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Rosa Rodríguez estudia en un libro la presencia en Ibiza de artistas internacionales

A principios de la década de 1930, Ibiza se convirtió en un atractivo refugio para artistas e intelectuales alemanes que huían del nazismo. Una serie de creadores de vanguardia (considerado arte degenerado por los fascistas) se sintieron fascinados por la isla, tanto por lo que representaba como reducto de un mundo atávico como, razones mucho más prosaicas, por el bajo coste de la vida. Raoul Asuman, Erwin Broner, Will Faber, Erwin von Kreibig y Wolfang Schulze Wols supusieron el primer contacto de la isla con el arte contemporáneo e inauguraron la presencia de personalidades artísticas y culturales foráneas en un lugar muy vinculado aún al pasado y que también sedujo a los arquitectos del Grup d'Arquitectes Tècnics per al Progrés de l'Arquitectura Contemporània (GATCPAC), encabezados por Josep Lluís Sert, y a autores como Benjamin o Cioran. La historiadora Rosa Rodríguez Branchat (Barcelona, 1961) estudia este fenómeno en el libro Avantguarda artística i societat a Eivissa (1933-1985), publicado por Res Pública Edicions.

El triunfo del nazismo en Alemania y el cierre temporal del Museo de Arte Contemporáneo de Ibiza acotan temporalmente el trabajo de Rodríguez, que reúne en el libro la documentación y conclusiones sobre un tema que ha investigado desde sus años universitarios. En Avantguarda artística i societat a Eivissa (1933-1985), presentado en Barcelona por el periodista Andreu Manresa, la autora propone un punto de vista novedoso. Rodríguez no se fija de forma aislada en cada una de estas presencias, sino que trata de establecer relaciones, estudiarlas como fenómeno global y escruta en la vinculación de estos creadores con la sociedad que les acoge.

Sin intención de hacer "un juicio moral", la autora desmonta algunos tópicos y constata que, aunque con momentos diferenciados, excepciones y matices (especialmente la de los vanguardistas germánicos) la vinculación es mínima. No hay integración lingüística ni social. Y así, esa escasa relación permite que la Ibiza franquista, pobre y carente de infraestructuras, sea paradójicamente vista como un espacio idílico, de libertad.

"Esta visión sólo se entiende porque no hay conexión con la realidad", destaca la autora. Defensora de la tesis de que "no hay estética sin ética", su libro recoge también la pragmática actitud del régimen franquista en relación con las vanguardias, lo que permitió la creación del Museo de Arte Contemporáneo de Ibiza, al tiempo que desde ámbitos económicos eran utilizadas como elemento de promoción turística.

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