"Su vida estuvo en mis manos y le dejé marchar"
La patera que la madrugada del pasado martes transportaba 31 inmigrantes irregulares, de los que desaparecieron 15 al caer al mar en plena operación de rescate, a 23 millas (37 kilómetros) de la costa sur de Fuerteventura estuvo más de tres horas amarrada al casco del atunero español Nuevo Batabano Uno. Ambrosio García, de 51 años, patrón del barco, asegura que avisó al 062 y a la Guardia Costera a las 12.20 de la noche del lunes. El barco de Salvamento Marítimo llegó a las 3.30 de la madrugada. Uno de los africanos desaparecidos en alta mar había saltado a su navío y regresó a la patera para ser rescatado. "Su vida estuvo en mis manos y le dejé marchar", lamenta.
Durante esas tres horas, Ambrosio García, que lleva más de 30 dedicados a la pesca, veló por su seguridad, los alimentó, les dio ropa seca, algo caliente, amarró la patera al casco de su barco (de 25 metros de eslora y 10 tripulantes) y esperó a que llegara la lancha de rescate.
Cuando pensó que su misión había acabado, emprendió su marcha. Pero minutos después, recibió una llamada de auxilio de Salvamento pidiéndole que regresara porque 15 de los africanos habían caído al mar. A pesar de los potentes focos de iluminación, no encontraron a nadie. "Allí quedó flotando la patera, llena de ropa, botes y bidones, pero no encontramos a nadie". Éste es su relato:
"Me encontré con la patera en mitad del mar. Había mucho viento, lluvia fuerte, olas grandes. Enseguida llamé al 062, a la Guardia Civil y a la Guardia Costera, a eso de las doce y veinte. Fueron los de la Costera los que alertaron a Salvamento Marítimo. Por radio escuché que no nos podían atender. Lo primero que pensé es que cualquiera nos puede raptar, robar o matar en alta mar y nadie puede atendernos cuando lo necesitamos. A las tres horas y pico apareció la Salvamar que zarpó de Gran Tarajal [el puerto deportivo del sur de Fuerteventura]"
Amarrados a popa
García comprobó que el motor de la patera fallaba, que arrancaba y se volvía a parar. "Empezaron a dar vueltas a nuestro barco hasta que decidimos refugiarlos con nuestro casco y amarrarlos firmemente a la popa. Cuando había más de un metro de separación entre ambos, uno de ellos saltó de pronto y se lanzó desesperado a nuestro barco. Enseguida grité 'quieto ahí, pa´quí no' y los demás se quedaron inmóviles, casi refugiándose más aún en el interior de la patera. Si llegan a ponerse de pie, yo habría sido el que se encontrara con todos los cuerpos flotando".
Ambrosio García centra su recuerdo en el africano que saltó a bordo, en mitad de la tormenta: "Le quitamos la ropa que tenía empapada, le dimos unas peras, algo caliente, mantas y ropa seca. Uno de mis tripulantes, que es marroquí, le dijo a los cuatro marroquíes de la patera que si querían hacer una llamada desde el móvil para comentar a las familias que estaban bien, pero le dijeron que no, que no querían nada. Estaban todos muy asustados, muertos de miedo. El chico que estaba con nosotros nos dijo que venía de Costa de Marfil. Cuando llegó Salvamento Marítimo, regresó a la patera para ser rescatado. Luego nos dijeron que él fue uno de los que cayó al mar y desapareció. No dejo de pensar que su vida estuvo en mis manos y le dejé marchar".
Al preguntarle por qué no subió a bordo a todos los inmigrantes, salta el temor de muchos marinos canarios desde que la Guardia Civil detuvo a El Salao, un conocido pescador, con la acusación de tráfico de inmigrantes. "Yo no me arriesgo a que nadie trunque mi carrera, y menos la Guardia Civil con acusaciones sobre tráfico de inmigrantes. Ya le ocurrió una vez a uno y nos puede pasar a cualquiera, cuando todo el mundo sabe que aquella acusación es falsa". Además, "los chicos estaban bien. Muy asustados, pero bien, y la patera no se estaba hundiendo".
En el momento en que llegó el Salvamar "ellos mismos desataron el cabo y se lo lanzaron al otro barco". García cree verosímil la versión oficial, según la cual los 15 inmigrantes cayeron al mar porque al ponerse todos de pie al tiempo, se elevó el punto de equilibrio de la frágil embarcación y ésta zozobró. "Nadie nos ha explicado cómo actuar en un caso de éstos, uno hace lo que puede. Gracias a Dios no se pusieron de pie cuando llegué yo a ayudarles", repite.
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