuerdo. Lo dijo Xavier Sardà de forma magistral en una de esas Crónicas marcianas que todos los progres políticamente correctos critican -hay un empacho de moralismo barato en algunos cenáculos de la progresía pija...-, pero que todos los progres ven: "¿Cómo se puede justificar una guerra para derrocar a un dictador lejano y después negar un homenaje a los que lucharon contra un dictador de aquí mismo, de casa?". Se puede, y ahí está la arrogancia despreciativa de De Grandes -naftalina para la represión...-, ahí la ausencia hiriente de sus diputados, ahí el bofetón altanero de Aznar. Y ahí están las lágrimas como puños de esas gentes valientes que aún viven a pesar de sus muchas muertes. Quo vadis?...

Pero donde la pregunta pasa a ser casi un grito es en el País Vasco y en todo lo que allí se quema; se quema, secuestrada la realidad por un ejército de pirómanos. Lo que ocurre en el País Vasco es hoy el ejemplo espeluznante de carrera veloz hacia el abismo. Lo que va a dejar José María Aznar como herencia, más allá de su petulancia provinciana -con acento tejano incluido- y de sus chapapotes y sus privatizaciones, es una minuciosa destrucción de todos los puentes de diálogo de la vieja Sefarad, destrucción planificada, perfectamente preparada y, hoy por hoy, casi culminada. ¿Adónde va el Partido Popular? Diré más: ¿adónde conduce a España? ¿Y adónde quiere llevarnos a catalanes y vascos? Ésta ya no es una pregunta enmarcada en una crítica ideológica más o menos legítima. Es una pregunta enmarcada en una preocupación democrática. Aznar está dinamitando el espacio central donde encontrarnos, debatirnos y hasta entendernos. Y sin espacio central, lo que queda es un agujero negro de consecuencias imprevisibles. Velocidad de crucero a todos los estamentos del Estado, incluida la presión manipuladora de la judicatura, para conducirnos al mismo error histórico de la peor España. La España de los patriotas españoles... ¿O eran patrioteros?...

Mi pregunta no contiene sarcasmo, sino más bien dolor: ¿dónde está la derecha ilustrada?, ¿dónde los intelectuales, dirigentes y agentes sociales preocupados por la derivada de confrontación que estamos viviendo?, ¿dónde los constructores de diálogo, trabajando allí donde otros ponen dinamita? La modernización de la derecha española no está en las chaquetas de diseño de Piqué, ni en su acento catalán moderado y hasta conmiserativo. Ni está en las debilidades liberales de Ruiz Gallardón, tan estupendo él. La modernidad es una ética de la renovación, no una estética de la imagen. O tendría... Desde mi punto de vista, esto es lo peor: que a la dialéctica de la confrontación de Aznar, le sigue el aplauso de su corte de entusiastas y el silencio de sus inteligencias. Un silencio que se torna cómplice por omisión y responsable por vergüenza. Los Aznar son caballos del Apocalipsis. Pero los Piqué son sus jinetes ciegos. Quién conduce a quién no es lo relevante. Lo relevante es que cabalgan juntos la misma locura. Decía el sabio: "Lo peor de la maldad de los malos..., el silencio de los buenos...".

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