Guiños de todo tipo
Rusia, Grecia y Portugal, el país organizador, adversarios de España en la primera fase del torneo
Iñaki Sáez, impertérrito incluso de traje y sin gorra de béisbol que le ensombrezca la frente, es de alma viajera y estoica. Acaba de terminar el sorteo de la Eurocopa de 2004 (Portugal, del 12 de junio al 4 de julio) y por los pasillos subterráneos del pabellón Atlántico los comentarios de los sabios que han acudido al acto destacan, aparte de los nombres de los tres rivales de la selección española -la vecina y anfitriona Portugal, la inevitable Grecia y la enigmática Rusia-, que a los pupilos del técnico vasco les tocará una competición nómada, que deberán disputar cada uno de los tres partidos de la primera fase en tres estadios diferentes, en tres ciudades distintas.
¿Pero qué son para Sáez los 260 kilómetros que separan Faro, donde debutará España el 12 de junio, viernes, a las 20.45 horas, ante Rusia, de Lisboa, donde, en el estadio Alvalade, el del Sporting, jugará el tercer partido, contra Portugal, el 20, sábado, a las 20.45, o los 310 kilómetros por autopista que llevan de la capital portuguesa a Oporto, donde, en el estadio Bessa XXI, del Boavista, el 16, martes, a las 18.00, jugará contra Grecia? "Eso, eso... ¿Qué son esas distancias para mí, un hombre condenado a visitar de norte a sur los países donde juego", contesta, entre irónico y conformista, el seleccionador español; "sabía además que entraba dentro de lo posible. ¿Pero qué es eso para mí, comparado con las peregrinaciones que emprendimos en Nigeria, donde jugamos en los cuatro puntos del país cuando ganamos el Mundial juvenil de 1999, o con Australia, cuando la plata de los Juegos Olímpicos de 2000, que también jugamos por todo el país. Mientras hay aviones, hay facilidades de desplazamiento, aunque el pequeño problema será decidir dónde nos concentramos".
El conjunto de Sáez jugará sus tres partidos en tres ciudades distintas: Faro, Oporto y Lisboa
"Siempre dije que no me gustaría que nos tocara el anfitrión", afirma el seleccionador
La federación española le había echado el ojo a un buen hotel cerca de Guimaraes, en el extremo norte del país, pero ahora quizá cambien los planes. "Tenemos cuatro o cinco sitios posibles", explica Sáez, "y la semana próxima estudiaremos bien todos los detalles antes de decidirnos".
La imperturbabilidad de Sáez, de todas maneras, se queda en nada al lado del cuajo del seleccionador portugués, el brasileño Luiz Felipe Scolari, Felipao, un hombre implacable. "Un sorteo es un sorteo", proclama sin perder el aplomo; "y un sorteo significa que todo puede suceder, y así ha sucedido". Y no hay quien le saque de su filosofía de Perogrullo cuando se intenta que juegue con los múltiples guiños, geográficos, históricos, sentimentales, emocionales..., que entraron en la formación del grupo hispano-luso-greco-ruso. "De España no quiero hablar", dice el técnico que condujo a Brasil hasta su quinto Mundial en 2002; "primero jugamos contra Grecia y luego contra Rusia. Sería un error hablar ya del tercer partido".
El guiño geográfico-cultural del Grupo A, el duelo entre las fronterizas Portugal y España, que, de todas maneras, es uno más de un sorteo cuajado de choques por el estilo -Francia e Inglaterra en el B, Suecia y Dinamarca en el C, Alemania y Holanda en el D-, es el aspecto que más fuerza a Sáez a fruncir, aun imperceptiblemente, el ceño. "Siempre he dicho que no me gustaría nada que me tocara en suerte el país anfitrión", reitera; "no me interesaba demasiado. Pero esto es un sorteo y te puede tocar cualquiera. Así que no tiene sentido quejarse. Y, de todos modos, más vale empezar con Rusia que con Portugal, con el que jugaremos cuando quizá esté ya decidido el grupo".
Otra compensación al trago de afrontar al motivado, animado y fiero país anfitrión -la última oportunidad de gloria de los chicos de oro: Figo, Rui Costa, Baía y compañía- en la primera fase estriba en que más vale jugar con él en la liguilla que en los cuartos de final o las semifinales. ¿O no? "Vale, vale", dice Sáez; "no tendríamos a Portugal en los cuartos o las semifinales, a partido único, pero en los cuartos nos pueden tocar Francia o Inglaterra y, si pasamos, nos esperarían en las semifinales Italia o Alemania u Holanda. Así que no sé... Los grandes, si no tocan antes, tocan después". Y tampoco quiere Sáez encontrar ventaja en el resultado del último Portugal-España: 0-3, en Guimaraes el pasado julio: "Aquello fue un amistoso de dos equipos fuera de forma. Aunque no estaría nada mal que pudiéramos volver a jugar tan bien como aquel día". "Lo importante", insiste, "es que es un grupo muy parejo y que conocemos muy bien a Portugal y Grecia, que nos mandó a la repesca, y no tan bien a Rusia de la que sólo me suena Mostovoi". Y, para conocer más a los portugueses, tampoco desdeña una posible ayuda de su antecesor en el banquillo, José Antonio Camacho, empeñado en devolver al Benfica el esplendor de sus años 80. "Con los amigos siempre se habla", afirma Sáez.
Otto Rehhagel, el técnico del esplendor del Werder Breme y seleccionador griego, el rival emocional, desde agosto de 2001, es un hombre de muchas menos palabras que Sáez, quizá porque para responder a los periodistas griegos tiene que colocarse al final de una complicada cadena idiomática. El periodista griego pregunta en griego, claro; su pregunta la recoge un intérprete griego-inglés que se la traslada a un traductor griego-alemán, quien, finalmente, se la hace llegar a Rehhagel, quien responde en alemán para que el intérprete alemán-griego se lo haga llegar al periodista griego y también al traductor alemán-inglés, que se lo comunica al resto de los presentes. Y todo lo que dice fue que está muy contento de volver a encontrarse con España -su selección perdió en la fase clasificatoria por 0-2 en Atenas, pero luego derrotó a los de Sáez en Zaragoza por 0-1-, pero que conste que no ha intervenido en absoluto para manipular el sorteo. Dos suposiciones: que, cuando hable con sus Tsartas, Nikopolidis, Karagunis, Giannakopoulos, Charisteas y demás. no necesitará tantos intermediarios; y que tampoco les abusará de su ironía teutona. Y, si las palabras de Rehhagel dejan traslucir un desafío encubierto, el envite no lo capta Sáez, que apunta: "¿Venganza contra Grecia, venganza contra Grecia? Para venganzas estamos nosotros... La única venganza sería clasificarnos".
Rusia, el rival nostálgico-sentimental, es, curiosamente, el país que mejor palmarés luce en la Eurocopa -el título de 1960 aparte, ha jugado más partidos que nadie, 107, y ha obtenido más puntos que nadie también, 147-, y es también la heredera de la Unión Soviética de Yashín, a la que Marcelino descabezó en el Bernabéu en 1964, cuando la selección española alcanzó su más resonante título. Pero, claro, Georgi Yartsev tenía por entonces 16 años, jugaba en el Spartak de Kostroma y... ni acordarse del evento. "Rusia demostrará que no es la cenicienta del grupo", asegura Yartsev, goleador en sus tiempos del Spartak de Moscú y seleccionador ruso desde agosto pasado, cuando se le preguntó por los tiempos de la Araña Negra; "y vamos a demostrar que, aunque somos jóvenes, sabemos jugar al fútbol".
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