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El Festival de Danza de Cannes exhibe creaciones de Trisha Brown y William Forsythe

El Festival Internacional de Danza de Cannes comenzó el pasado fin de semana con un ambicioso programa que ha dejado ver en su primer segmento a Sylvie Guillem con el Ballet de la Ópera de Lyón, al norteamericano Jon Jasperse y a la española Eva Yerbabuena con su Ballet Flamenco. La bailaora mostró su pieza 5 mujeres 5 y la suite Flamenco de la Cava; la primera fue recibida con desigual interés y aceptación, mientras que la segunda, donde la artista baila su espléndida soleá, levantó al público de sus asientos destilando autenticidad sin artificios.

La semana empezó con el programa de Trisha Brown, que contenía un estreno absoluto: Present tense, con música de John Cage y demostrando que la decana de la danza posmoderna norteamericana sigue en la brecha, vital, creativa y madura. El programa se completaba con Set and reset, la pieza que creara en 1983 con Robert Rauschenberg y que ya es un clásico, un icono del arte moderno que debe ser conservado y visto por los jóvenes, como los que llenaban los pisos altos del teatro Debussy y que terminaron extasiados al descubrir la obra coreográfica de Brown.

Present tense es un analítico juego formal donde se mantienen todas las pautas estéticas y estilísticas de Trisha Brown, pero hoy se ven tocadas por una sobriedad de un dibujo corporal preciso y limpio, a la vez que desborda un lirismo con toques optimistas.

El silencio

El martes, William Forsythe y el Ballet de Francfort mostraron un programa que ya se vio fuera de Alemania en el Festival de Reggio Emilia este verano. Se trata de cuatro coreografías que están conectadas interiormente en la intención y externamente en la manera de ser expuestas tanto en la luz como en los trajes o el insistente e inquietante uso del silencio. The room as it was (2002); Duo (1996); (NNNN) (2002) y One flat thing, reproduced (2000) inciden en un proceso de construcción coréutica que se basa en la herencia desacralizada del full-contac y su aparente brutalidad; allí Forsythe encuentra y expone una cruda belleza muy actual, donde se verifica una evolución fría, calculada, terrible, hacia el fin de unas formas y la asunción de otras dentro del propio ballet, del que se abomina a la vez que se usufructúan sus lenguajes.

El gran auditorio de La Croisette se quedó primero mudo y expectante y luego estalló en una ovación cerrada y larguísima, quizá sabiendo que asistimos a los destellos brillantes y finales de su compañía (hay que recordar que Forsythe termina su contrato en Francfort en 2004). Entre sus potentes y singulares bailarines sigue destacando el vasco Ander Zabala, que parece entender de una manera orgánica y descarnada los propósitos de unas obras nada complacientes, turbadoras, intensas desde el silencio hasta las descargas brutales del sonido creado por Thom Willems: nueva belleza a raudales.

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