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Autonomías

País Vasco: retorno al punto de partida

LA SINGULARIDAD VASCA en el proceso constituyente se expresó en el hecho de que la abstención superó el 50% del censo en el referéndum, aunque el 69,2% de los votos emitidos fueron afirmativos. Este pronunciamiento, debido esencialmente a la postura del PNV, ha llevado al nacionalismo vasco a sostener que Euskadi dijo no a la Constitución, aunque una lectura aséptica de los resultados apuntaría a que fue cuestionada, pero no rechazada. Es cierto, sin embargo, que de ese aceptación ambigua de la Constitución se han derivado importantes consecuencias.

Algunos han justificado la postura abstencionista del PNV por su marginación de la ponencia constitucional, y, más concretamente, por la falta de visión y generosidad de UCD y el PSOE al no admitir su reivindicación básica: una inserción informal del País Vasco en el marco constitucional. Primero se intentó con la fórmula del "Pacto foral con la Corona", y más tarde, con la enmienda a la disposición adicional primera sobre los "derechos históricos de los territorios forales". Era ésta, en la práctica, una cláusula de excepción con la que se afirmaba una soberanía originaria previa y distinta a la proclamada en el texto constitucional. En cambio, sí se reconocieron esos derechos históricos y su actualización "en el marco de la Constitución y de los Estatutos de Autonomía". La investigación histórica (El péndulo patriótico. Editorial Crítica. 2001) ha puesto de manifiesto que, en cualquier caso, difícilmente un partido nacionalista de raíz irredentista podía dar su apoyo a una Constitución que deposita la soberanía en un pueblo y una nación que considera ajenos.

El sí pero no del PNV resultó una salida muy práctica para mantener sus equilibrios internos y extraordinariamente útil para afianzar sus bazas en la negociación estatutaria. En el cuestionamiento de la Constitución y en la continuidad del terrorismo (el trienio 1978-1980 sumó 239 asesinatos de ETA) encontró el PNV dos resortes de presión fundamentales a la hora de obtener ventajas adicionales en el Estatuto. Aun así, un sector del partido nunca lo entendió como un instrumento flexible de inserción de Euskadi en el conjunto de España, sino como una parada provisional en el camino hacia la recuperación plena de una mitificada soberanía originaria. Es el mantenimiento de esta aspiración, más que la pervivencia del terrorismo de ETA o la sensación de incumplimiento de algunos contenidos estatutarios, la razón última del viaje hacia el soberanismo emprendido por el nacionalismo gobernante a partir de 1998. De ahí, también, la pasmosa naturalidad con que presenta el nuevo Estatuto Político de Ibarretxe, pese a su manifiesta incompatibilidad con el Estatuto de Gernika y la Constitución.

El proyecto de libre adhesión planteado ahora supone, 25 años después, un regreso al punto de partida. Pero con el nacionalismo firmemente establecido al frente de las instituciones que la Constitución y el Estatuto permitieron crear.

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